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El desafío de enseñar a los más pequeños desde la virtualidad

Docentes del nivel inicial cuentan cómo se adaptaron a la nueva modalidad, obligada por la pandemia.

Por redacción
| 28 de mayo de 2021
Socialización. El jardín, primer contacto con relaciones sociales fuera de la familia y con el mundo del conocimiento. Foto: Carlos Braile.

El inicio de la escolaridad es la etapa más importante en el proceso de educación formal, no solo porque de ella depende aprender a conocer, sino también porque significa el comienzo de la socialización fuera del hogar. En el Día de los Jardines y las Maestras Jardineras, tres docentes del nivel inicial contaron a El Diario de la República sobre el desafío que representa enseñar a los más pequeños en épocas en que las virtualidad se convirtió en la nueva modalidad por excelencia, obligada por la pandemia, que además de modificar las lógicas de trabajo por el uso intensivo y exclusivo de las pantallas, también impactó en la formación de los más pequeños.

 

Luego de treinta años dedicados a la docencia de la primera infancia, Inés Morvillo arribó a la conclusión que la profesión es un trabajo con muchas gratificaciones, pero que conlleva adquirir paciencia y tolerancia, ya que para cada alumno que empieza el ciclo significa salir de su entorno familiar más inmediato para insertarse en otro desconocido.

 

“El proceso de aprendizaje es muy lento, por lo que hay que darle tiempo a cada uno, según sus particularidades y su edad. Hay que lograr armar un grupo y emparejarlo, que confíen entre ellos, en la maestra y en la escuela”, explicó Inés, quien no trabajó ni un solo día en otra institución que no fuese el jardín “Abejitas”, de la Escuela 423 “Brigadier Juan Manuel de Rosas”, del barrio 1° de Mayo, uno de los más humildes de la capital puntana.

 

Al igual que el resto de las colegas consultadas, la mujer de 54 años dijo que con la irrupción de la pandemia, a principios de 2020, fue difícil adaptarse al nuevo panorama de clases a distancia, sobre todo porque la clave del éxito para atravesar el nivel inicial es el vínculo personal con los alumnos, el contacto cara a cara.

 

“Al principio fue complicado, pero nos acomodamos bien con la división de tareas. A mí me tocó la realización de los videos con los contenidos prioritarios que pide el Ministerio de Educación. Todas las semanas enviamos una actividad, de acuerdo a las posibilidades de conexión que tengan las familias, que al igual que nosotras también se tuvieron que aggiornar a la tecnología. Lo más importante es que los chicos aprendan a concentrarse y generar un hábito de trabajo, de empezar y finalizar una actividad”, indicó la docente, quien definió a la presencialidad como vital para el nivel inicial y a la virtualidad como “un corazón artificial”.

 

Con menos trayectoria pero con la misma vocación por educar a los más chicos, Valeria Ortiz dijo que ser maestra jardinera fue siempre su pasión. De sus 37 años de vida, lleva casi un tercio dedicado a la profesión, que se vio momentáneamente truncada por el cierre repentino del jardín “Dibujando Puentes”, que debió bajar la persiana debido a la crisis económica por la suspensión de las clases presenciales.

 

Al quedar desierta la sala de 3 años a su cargo, el año pasado debió ocuparse, con sus colegas, de los chicos y las chicas de 4 y 5 años, que gracias al esfuerzo incondicional de las docentes lograron culminar el ciclo con éxito.

 

“Fue una experiencia muy rara, eran pocos los alumnos que teníamos. Juntamos a todos y nos repartimos tareas entre las tres maestras; una daba los contenidos que se evalúan; la otra, técnicas grafoplásticas con témpera, cortado, trozado e hisopos; mientras yo enviaba actividades por video para cuando pudieran verlos. Ellos después nos mandaban fotos y videos de la tarea que realizaban”, explicó Valeria.

 

Pese a la superación que lograron en la desaparecida institución tras la irrupción de la pandemia, la docente señaló que la mayor dificultad para el nivel inicial es la de no tener acceso a su función esencial a través de las clases presenciales.

 

“El jardín se basa sobre todo en aprender a compartir, esperar, resguardar y conocer las pertenencias propias y las de los demás para cuidar ambas; en tener hábitos de higiene personal, conocerse a sí mismo, comunicarse, en estimular la creatividad y solucionar los conflictos a través de la palabra, porque muchos recién comienzan a hablar. Sobre todo se trata de aprender jugando”, afirmó.

 

En el caso del jardín de la Escuela Normal Mixta de la UNSL, la docente de las salas de 4 y 5 años de los turnos mañana y tarde, Silvana Sosa, explicó que aprovecharon las herramientas que utilizaba la mayoría de los padres y madres que envían a sus hijos a esa institución, que resultó ser Facebook.

 

Indicó que mientras empleaban la red social para dar los contenidos a los chicos, siempre con la intermediación de sus tutores, de forma paralela tuvieron capacitaciones en aulas virtuales que comenzaron a aplicar de manera sistemática a partir del actual ciclo lectivo.

 

“Es muy difícil para nosotras como docentes y para los chicos, pero no hay opción, es muy poco lo que podemos desarrollar por esos medios, pero es lo que nos toca por ahora. Algún vínculo tenemos que sostener e intentamos que así sea”, aseveró Silvana.

 

 

Dos generaciones de alumnos

 

El trabajo transversal que realizan los jardines de infantes alcanza inclusive a los lazos comunitarios entre las docentes, sus exestudiantes y los hijos de estos últimos, quienes en algunos casos tienen como maestras a las mismas que tuvieron sus padres o madres.

 

Es el fenómeno de los “alumnos nietos”, como lo definió Inés. Como a su colega Silvana, es una situación que le da satisfacción en su vida profesional.

 

“La confianza y el trato es otro, es una gratificación muy grande porque el trabajo es distinto de esta manera, por el vínculo directo y de confianza que hay con la comunidad. Inclusive las madres colaboran más con la educación de los chicos y están más cerca de la escuela”, dijo Inés.

 

“Fui alumna de la seño Inés hace veinticinco años en el jardín 'Abejitas' y para mí es un gran placer y orgullo que mi hija pueda ser su alumna en un lugar donde pasé momentos tan divertidos, también junto a las otras seños, Lili y Alicia”, afirma Tania Moyano, quien cursó el nivel inicial en la institución del barrio 1° de Mayo, a la que hoy también asiste su pequeña hija, Ana Luz Luna.

 

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