21°SAN LUIS - Jueves 18 de Abril de 2024

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El pesebre: un espacio pequeño para la grandeza"

La Navidad nos revela el nacimiento de Cristo al mundo, el rey de reyes que se hizo hombre por amor al hombre. Desde su origen, Jesús fue el ejemplo más claro de la pequeñez del corazón, de la humildad, del servicio. Dice el Evangelio de San Lucas que cuando el Ángel le anunció a los pastores la llegada del Mesías, les manifestó: “Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un salvador, que es el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales, acostado en un pesebre”. Esa es la prueba más fehaciente de la pobreza con la que llegó al mundo y con la que dio ejemplo.

 

En este sentido, el pesebre es la práctica más común en los cristianos, pero al mismo tiempo sus significados a veces quedan opacados por el fervor de las Fiestas. Muchos armamos el arbolito, decoramos el pesebre, pero no reflexionamos el núcleo de ello. Ahí está escondido, a la vista de todos, un simbolismo inmemorial.

 

El primer pesebre fue realizado por San Francisco de Asís en Greccio, en el año 1223, tres años antes de su muerte. Y desde entonces, la representación invitó a la meditación y a la vivencia espiritual.

 

El pesebre, usualmente, se ambienta en una noche estrellada. Lo nocturno evoca el viaje interior de la fe, el camino que tiene una meta concreta: Jesús. La Virgen María representa el amor de Dios, la pureza, la fidelidad, la bondad. San José grafica la obediencia y la fortaleza, el trabajo y el sostén. El azul de la vestimenta de la Virgen y el marrón de la ropa de José rememoran la naturaleza divina y humana de Jesús.

 

El Niño es el centro de todo. Todas las figuras del pesebre lo miran, lo adoran. La estrella de Belén es la fe y la esperanza que guía a los magos de oriente y que guía al encuentro con Jesús. El Ángel es la bondad y la misericordia de Dios (el Ángel anunció el nacimiento a los pastores, que eran marginados; de esa convocatoria se alegoriza de alguna manera el llamado a los pecadores).

 

Los reyes magos representan a todas las personas del mundo y sus figuras quieren significar que Jesús nace para todos, no para un grupo de elegidos.

 

Como se observa, cada figura tiene un sentido. Sin profundizar demasiado en el concepto de cada una (hasta los animales grafican hechos), me conmueve particularmente la reflexión de los regalos que le hicieron al Niño Jesús: oro (por la realeza de Jesucristo), incienso (por su divinidad) y mirra (por la muerte y la resurrección).

 

En lo personal, si pienso en un significado general del pesebre, mi corazón me manifiesta (desde mi más profunda ignorancia) “Α y Ω”, principio y fin. El lugar de nacimiento del rey supremo es el sitio más pequeño del universo, el más pobre, el más sencillo, el más amoroso, el más glorioso, el inicio. Al mismo tiempo, el fin del todo.

 

Creo que un ejercicio edificante es contemplar el pesebre en casa, cada día. Ver no solo la belleza decorativa, sino pensar en las dignidades que se revelan, preguntarse y reiterarse si están en nuestras acciones, en nuestro interior; ir por ellas.

 

Cada Navidad, Jesús sigue naciendo. Si pensamos en la etimología, podemos decir que Cristo viene del griego "χριστός" y del latín "Christus", equivalentes ambos a “ungido”. Independientemente de las creencias, toda manifestación espiritual tiene un ungido. Que en estas Fiestas esos ejemplos nos unan en la búsqueda sincera, que exalta los valores más altos y que confluye en la práctica de la virtud.

 

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