16°SAN LUIS - Lunes 29 de Abril de 2024

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¿De qué se ríen?

Una familia muy (a)normal invadió hace 18 años la televisión argentina y se convirtió en un fenómeno. Ahora, el trato matrimonial genera algunas controversias: ¿cambió el humor o cambiaron los espectadores? 

Por Miguel Garro
| 11 de julio de 2022

No hay que irse muy lejos en el tiempo para encontrar una nueva referencia a “Casados con hijos”, la inolvidable, vigente y desde hace unos años polémica sitcom que Telefe estrenó en 2005. En el primer capítulo de la última temporada de “Better call Saul”, que se emite por Netflix, un personaje con cierta relevancia en la trama —el de Michael Mando— llega a un hotel en la huida de un grupo de delincuentes que quieren matarlo. De mala muerte, oscuro y sucio, el hospedaje es atendido por una mujer que ve interrumpida su atenta visión de la televisión por el fugitivo. En el aparato se escucha la voz de “Coqui” Argento, en una discusión con su hermana Paola.

 

"Coqui" y Paola son los hermanos Darío y Luisana Lopilato, quienes representaron a los hijos en la comedia argentina que copió el formato a “Married… with children”, la serie que la cadena Fox de Estados Unidos sacó, con relativo éxito, en 1987. El matrimonio protagonista de la versión argentina estaba compuesto por Guillermo Francella y Florencia Peña, y completaban el elenco Érica Rivas y Marcelo de Bellis, como una pareja vecina con mucha influencia en la vida de sus amigos que fue ganando textos y escenas a medida que se proyectaba la sitcom. “Si son Dardo y María Elena, pasen…”.

 

En medio de la danza de nombres, vale la pena detenerse en las razones por las que un programa de televisión estrenado hace 18 años mantiene una vigencia inusitada aún con una serie de cuestionamientos hechos desde diversos sectores, acrecentados en los últimos años. La respuesta más rápida se podría buscar y encontrar en las incansables repeticiones que el canal dispuso hasta hace pocos años. 

 

El 12 de abril de 2005, Telefe puso en el aire por primera vez la sitcom y, motivada por un Francella en esplendor, consiguió un promedio de rating de casi 30 puntos. Pero a medida que pasaron las semanas y los cambios de horarios no resultaron (se emitió a las 21:30, a las 22:30 y a las 23), la expectativa se fue diluyendo, hasta que llegó a un piso de 7 puntos. Como suele pasar en la pantalla chica, la consecuencia fue el levantamiento.

 

Pero tiempo después, algún programador tuvo la idea de tapar un bache que le quedaba a las 20 con la repetición del enlatado y todo estalló. El paso siguiente fue una segunda temporada, emitida en 2006 y que sería la última.

 

El contexto de la televisión argentina aquellos años era tan incierto como el actual, aunque con un glamour y un crédito económico que ahora no hay. El mismo año del estreno de la serie de Francella, Telefe sufrió una dura huida con el desembarco de Marcelo Tinelli con Showmatch —continuación del iniciático “Videomatch” y germen de todos los “Soñando…” que se conocieron 

 

años después— y en noviembre Canal 13 salió a recuperar el segundo puesto que había perdido con “La noche del 10”, lo más parecido a un show nocturno de calidad que hubo en la tele vernácula, más allá de la inmadurez de su conductor.

 

 

La hora de ponerse serios

 

Visto con la perspectiva de los años y con los cambios que experimentó la sociedad con diversos movimientos (justamente abanderados de la diversidad), el contenido de “Casados con hijos” pasó de ser gracioso y popular a misógino y aberrante. El programa estigmatizaba a las mujeres como insensibles, dependientes, sometidas (el caso de Moni Argento, el personaje de Peña), bataclanas, huecas, superficiales (el de Paola) o borrachas e histéricas (el de Rivas). En cambio, los varones eran graciosos, trabajadores, sufridos y cancheros (el insufrible “Pepe” Argento) o ganadores, exitosos y facheros (Marcelo de Bellis). El contrapeso era “Coqui”, el hijo poco despierto de la familia.

 

La propuesta, en realidad, no escapaba de un entorno televisivo que mantenía esa misma sintonía. Tinelli ya había cortado decenas de polleras a sus bailarinas y América intentaba una vez más hacer pie en la ficción con la indescriptible “Los machos de América” y con la chilena “Machos”, que, afortunadamente, duraron poco. Más tiempo en la pantalla estuvo el emparejamiento en cuanto a calidad y temática que hizo Canal 13 en la ficción con “Mujeres asesinas”.

 

A partir de las repeticiones de “Casados…” y del éxito de audiencia, Telefe vio que la ecuación costo beneficio le era favorable y comenzó un bombardeo de emisiones al punto del abuso. Con eso, además de la consolidación de un público cada vez más grande, se generaron las primeras polémicas en una producción que con el tiempo soportaría algunas otras.

 

Lo desleal de competir con una serie ya vista en varias ocasiones y obtener mejores números que algunos estrenos de costosa producción fue una acusación de la que el canal se podría deslindar de responsabilidades con facilidad. Pero el hecho de que los actores casi no recibieran tributo económico por las repeticiones hizo que algunos (sobre todo los que tenían participaciones esporádicas) hicieran sus reclamos ante un micrófono abierto.

