Flor Paz dejó su semilla en dos escenarios de San Luis
La cantante santiagueña se presentó en el Boliche Don Miranda y en la peña Lo de Peky.
La primera visita a la provincia de Flor Paz tenía un objetivo claro, en parte relacionado al concepto de su nuevo disco, consecuentemente bautizado “Soy semilla”. Como ella misma se describe en el título de su álbum, en este momento de su carrera su intención es trabajar en la primera etapa de la germinación para que en el futuro la cosecha sea más grande.
Al terminar su segundo recital de la gira puntana (que comenzó el viernes en el Boliche Don Miranda de Villa Mercedes y terminó en la madrugada del domingo en Lo de Peky, en Potrero de los Funes), la cantante santiagueña estaba complacida por su performance en el escenario y porque sentía que la finalidad de su viaje estaba cumplida, más allá de la cantidad de espectadores que la vieron.
En lo que lleva de trayectoria, Flor parece no sentir el peso de la herencia que significa ser hija de Onofre Paz, verdadero prócer del folclore nacional, fundador de “Los Manseros Santiagueños” y personaje polémico en la escena. Por el contrario, la humildad y la simpatía de la joven parecen ser sus cartas de presentación.
En los recitales en la provincia, Paz se preocupó por saber qué porcentaje del público la había ido a ver por primera vez y se emocionó cuando descubrió que algún espectador la acompañó en las letras de las canciones. “Con eso, ya me voy realizada”, dijo en la noche de Potrero.
Si bien hasta ahora Paz trató de no despegarse de las tradiciones santiagueñas, los saltos hacia ritmos y estéticas renovadoras aparecen naturales en su forma de presentarse. Un cuidado look que incluye vestuario, maquillaje y accesorio la acercaron más a colegas como Charo Bogarín que al legado mansero. Lo bueno es que más allá de lo externo, la artista no pierde su esencia familiar.
La demostración más firme de eso fue, sin embargo, la determinación, férrea, contundente y elogiable de Paz de cantar sus propios temas, muchos de ellos con componentes suficientes para considerarse obras urgentes de estas épocas en las que el folclore nacional muestra una necesaria renovación.
“Vamos a sentirnos como en el patio de nuestras casas”, prometió Flor al inicio de los recitales, sentada al bombo, una posición que –admitió- no es frecuente en ella, acostumbrada a bailar y acompañar con su cuerpo las melodías. Sentados a sus costados, un guitarrista y un bandoneonista le hicieron la segunda tanto en lo musical como en las amenas charlas que tuvo con la gente.
Al finalizar cada canción, la artista se explayó en anécdotas, agradecimientos y presentaciones que completaron un show con mucha música, pero que tenía como principal objetivo dejar a Paz en la memoria de los espectadores.
Esa meta requería de un organigrama que Flor preparó al detalle y que expuso al dividir el concierto en segmentos. El primero estuvo dedicado a “Soy semilla” y contó con “Una canción que no terminará”, el bello “Dos orillas”, “Fruto” y “Morenito”. En el segundo, más breve, repasó algunos temas de discos anteriores; en un tercero presentó parte de la obra de su padre y el cuarto, absolutamente bailable, se compuso de clásicos de la música santiagueña.
Redacción/MGE


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