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La despensa "Sandra", más de cincuenta años con los vecinos de Nueva Galia

Es atendida por Antonia, su propietaria. Para los clientes, el negocio es un patrimonio del pueblo.

Por redacción
| 25 de abril de 2022
Dueña. Antonia aún no piensa en cerrar el negocio. "Me aburriría", afirmó. Foto: El Diario.

La despensa "Sandra" es un negocio de Nueva Galia que tiene más de cincuenta años. Señalaron que en otras épocas era más completo; hoy se limita a vender golosinas, artículos de limpieza y algunos productos comestibles. Para los vecinos es un patrimonio de la localidad, porque es el comercio más antiguo y aún sigue funcionando.

 

La dueña se llama Antonia Gil (82) y junto a su esposo, Clemente Castellano (quien falleció en 2006), compraron la vivienda a principios de la década del '70, ubicada en San Martín y Pedernera. "Adquirimos la propiedad a los meses de que nos casamos, reformamos la parte de adelante y llamamos al negocio 'Sandra', en honor a nuestra hija recién nacida", manifestó.

 

En un comienzo era un comercio que vendía productos comestibles, golosinas, aceites de envases de distintos tamaños, sifones de soda, vino en damajuana de diez litros, fiambres y quesos, entre otros artículos.

 

"Estaba más equipado. Tenía las estanterías repletas de artículos de comida y tenía góndolas de madera donde estaban los sacos de azúcar y la yerba, que vendíamos sueltos. Los servíamos en una pala en pequeñas bolsas y los pesábamos en una balanza", recordó.

 

En una época, el negocio tenía los encendedores Carucita, que se comercializaban con mechero y funcionaban a bencina. "Muchos clientes llegaron a comprarlos, eran muy vendidos en ese tiempo. Había gente que cuando se le acababa la bencina venía al negocio y, si no teníamos, le colocaban querosén", detalló.

 

Si bien tenían un horario de atención, a las 21 podían cerrar, pero por dos horas más atendían si les golpeaban la ventana que había en el frente del negocio, que era del tipo colonial con barrotes de hierro.

 

"Cuando lo cerrábamos, 'Pocho' (como le decían a su difunto esposo) se quedaba a atender a los personas de la zona que venían de trabajar de los campos. Venían en sus sulkys y compraban bastante mercadería. Él les servía un Vermut, Gancia o Cinzano a los clientes, que hacían un alto para comprar y de paso tomaban algo. Inclusive solía hacer una picada con unos salamines y quesos que vendíamos. Los invitaba y no les cobraba, para él era un símbolo de amistad", describió.

 

Con el paso del tiempo, fueron sucediendo muchos cambios en la localidad. El ferrocarril dejó de pasar y disminuyó la generación de trabajo, panorama que causó que se cerraran varios comercios de la zona. Pero la despensa "Sandra" continuó abierta. "Cuando arrancamos, el pueblo tenía 300 habitantes. Apostamos y fuimos evolucionando", manifestó.

 

Las ventas son menores que en años anteriores. A pesar de esto, Antonia no piensa en bajar las cortinas. "Cuando falleció mi esposo lo pensaba cerrar, pero mis amigos y familiares me dijeron que me iba aburrir si lo hacía. Además, para los vecinos es como un patrimonio del pueblo, porque es el más tradicional de los comercios de la localidad", destacó.

 

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