 

En el caso de los guionistas —un elemento clave en la producción audiovisual—, la situación fue distinta. Carlos Vera Da Souza, representante en San Luis de Argentores, lo explica con claridad: “Por ley, los guionistas deben recibir una cantidad de dinero por las repeticiones, ya sea por la licencia de alguna adaptación, como fue el caso de 'Casados con hijos', y además por su propio trabajo en la versión argentina. El problema con los guionistas es que como no están sindicalizados, a veces quedan desprotegidos”.

 

Atento a una de sus especialidades en la industria audiovisual, Vera Da Souza consideró que la adaptación que hicieron los guionistas de la sitcom fue lo mejor del producto. “Estaban muy bien logradas las situaciones con una bajada a lo cotidiano, a lo argentino, aunque más que nada a lo porteño, algo que se ve muy seguido. Aunque creo que en otros productos, como ‘La niñera’, el trabajo fue más fino”, opinó el trabajador, quien no vio “Casados…” con frecuencia, cansado del estereotipo Francella. 

 

La pregunta, 18 años después de que millones de argentinos se rieran todas las noches de “Pepe” menospreciando una y otra vez a su esposa, es por qué ahora eso hace, en algunos casos, un poco de ruido. “En familia se consumían programas que estaban pensados para toda la familia, en teoría. Hasta no hace mucho no se cuestionaban tanto de qué nos reímos. El humor iba por ese lado. Era bullinero y se trataba de mostrar en formato de chiste los fiascos de una familia tipo del 2000”, asegura la comunicadora y emprendedora cultural Anahí Viteri. 
Cuando se dedicaba a la gestión, Vi 

 

rías y sobre todo a la libertad de elección, sus chistes tocan puntos oscuros como la pedofilia, el incesto y la violación. Aunque es de la generación que pudo consumir a Francella y Peña todos los días, asegura que no lo hizo con tanta frecuencia.
“Me parece que es una buena forma de ver una época del humor argentino. A la distancia podemos ver un montón de cosas que nos hacen ruido pero no se puede hacer de cuenta que no pasaron y que hoy en día sigue representado y gustándole a mucha gente; por algo pasa eso”, sostuvo en una charla con Cooltura.

 

Anahí coincide en parte con ese análisis: “La serie muestra lo chistoso de situaciones puntuales, pero no se muestran las emociones reales que un caos familiar como ese causa en cualquier persona. Se oculta la parte oscura. Y en ese sentido, creo que se alimenta algo de una manera engañosa”. 
Parece claro que aquel que se rió con los gags de la serie familiar encontraba algunas situaciones conocidas y, ¿por qué no?, vividas. Los diálogos, los gestos de fastidio, los insultos, la cruel indiferencia y el rechazo no les fueron desconocidos a muchos de los espectadores de “Casados…”. “A veces nos paramos a analizar el humor y por dónde van los chistes, pero si una familia lo ve y se ríe puede ser por empatía o una exageración de lo que son”, resuelve Upstein.

 

“Hay una evolución social —concluye Viteri— que vino de la mano de las tantas luchas por los derechos humanos, contra la discriminación, contra la violencia de género, que nos para en un lugar que ya no es el mismo. Ya es difícil que alguien se ría de lo mismo de lo que se reía antes”. 

 

 

El después

 

Cuando el jugo de la comedia familiar ya estaba exprimido, tomado y digerido, un productor tuvo la idea de llevar “Casados con hijos” al formato teatral y lo que debería haber sido la continuidad de un éxito que obligadamente tenía que reformularse derivó en un escándalo con acusaciones cruzadas y la separación de Érica Rivas del elenco.

 

Aparentemente, la actriz intentó implementar algunos cambios en los guiones respecto a su personaje —la tan férrea como inolvidable María Elena Fuseneco—, que los productores no estaban tan dispuestos a aceptar. De allí a la difusión del hecho, a las discusiones mediáticas y la suspensión de la obra hubo un chiste de mal gusto de distancia.

 

Autodeclarada feminista —un rol que también tenía María Elena—, Rivas adjudicó a esa condición la decisión de prescindir de ella para la versión teatral, todavía pendiente y nuevamente retrasada ante los proyectos cinematográficos de Francella, los televisivos de Peña y el embarazo de Lopilato. De ser cierto lo que expresó la actriz, algunas explicaciones sobre los chistes de los que se alimentó el ciclo empiezan a desvelarse.

 

Llama la atención que Peña —también declarada defensora de los derechos de las mujeres y enemiga de la estigmatización que en sus redes parece alimentar— no haya mostrado ningún indicio de solidaridad con su colega y mantuviera el mismo silencio que mantuvo cuando los actores se quejaban de la repetición constante del ciclo. Hasta abril de este año, Florencia continuaba en la grilla del canal como conductora o como acompañante repetida de los viajes de Marley en “Por el mundo”.

 

Ahora, Florencia alimenta la realidad televisiva con su programa nocturno en América, en donde se la ve empoderada, luchadora y dominante, y, cada vez que puede, reivindica la sitcom que hace casi 20 años se constituyó, posiblemente, en la bandera blanca que sobrevive al naufragio de las últimas imágenes del patriarcado.

 

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