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Miriam Lagos, la voz que aplaudió la noche puntana

Comenzó a cantar a los 11 años. Representó a San Luis en el festival de Cosquín 2005 y actuó en varios festivales provinciales. Una enfermedad frenó su ascendente carrera, pero hoy está de vuelta para seguir cantando.

Por Johnny Díaz
| 03 de octubre de 2021
Deseos. "Para mí, cantar es la felicidad, es la maravilla que me mantiene joven, alegre, feliz y llena de vida. Y yo quiero seguir cantando". Foto: Carlos Braile/Gentileza.

Miriam Lagos es dueña de una voz privilegiada: canta tango y folclore, sin descuidar la música bailable y comercial. Es una de las pocas cantantes de San Luis en el rubro. Empezó su carrera cuando tenía unos 11 años. Su padre, Agustín, un apasionado de la música romántica, fue quien la impulsó. Comenzó de la mano de José de Calasanz Ojeda, un excelente músico sanluiseño que fue artífice de muchos de quienes hoy andan en el mundo de la música. Él la formó musicalmente.

 

Miriam tiene varios premios y distinciones como cantante. Con afecto recuerda cuando ganó como solista el Pingüino de Oro en el festival “Austral del Folclore” en Pico Truncado, provincia de Santa Cruz, donde residió tres años. “Tomé la decisión de alejarme de San Luis para sacar a una persona de mi vida y de mi casa”, dice con claridad.

 

También en 2005 representó a San Luis en Cosquín, y a su voz la escuchó toda la plaza Próspero Molina del festival de ese año. La sanluiseña vivió a lo largo de su vida miles de satisfacciones con el canto y la música, y también sinsabores por problemas de salud que en un momento fueron minando sus fuerzas.

 

Hoy, como una gran mujer de cinco décadas, la cantante recuerda que sus primeros pasos en el canto los dio en el tradicional baile El Pollo, que estaba ubicado en avenida Sarmiento casi 25 de Agosto. “Era muy chica cuando cantaba en The Kibers, el grupo musical comandado por Calasanz Ojeda. Era la atracción por mi edad. Me acompañaban Techa, una mujer dueña de una dulzura inigualable y señora de José, mi maestro musical, y mis padres Dimas y Agustín”, recuerda.

 

 

 

“Con mi corta edad, saltamos a cantar en las radios de aquella época. Éramos asiduos concurrentes al programa del querido Eduardo Baigorria Díaz, siempre estábamos presentes y así fuimos ganando popularidad. Pero ocurrió algo raro que prefiero no contar y dejé todo. 'Nunca más voy a cantar en ningún lado' me dije, y continué mi vida estudiando. Además trabajé en dos fábricas: 'Stupenda' en Villa de la Quebrada, propiedad de un empresario de apellido París, y en 'Diseños Puntanos' hasta que cerraron y regresé a San Luis. Finalmente volví para trabajar de remisera con mi exmarido Martín Vega y papá de mi único hijo, Renzo”, cuenta Miriam.

 

Con detalle, la mujer relata lo que sucedió después. Vega conoció a Daniel “El Negro" Amaya, un músico que hacía percusión en Aranjuez y le contó de la existencia de Miriam. "Le pidieron que me llevaran para conocerme. Yo había jurado que no cantaría más, pero me convencieron y una noche debuté cantando música comercial en esa popular confitería del centro sanluiseño. Él en percusión y un tecladista que no recuerdo su nombre, pero que llevo siempre en mi corazón”, cuenta.

 

 

 

Para ellos fue "una hermosa época". Actuaron mucho tiempo en ese lugar y alternaban con algunas presentaciones en el interior provincial. Le sugirieron que estudiara vocalización con Miguel Ángel Reynoso. "Reconozco que soy muy afinada y tiempista, pero me faltaba algo, y lo aprendí con Miguel. Me hablaron para sumarme a un proyecto muy lindo, ensayábamos en donde funcionó 'La Fontana', la confitería de Ayacucho y San Martín. Allí estaban ‘Betty’ Irusta, César Blanco, 'Pelusa' Espinosa, Ada Maya, Jorge Rosales y su hija María Celia, ‘Charles’ Alcaraz y algunos integrantes de la Banda de Policía, entre ellos 'El Flaco' Hender. Así se armó Salsa y Pimienta", dice Miriam. Cinco años trabajaron juntos, pero la cantante cree que "San Luis no estaba preparado para ese tipo de espectáculos, y con el tiempo se desarmó por problemas musicales. Fue un duro golpe porque era una banda extraordinaria”.

 

Ella regresó a Aranjuez para cantar con Carlos Granados y con quienes ella considera "los mejores músicos de San Luis". También fue a Córdoba con Juan Carlos Tortorelli y su hijo, con quienes planificó una gira por Brasil, pero a último momento se canceló.

