La vida moderna, con la tecnología en el centro de la escena cotidiana, hizo mutar el antiguo concepto de ciudadano, poniendo en debate los límites y las características de un nuevo tipo de sujeto dentro de la vida social, con sus derechos y obligaciones.
El ciudadano digital es un concepto en plena formación que refiere tanto a aspectos individuales, como la seguridad y privacidad a la hora de navegar en internet, como también a asuntos colectivos ligados a la libertad de expresión y los límites para los discursos de odio.
Estos temas fueron objeto de debate en un seminario web organizado por el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ) y su Red Internacional de Periodistas (IJNet).
Héctor Faya, director del Programa de Políticas Públicas y Gobierno de Meta —nueva denominación de Facebook— para América Latina y el Caribe, además de profesor de Derecho Digital y Libertad de Expresión en la Universidad Iberoamericana de México, aclaró que “un ciudadano digital no es alguien que solo utiliza internet”, sino que se trata de un concepto disruptivo, asociado a que “el mundo digital es libre, no tiene fronteras ni límites geográficos, es ágil y universal, no distingue de edades, origen ni nación”.
La idea de ciudadano viene de la antigua Grecia, cuando la sociedad decidió “en vez de unirnos a discutir lo que nos hace únicos veamos lo que nos hace grupo y da un sentido común”. Esto trajo consigo la democracia como forma de gobierno y el impulso del arte y la filosofía: “La historia de los griegos nos hace ver que un buen ciudadano es la persona que puede escuchar, razonar, ver y ponerse en los pies del otro”.
Esa idea puede sonar lejana si uno mira el actual nivel de debate en las principales plataformas o foros. Hay que entender el concepto de ciudadano digital como algo “mucho más poderoso de lo que creemos”, ligado a una nueva sociedad, donde “la tecnología se usa para mejorar a la comunidad, permite defender nuestro punto de vista en un marco de respeto y tolerancia, y reconoce la validez de una información”.
Marianne Díaz Hernández, abogada y escritora experta en derechos digitales, fundadora de la ONG Acceso Libre y premiada por su trabajo contra la censura en Venezuela, planteó como punto primordial que si bien hoy el acceso a internet es masivo, aún no llegó a “más de un tercio de la población mundial”.
“Cuando nos acostumbramos, pasa a ser un derecho y forma parte de nuestra vida cotidiana, pero se nos olvida que hay gente que nunca tuvo acceso y esa es su manera de experimentar el mundo”, expresó.
El acceso a la tecnología no es solo “tirar un cable y que haya internet en una zona”, sino que esa conexión debe tener buena potencia, la persona debe poder costearlo y, en agregado, tener las competencias necesarias para su uso. Solo superando estos niveles se logrará “un acceso verdadero y genuino”, remarcó.
“El primer derecho digital es el acceso; sin eso se cancelan todas las posibilidades”. La idea de brecha digital se refiere tanto a la falta de infraestructura como a la falta de recursos y conocimientos para hacer uso de la tecnología.
Superada la primera instancia de acceso, vienen “los derechos a la libertad de expresión, la privacidad y la seguridad”. También el derecho a recibir información no distorsionada.
Para los analistas de este nuevo concepto, es parte de las obligaciones de los ciudadanos digitales “preservar la vida de otros, respetar sus derechos y no calumniar a otras personas”.
El camino de la ciudadanía digital recién está en sus inicios.


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