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Una familia recuperó su despensa con la ayuda de la gente

En abril, el local de Nora Figueroa quedó cubierto por las llamas. Seis meses después, pudieron volver a abrir.

Por redacción
| 27 de octubre de 2021
Nuevo comienzo. La despensa volvió al ruedo con alegría y esperanza. Foto: Juan Andrés Galli.

Al igual que el ave fénix, la despensa de Nora Figueroa y sus dos hijas resurgió de las cenizas. En abril, el local ubicado en el barrio Villa Rafaela quedó bajo las llamas por un desperfecto técnico en una de sus heladeras. Seis meses después, la familia pudo recuperarse y esta semana reabrieron sus puertas. "Todo fue gracias a la ayuda de la gente", aseguró la propietaria con una gran sonrisa.

 

Ese espacio, teñido de negro y cubierto de hollín, se transformó en un renovado e iluminado comercio. Para sus dueñas comenzó una nueva etapa. "Todavía me acuerdo cómo quedó después del incendio: estaba todo roto, había vidrios por todos lados, la mercadería estaba quemada; fue muy duro. Pero hoy es diferente, ver la despensa tan linda, ordenada y brillante significa una gran felicidad", expresó Anabel Paredes, una de las hijas de Nora.

 

 

 

Pero alcanzar ese resultado tan gratificante no fue fácil. En un comienzo, la mujer y las dos jóvenes temían por su futuro incierto. Poco después del accidente, sus conocidos y familiares tomaron la iniciativa e impulsaron colectas para que pudiesen retomar con la actividad que encaran desde hace ocho años. "De inmediato se contactaron para preguntarnos qué necesitábamos, incluso gente que no conocíamos, y eso fue muy loco. Nos ofrecían heladeras, freezers y herramientas. Fueron muchos gestos hermosos; también recaudaron dinero y sin esa ayuda creo que no hubiese sido posible nada de lo que ocurrió", dijo Nora.

 

En estos seis meses, decenas de personas las acompañaron. No solo participaron en las movidas solidarias, sino que además les ofrecieron trabajos gratuitos para poder reconstruir parte del techo que se vio afectado por las llamas, así como también llamaron para limpiar las paredes, pintar los estantes o incluso refaccionar algunos de los electrodomésticos que pudieron salvar del fuego. "Por suerte pudimos recuperar la cortadora de fiambre y eso nos ayudó bastante. Además, nuestros vecinos, la familia Cejas, tienen una casa de refrigeración y nos dieron una mano para arreglar la heladera vitrina, sin cobrarnos nada, al igual que muchos otros que se acercaron", recordó Anabel.

 

 

 

Hasta que la despensa quedó a punto, las comerciantes trasladaron lo poco que quedó a salvo al living de su hogar, que está al lado del local. Ese lugar se transformó, momentáneamente, en un nuevo almacén. "Estábamos amuchadas, pero seguíamos trabajando. A veces pasaba que estábamos en un examen de la universidad y se escuchaba el timbre del kiosco. Nos tuvimos que adaptar y por suerte los clientes nos siguieron acompañando", agregó la joven.

 

El Progreso, como bautizaron al negocio hace unos ocho años atrás, reforzó su mercadería, abre sus puertas de 9 a 22 y planea mantenerse firme. "Muchos me dijeron que le cambie el nombre, pero hoy creo que es el mejor que puede tener. Progresar y seguir más allá de todo lo que pasé es algo que forma parte del lugar", aseveró Nora.

 

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