 

 En 2005, cuando volvió de Pico Truncado, sin trabajo y con muy poco dinero, el "Cascarudo" Domínguez le dio una gran mano para poder subsistir. Y lo recuerda: "Me sugirieron que me presentara en Merlo, y comenzó otra linda etapa de mi vida. Estaba allá unos 20 días y volvía, cantaba en los casinos. Un día me salió la posibilidad de presentarme en un PreCosquín que se hacía en la escuela Córdoba. Tuve la suerte de ganarlo y representé a la provincia en el Festival de Cosquín de ese año. Me acompañó Miguel Ángel Reynoso. Era la única mujer que cantaba tangos. Gustó mucho, pero Cosquín es folclore puro”.

 

Regresó a la provincia y trató de entrar en la movida cultural, pero dice que no tuvo suerte. "Llegué un poco tarde, ya estaba todo armado, una gran pena. Para colmo yo soy cantante, no sé tocar ningún instrumento y eso tal vez me condicionó un poco”, reconoce.

 

La cantante entiende que a cada rubro musical lo hace como debe ser: “Al tango lo canto como tango y al folclore como folclore, no improviso ni invento nada. Tampoco le hago arreglos y trato de hacerlo lo mejor posible. Soy cantante y nada más”.

 

 

 

No todo fueron aplausos y bises para la sanluiseña. Comenzó a sentir que algo en su cuerpo no estaba bien y acudió a una consulta médica. El médico no tardó en el diagnóstico: cáncer. De inmediato, y pese al gran golpe que sintió al escuchar la cruel palabra, Miriam decidió hacerse atender en Mendoza.

 

Hoy cuenta aquella fatídica etapa: “Los médicos están acostumbrados a decir fríamente esa palabra, pero mi cuerpo es mío y otra persona no me entendería. Por eso tomé la decisión de viajar sola, no quería ser una carga para mi familia. Dejé a mi hijo con mis padres y comencé un tratamiento en el Hospital "Paroissien" de Maipú, donde encontré oncólogos y personal que me ayudaron muchísimo. Una amiga chilena, Irene Rivero, me alojó en su casa. Después viví un tiempo en la casa de Marta Alicia Gómez, una enfermera del hospital por quien tengo un gran cariño. Me recibieron como si fuera de la familia y me dieron su apoyo incondicional”.

 

En esa época Lagos trabajaba en la rectificadora Matienzo, y un grupo de amigos, encabezado por Luis González y su hijo Sergio,le propusieron grabar un CD para recaudar fondos para financiar el tratamiento de su enfermedad. Pablo Corbalán y su esposa Marisa apoyaron el proyecto. "Recuerdo que un día no podía cantar porque me faltaba el aire, era todo doloroso. Sentía que fracasaba, tenía las defensas muy bajas. Marisa me dijo ‘aguantá… tomate todo el tiempo. Hoy hacemos dos temas y así lo vamos armando’. No podía ser, no lo entendía. Pero ocurrió algo inesperado. Sentí que algo ocurría en mi interior, saqué fuerzas de donde pude, mis pulmones funcionaron mejor y grabamos 12 temas. Al disco lo llamamos 'Momentos'”, relata.

 

Miriam Lagos dice que en 2008, 2012, 2016 y 2019 tuvo cuatro tipos de cáncer. Se autodefine como una persona agnóstica. Lo dice porque se siente una mujer guerrera, porque quería y quiere vivir. “Cuando pasa todo esto, uno se pregunta para qué quiero vivir, para ser una mejor persona y tener la posibilidad de ayudar a otros que pasaron por lo mismo que yo, aconsejando, sugiriendo, contando mi horrible experiencia", admite.

 

"Mi primera vez fue durísima, tenía pocas esperanzas de vivir, me golpeé muchas veces en la vida y acá estoy, siempre queriendo ayudar. Fue incondicional el apoyo de mis hermanos Agustín Gilberto, Nancy, Estela y Silvia, de mi hijo Renzo y de mi exmarido Martín Vega. Con mi madre Dimas Gómez muy enferma, y mi padre Agustín Gilberto cuidándola, todo fue muy duro, imposible de olvidar”, recuerda.

 

Pese a todos los golpes, la cantante siguió presentándose en casinos, en el interior provincial y en fiestas privadas. Lo hizo con Eduardo Ripoll y actualmente con Omar Godoy, que también es voz de Maracaibo, una banda de música bailable.

 

Miriam solo tiene palabras de agradecimiento para sus amigos: Luis González y su hijo Sergio “Cachito” Montenegro, “Paco” Flores, Hugo “El Zurdo” Sosa, Miguel Reynoso, La Cautana, Luis Rojas, Sergio Muriel, Jorge Paredes, Juan “de la viola”, “El Negro” Nicolás Páez, Mabel Fernández (su amiga del alma), Luis Matienzo, que se encargó de muchas de sus cosas, y “El Cascarudo” Domínguez Arancibia. "Sin ellos todo hubiera sido mucho más difícil", dice.

 

Miriam Lagos sueña con seguir cantando: “Cantar es la felicidad, es la maravilla que te mantiene joven, alegre, te llena de vida. Para mí, cantar es lo máximo. Y yo quiero seguir por esa senda”.

 

 

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