Un plan que no floreció
El creador de la bandera también fue el pionero del cultivo de cáñamo en el país. Con qué fines es el centro de la polémica.
Mientras que a comienzos del siglo XIX el Virreinato del Río de la Plata sembraba las semillas de revolución, que se intensificaron tras las abdicaciones de Bayona; el político, abogado, militar, periodista y economista Manuel Belgrano buscaba formas de ampliar la economía. Con una mirada ecléctica que combinaba el pensamiento fisiócrata de producción de las tierras y un eje más proteccionista al comercio y los mercados, el prócer buscaba revitalizar a una sociedad marcada por “pobreza, miseria y desnudez”, como sostiene en su autobiografía.
Muchas de sus propuestas como secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires, que ejerció desde 1794 hasta 1810, no llegaron a buen puerto debido a la resistencia que le ponían la interna de la institución que intentaba dirigir y la corona española.
“Propició la creación de distintas escuelas con disciplinas como náutica, arte, agricultura, comercio y una de mujeres. Muchas las autorizaban y al poco tiempo las cerraban porque eran ‘gastos innecesarios’ para la corona. Pero él tenía muy en claro que la forma de salir de la pobreza era por la educación, el trabajo y el comercio”, contextualizó Manuel Belgrano, chozno nieto del prócer y presidente del Instituto Nacional Belgraniano (INB).
El gran temor de la corona era que las ideas del considerado primer economista de estas tierras llevaran al Virreinato a comerciar con otros países. Entre sus propuestas estuvo el cultivo de cáñamo, una variedad de planta cannábica que posee solo un 0,3 por ciento de THC —sustancia psicoactiva—, para su industrialización. El resultado sería la producción de fibras de hilo para hacer telas de uso doméstico y aparejos, y sogas para la navegación.
La propuesta apareció en uno de sus 15 memorandos que escribió en 1797. “En el texto ‘Utilidades que resultarán a esta Provincia y a la Península del cultivo de lino y cáñamo’ está todo lo que él pensaba sobre la planta, describió los beneficios que podría traer su cultivo. Hay un montón de pruebas documentales sobre el uso que le quería dar al cannabis como una manera de recuperar una economía que veía muy azotada”, explicó el periodista y escritor Fernando Soriano, autor del libro “Marihuana: la historia. De Manuel Belgrano a las copas cannábicas”.
En este dato coincide el pariente homónimo al prócer. “Fue un adelantado. Fue promotor de nuevos cultivos, el lino como textil y el cáñamo para hacer sogas. La navegación era a vela y las cuerdas eran algo fundamental”, complementó.
Belgrano pensaba que si el Virreinato tenía madera, podía construir las telas y sogas, y educar a sus hombres para pilotar las naves y crear las embarcaciones, estarían las condiciones dadas para reflotar la economía.
Hasta ahí llegan las concordancias entre Fernando y el presidente del INB. Para el periodista, Belgrano “no era un visionario” sino que, en sus tantos viajes a Europa, había visto que el cultivo de cannabis era una commodity y quería replicarlo en su patria.
El integrante de la Junta de Historia de San Luis, Gabriel Gutiérrez, coincidió con el chozno nieto: “Era un adelantado a la época. Como con el feminismo, muchas mujeres lucharon junto a él, con la economía, la independencia y la política”, describió.
No hay pruebas de que Belgrano conociera el efecto psicoactivo que solo se presenta en la marihuana, otra variedad de planta cannábica, o sus propiedades medicinales. El periodista, aunque no hace tal afirmación, está convencido de que los viajes y la vida cosmopolita del economista lo llevaron a probar el hachís, elaborado con la resina de la flores de marihuana que contiene una gran concentración de THC. “Era probable que los árabes hubieran instalado en la ocupación de la península el fumar. Quizás probó en España. No hay pruebas, ahora si nos enfocamos en el contexto es muy probable que él supiera de sus efectos y que conociera alguna propiedad medicinal”, razonó Fernando.
El presidente del INB, lo contradijo: “Ese es un absurdo total. Primero, la marihuana y el cáñamo son dos variables totalmente distintas y segundo no se usaban en ese entonces los elementos psicoactivos. Una revista que trata temas de marihuana lo ha puesto en la tapa y no tiene ningún tipo de sentido”.
A principios del siglo XIX un tercio de la población que habitaba las costas del Río de la Plata eran afrodescendientes. Fueron ellos quienes, según Soriano, incorporaron la marihuana para su consumo. “En una canción que los esclavos liberados le dedicaron a Rosas hay un fragmento que dice ‘tomando picha, pitando pango —término africano para nombrar al cannabis—’. Así como Belgrano quería traer la planta para su uso industrial, ellos la trajeron para conectar con sus ancestros, sus creencias y para relajar los dolores del cuerpo”, relató Fernando.
Otro uso que le daban era para que los ayudara a soportar los largos períodos al rayo del sol, costumbre que, según el escritor, incorporaron las lavanderas del Río de la Plata.
“No existía la marihuana como tal en ese entonces. Hay que ver los documentos y no imaginarse. El cáñamo era un cultivo muy común. El mundo tenía sogas de esa fibra porque no había otra forma de hacerlas, entonces hablar de marihuana cuando no se conocía es contrafáctico”, dijo Manuel, y sentenció: “Son comparaciones buscándole el pelo al huevo y no el pelo a la historia”.
A más de 220 años de la idea de Belgrano, el gobierno nacional presentó un proyecto de ley para regular el desarrollo de la industria del cannabis medicinal y el cáñamo industrial. “Es una nueva fuente de empleo”, fundamentó el ministro Matías Kulfas. Frase a la que el prócer, que el 20 de junio pero de 1820 pasó a la inmortalidad, seguramente le quitaría la palabra “nueva”.
“Siempre digo, un poco en chiste un poco en serio, que la negativa de la corona al proyecto de Belgrano anidó en su cabeza la idea de la revolución. Obvio que había otros motivos, pero es lindo pensar que eso ayudó a consolidar que debían emancipare", finalizó Fernando.


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