SAN LUIS - Lunes 30 de Junio de 2025

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Un último envenenamiento ardoroso

La histórica revista creada por enrique Symns se despide en simultáneo a la agonía de su editor. Un recorrido que incluye a Cerdos, Peces, Caetano, Vera Land, Melingo, Nietzsche, Willy Crook, Enríquez, Busqued, Casas y una bacanal de nombres subterráneos.

Por redacción
| 09 de mayo de 2021

La expresión francesa "Pour épater le bourgeois", devenida en España como “Caída despatarrada de la burguesía”, relata una performance de la leyenda de la revista "Cerdos & Peces". Es la que se intenta narrar en “La aventura del adiós”, el último número recién editado que solo se consigue por encargo y pago con amor de mercado. Se distribuyó en marzo, aniversario pandémico, y leerlo y comentarlo lleva horas de glúteos en el sillón.

 

Para rastrear el origen de la publicación no hay que caer en Flaubert ni en Baudelaire, sino en el “Señor de los venenos”, Enrique Symns, quien encarna el personaje que podríamos nombrar como "El Amodio del relato callejero". Está lejos de una escritura contestataria y muy cerca de una lectura en los bordes del abismo. El que siempre seduce y sobre el que cualquier escritura se sostiene en equilibrio, si es que eso existe.

 

No hay números en mitades, ni promedios. Solo el uno entero e indivisible, tinta derramada en papel de diario o revista cuyo fin será el cesto callejero o el disimulo de la envoltura de un vino o de unos huevos en el almacén del Barrio Latino frente a La Sorbona, café donde se hablaba latín y se vociferaba a susurros el Mayo Francés.

 

Siempre considerando la frase “no todo puede ser dicho” a la que se adelantó Lacan. Y la otra, “todos mienten”, que registró el Dr. House, pero que la “verdad es mentira” y que el Barrio Latino mencionado no es más que el Café París, a media cuadra de la pensión de Enrique Symns, en Combate de los Pozos y San Juan, en la Ciudad de Buenos Aires, luego que lo despidieran de la Rock and Pop. Un dato no escrito.

 

Los números apasionan sobre todo en la noche, cuando la sumatoria de monedas y billetes distancian de los cigarrillos y de una ginebra tan Luca tan Prodan. Sin embargo, late el corazón tantas veces por minuto, tantos segundos dura cada latido, lo que dispara la tragicomedia del “facultativo” y su receta de “pastillas” en busca de la droga legal. Pero hay que estar atentos, con tanta lucidez desde que se editó aquel libro “El hombre que calculaba”, del brasilero Julio César de Mello Souza, más conocido como Malba Tahan. Su libro más famoso, publicado por primera vez en 1938. Contar el tiempo nos impide tasar el tiempo usado en calcular.

 

Los números de la “Aventura del adiós” dictan 152 páginas incluidas las tapas. Lo que da como resultado de dividir tal cifra por cuatro, un cálculo para determinar cuántas hojas tiene la edición; da como resultado 38 hojas doble A4.

 

Las que se leen y se vuelven a caminar con los ojos y las manos, infinitas veces antes de que suenen “Los tambores de la batalla final”, una nota que editorializa la publicación y que desemboca en la hermosa contratapa bajo la consigna de “Arder y Partir”.

 

A San Luis, el correo postal trae la bolsa con el libro/revista de Enrique Symns. Y se puede decir que el mundo está casi igual, pero la revista se abre en las páginas 14 y 15 y a la izquierda Esteban Perroudnos trae una crónica, sin final —como corresponde— de la ciudad de La Paz y cuenta una mirada entre necesidad de oxígeno, palabras en Aymará y un abrigo de sol ante tanto frío gracias al acto presencial de las cholas que le permite "abrir los ojos".

 

Movemos los ojos a la siguiente página, con una escritura blanca sobre fondo negro está la letra de Willy Crook, quien con una lucidez de saxofón da un relato sobre esta “estúpida época de miedo por un virus”.

 

Estamos mirando de frente, a espaldas de nuevas páginas vienen la 16 y 17 y a sus espaldas la 18 y 19 con la nota que se llama “La espalda de una amistad”. La firma el ex Camilo Blajaquis, ahora ya con su nombre de bautismo, de escritor y cineasta César González. Un relato que es como sus films: muerden imágenes e historias de barrio y villa, cuya bisagra es esa mandíbula que deglute y mixea ficción y relato de vida.

 

Recordemos que César visitó dos veces hace un par de años la Universidad Nacional de San Luis y también a las internas e internos del Servicio Penitenciario Provincial en un encuentro donde hubo poesías y abrazos.

 

Ahí nomás, a vuelta de página, espera el poeta Fernando Noy y cuenta sobre “Los santos sucios del Abasto”, una nota por la que pasan Luca Prodan, Miguel Abuelo, "Batato" Barea, "La Pochocha", Claudia con K, para quienes la palabra personaje es menor. Ya que fueron semilla, tallo y flor en la formación del underground cultural.

 

 

Letras a contraluz

 

No todo es oscuridad o luz. El primer gris que tiene la edición viene de la periodista María Daniela Yaccar en su nota "Lujuria y castidad", donde el lector tropieza con el cable de la licuadora donde Yaccar colocó una cantidad de ingredientes (sexo, delirio, drogas —duras y blandas— celibato, religiones, orgasmos místicos, etc.) menjunjes con el criterio que tienen los eruditos sabelotodo. La autora sirve un vaso de su cóctel. Tiene la intención de acompañar por siete páginas, que se leen mientras se inventan adivinanzas sobre el final, todas muy difíciles de sacar.

