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Un "tradicional boliche" de la Calle Angosta llegó a cien años de vida

Fue cuna de encuentros cuyanos y ahí se forjó parte del repertorio popular local. Aún tiene sus puertas abiertas.

Por redacción
| 08 de noviembre de 2022
Hecho canción. Es uno de los tres locales que nombró Zabala en la cueca, junto a Don Manuel y Don Calixto. Foto: Juan Andrés Galli.

Uno de los tres “tradicionales boliches” que inmortalizó la cueca Calle Angosta se mantiene de pie, soportando el peso del paso del tiempo y los cambios de época. Los Miranda alcanzó los cien años de historia y todavía conserva sus puertas abiertas como testigo de la génesis y el posterior crecimiento de la cultura de Villa Mercedes y del resto de la provincia.

 

Aunque también en la zona funciona el reconocido Don Miranda y muchos los confunden, en realidad es un comercio mucho más longevo. Fue inaugurado en 1922 por Cándido Miranda como una apuesta para emprender después de haber quedado sin trabajo en las grandes huelgas ferroviarias de 1917. "Él era jefe de estación y quedó cesante, por lo que tuvo que salir a pelear la vida. Decidió poner el local aprovechando sus contactos, porque en ese momento estaba prácticamente desierto ese sector. Le traían mercadería de Buenos Aires y de otros lugares, y con eso abrió el negocio y el edificio donde está ahora”, contó Ricardo Ulises Miranda, quien es nieto del fundador y uno de los dos hermanos que actualmente son dueños del espacio físico y de la marca.

 

Su frente mira hacia el histórico empedrado de la calle de una vereda sola, a la altura de Pedernera y Mitre, en uno de los paseos de mayor potencial turístico de la localidad. En los comienzos, no obstante, aquel era un estrecho camino por el que transitaban las carretas y que se volvía cada vez más un paso obligado para quienes arribaban a la ciudad sobre rieles.

 

Por eso arrancó prácticamente como un negocio barrial de ramos generales, con el viejo mostrador que todavía conservan, en donde vendían todo tipo de comestibles y hasta forrajes para los caballos. Sin embargo, de a poco se convirtió en un nido para que florezca la música y la cultura cuyana.

 

“Tenía dos sectores. Uno que era el almacén, que era el permitido para las mujeres y los niños. Y un patio, donde se juntaban los hombres que normalmente salían de trabajar del Molino Fénix y del ferrocarril. Se juntaban, tomaban, comían y tocaban la guitarra”, explicó Ricardo.

 

El docente e historiador contó que el comercio fue el epicentro de muchos encuentros en los que se forjaron muchas de las canciones que ahora forman parte del repertorio popular de San Luis.

 

“Se estilaban mucho los serenateros. A partir de las diez de la noche, según la estación del año, salían a hacer las prendas, que eran dedicadas a una madre, a un cumpleañero, a las novias. Entonces se juntaban en el boliche, tanto para ensayar como para terminar sus recorridos de fiesta”, detalló.

 

 

Los serenateros se juntaban en el boliche, tanto para ensayar como para terminar sus recorridos de fiesta.  Ricardo Ulises Miranda

 

Allí, aseguró Miranda, José Adimanto Zabala aprendió a tocar la guitarra, cuando era apenas un niño. “Por eso la nombró en la cueca, porque es parte de su infancia”, señaló.

 

En la década del cuarenta, sin embargo, el espacio tuvo que modificar sus servicios. “En la familia había tres mujeres maestras y una de las costumbres de esa época era que una docente no podía tener vinculaciones y no podía andar sola en compañía de otro hombre que no fuera el padre, el hermano o el esposo. Y como las tres ejercían, el boliche tuvo que restringir la presencia de los cuyanos cantores. Además aparecieron otras ofertas comerciales y surgió la necesidad de achicar y quedó restringido a almacén”, relató.

 

Con el paso de las décadas, el local enfrentó diferentes momentos, sinsabores y alegrías, pero siempre se mantuvo vigente. Solo estuvo un tiempo con las puertas cerradas hasta finales de los setenta.

 

 

Emprendedores. Huck Medaglia y Fernández están al frente del restobar. Foto: Juan Andrés Galli.

 

 

Pero no fue hasta después del cambio de siglo que experimentó un resurgimiento, de la mano de diferentes emprendedores que se hicieron cargo de la concesión y lo modernizaron. La de Federico Huck Medaglia y Emiliano Fernández fue la sociedad que tomó el mando en 2011 y aún sigue al frente del lugar.

 

"Tratamos de mantener la esencia, no cambiarle el nombre y conservar la identidad de lo antiguo, pero a la vez darle una vuelta de rosca y adaptarnos a las nuevas necesidades en los menús y la música. Ya van más de once años que estamos y hemos generado un cariño muy grande con un lugar que tiene tanta historia", expresó Huck Medaglia.

 

 

Tratamos de mantener la esencia y conservar la identidad de lo antiguo,  pero adaptarnos a las nuevas necesidades.  Federico Huck Medaglia

 

Aunque el edificio tuvo modificaciones, conservan dos habitaciones con las paredes y los tirantes originales, que están en buen estado. También está la vieja barra y las estanterías del almacén. Y aunque en algún momento se hicieron muy conocidos por los lomitos, aseguran que regresaron a la cocina tradicional y criolla, al punto que realizan reservas desde otras localidades para ir a conocer el comercio.

 

"A veces me cuesta abstraerme y mirar todo desde afuera de estar en un lugar tan importante para Villa Mercedes. Pero mi familia también es muy tradicional del barrio Estación y creo que hay una conexión, un lazo muy fuerte", expresó el empresario.

 

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