 

Durante la lectura se trastabilla con escritura innecesaria, parecida al consumir un piscolabis, un aperitivo generalmente incluido por capricho u ocasión más que por hambre o necesidad.

 

Siguen más hojas escritas. La alegría de terminar la nota anterior se suma a que una sola página escrita por Tromps Putrefacto ofrece un breve cuento apenas aprobado pero entretenido.

 

Ahí nomás está “El rock perdió la calle”, un texto de Bruno Larocca que es una clara mirada sobre lo que “ya no está”. Dicho hasta el cansancio en todos los rubros “los de antes no éramos así, se ha perdido todo”.

 

Ahora el relato del “Enano ULI”, inventado por el propio Symns, levanta la calificación. Anima a dar vuelta a hoja y encontrar a Nicolás Cantero, mientras cuenta de “Los latidos del cemento”, aquellas doce hectáreas del barrio Presidente Perón conocido como La Pepsi que hoy es un conglomerado tal como lo relata la canción de Fuerte Apache “Estilo Monoblockero”.

 

“El barco en el pavimento”, una nota en la que Vera Land relata coloridamente las aguas atravesadas por el bote del capitán Symns, consigue que sobre el final el viento no empuje las velas del barco porque están atascadas en aguas propias. Ilustra este segmento una hermosa foto de Enrique Symns y el genial Tom Lupo.

 

Y entonces, dos páginas sesentosas (63 y 64) no solo por el número, sino por la temática acerca de la “iluminación de la palabra”, incluso mencionan a John Lennon. Hay también aquí un bache que tanta iluminación pasa por alto.

 

Rápidamente llega lo que se ha llamado el “Suplemento El Acecho”, de página negra y letras rojas. Marca un staff propio en el que se encuentran Cintia Kemelmajer y Adrián Caetano entre sus colaboradores.

 

El suple merodea y recorre centros históricos en los relatos cerdo-piscianos. Con su engranaje de palabras enlaza crónicas a un lado y otro de “la reja”. El binomio del juego “policía-ladrón” se hace escritura. Hay testimonios relatados con la magia del cine en el que es difícil determinar si es ficción o realidad, aunque tampoco es lo que importa. Ya que con Nietzsche “todo es interpretación”.

 

También hay una doble página con historias muy cortas y por eso quizá ilustradas como tarjetas postales.

 

No se sabe si por casualidad, la revista se abre por la mitad en la página 75 como una griega de piernas abiertas que acerca relatos de prostitución en primera persona, compilados y conseguidos por Federico Bianchini y Vera Rosemberg en las fotografías.

 

Sigue el relato de Juan Mendoza, director del suplemento, que es una vuelta de página cuando se sabe que alguien hasta ahí llegó —vivo— y que él llama “Frente al último espejo”. Es el relato de la experiencia de quienes han acompañado los minutos finales de quien se despide de este mundo.

 

Y como en todo final hay “Sueños y cenizas”, aquí este título cierra el suplemento con un cómic de Caetano y Tallarico.

 

La mirada del adiós Retoma la escritura de la revista el reconocido Fabián Casas con el “Chacal Dorado”, una crónica de perros no falderos tras las rejas, el amor y la vida continúa. Vendrán unas “Instantáneas antes de la Peste” .

 

Y por fin el aire de la escritura en formato poesía, que será oxígeno visual y auditivo, como para leer al único poema de la revista en voz alta. Podría ser un simple homenaje a quien lo escribe y acompañó a una generación nostálgica con sus tanguicordios, Daniel Melingo, quien describe este poema como “Vanella o Van Ella Tango-Mambo Chá Chá inédito”.

 

Entonces se entra en el último tercio de palabras. Se transita el camino de la calle, sin necesidad de “morder la reja”. Se comparte “el rancho” en la comodidad del sillón. Hay que tener en la mano el vaso con el trago que la imaginación destile. Vendrá la pluma de Ricardo Ragendorfer a relatarnos “El azote del vecindario”, una crónica periodística muy bien escrita con clásico final, de su propio estilo, donde el lector es “abducido”. No por un OVNI, sino por una N.E.I., una Nave Espacial Ideológica.

 

Sigue la revista y se puede omitir la lindante nota “Mariquita iluminada”, de Naty Menstrual, de quien también se puede prescindir, aunque la haya editado una reconocida editorial. Dos relatos resisten el tiempo de lectura, uno de Luis Ortega y otro de Ana Cicuta.

 

En la página 119 a mano derecha al abrir la revista se puede obviar la referencia de la ubicación. De todas maneras, el lector se va a topar con unas exquisitas seis carillas del recientemente fallecido Carlos Busqued.

 

El tema de las “burbujas” es muy actual en esta pandemia. Sin embargo, la palabra ya era un hecho entre 1985 y 1990 dentro de la denominada actividad “contracultural”, que cuenta Fernando Noy. En ese momento “burbujas” eran al menos tres, a saber: Die Schule, el Parakultural y Cemento, el sitio que parió a cientos de artistas de la mano de Omar Chabán y que la gestión de Aníbal Ibarra le permitió a la banda Callejeros enterrar para siempre aquel espacio de nacimientos.

 

El final está a pocas palabras. Ir hacia el final es detenerse en el relato de la escritora top Mariana Enríquez.

 

La “Aventura del adiós” va a terminar con un cuento de Symns, “Caperucito, el cuento prohibido”. Queda cerrar la revista y ver en la contratapa la foto del querido Enrique sobre la sentencia dolorosa: “Arder y partir”.

 

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