Por un puñado de risas
El cineasta que tuvo su pico máximo de éxito en los 90, cuando cambió el remate de los chistes y subió a escena a humoristas como diego Capusoto y Alfredo Casero, habló con Cooltura sobre la posibilidad de retomar la risa amiga.
Tal vez no esté del todo claro, pero Néstor Montalbano fue parte fundamental del cambio de paradigma en el humor argentino, que comenzó con un programa de televisión como "Cha cha cha" en la década de los 90 y marcó a toda una generación de adolescentes.
Pese a su bajo perfil y a su contracción al trabajo —o quizá por eso mismo— fue parte del equipo que se convirtió en la piedra fundacional de un cambio radical en la forma de hacer humor en Argentina. El director y realizador de cine y programas de televisión fue artífice del quiebre de una época en la que predominaban las vedettes cosificadas y los capocómicos salameros, el chiste en el insulto y la violencia. Desarrolló junto a Alfredo Casero y Diego Capusotto, entre otros actores, un humor absurdo y surrealista que divertía sin ofender, algo totalmente nuevo para la televisión argentina de los 90.
—¿Qué acontecimiento hizo que te intereses en el mundo del cine y en consecuencia que te conviertas en director?
—El disparador fue ver películas como “Juan Moreira”, de Leonardo Favio. Tenía 12 años cuando la vi por primera vez y fui ocho días seguidos al cine a verla; me encantaba ver un gaucho nuestro que dejaba de lado los Clint Eastwood y todo eso. Fue una cuestión muy personal. Yo también vivía en el campo, en la localidad de 9 de Julio en provincia de Buenos Aires, y eso me aceleró de tal manera que cuando tuve 18 años dije: “Soy cineasta, a mí lo que me gusta es el cine” y empecé a convocar a toda la gente del pueblo para realizar películas que hicieran divertir.
"Desde que empecé a parir el guion de mi nueva película vi que uno de los protagonistas era Diego Capusotto"
—¿Cómo fueron los inicios?
—Comencé con remakes de películas de ese momento, como “El bueno, el malo y el feo” y “El padrino”, y así desarrollé una industria del cine, un pequeño Hollywood. La gente me empezó a acompañar, eran películas de una época que no había video, las hacíamos en Super-8, era cine amateur, pero cine al fin. De a poco me fui haciendo muy famoso en la zona, empecé a ganar premios, hasta que un día me encontró un rector de la Escuela de Cine de Buenos Aires y me dijo que me fuera para allá.
—¿Por entonces te dedicabas a otra cosa?
—Era panadero, era grande. Ya habían pasado como 6 años desde aquel momento, pero seguía produciendo películas de masas en las que todo el pueblo colaboraba. Iba a la Municipalidad y me daban dinero para hacer más. Inevitablemente y contra mi voluntad, porque nunca quise dejar mi pueblo, me fui a Buenos Aires y ahí estudié y la vida me llevó y llevó a este lugar involuntariamente también. Terminé haciendo programas como “Cha cha cha” y “Todo por dos pesos” a los que les aporté el trabajo que había hecho en 9 de Julio. Ese fue mi comienzo, la génesis por la que yo en este momento estoy acá.
—¿Cómo se consolida el equipo con Alfredo Casero y Diego Capusotto?
—En 1992 ya había egresado de la escuela de cine y había ganado un premio muy importante con las películas que hacía en 9 de Julio. Premiado, viajé a París dos veces, y de regreso comencé a buscar laburo en lo que sea, pero tratando de meterme en la televisión o en algún medio audiovisual. Ingresé a América 2, como se llamaba en aquel momento, me presenté humildemente como un productor y un tipo que estaba ahí adentro me descubrió el talento que tenía para dirigir; lo que se estaba formando era justamente un grupo que derivó en "Cha cha cha" con Casero.
—¿Cómo fue la relación con él?
—Cuando conoció mi estilo me dijo: “Pero yo te tengo que conocer más”, yo le había hablado de esas películas que hacía en mi pueblo, entonces decidió ir para allá y vio lo que hacía. No lo podía creer y ahí me invitó a ser parte de "Cha cha cha". De esa manera lo conozco a Capusotto, y de toda esa camada con el actor que más me relaciono actualmente es con él. De hecho, la película que voy a hacer ahora lo tiene como protagonista. Es realmente el actor con el que nos hicimos muy amigos y estamos en esto desde el comienzo.
—¿Considerás que todas estas producciones marcaron a una generación de adolescentes en los 90 y principios de los 2000?
—Sí, porque marcó un nuevo lenguaje y creo que es algo como lo que existe hoy. En ese momento, estamos hablando del año 1992, donde uno no creía en nada, veníamos de un gobierno de milicos, habíamos pasado la hiperinflación de Alfonsín, estaba Carlos Menem que proponía otra cosa, y los inquietos éramos puros, no estábamos contaminados del sistema mediático. Vimos la oportunidad de un productor, de un dueño de un canal, que nos dio un programa, que fue “De la cabeza”, para hacer con total libertad.
—¿Cómo fue eso?
—Ellos no se metieron en nada, sino que creyeron en nuestro talento, pero nos dijeron: “Eso sí, no tienen dinero, hay una pared ahí, traigan sus guiones y vístanse ustedes”, y de esa manera eso inspiró una energía y una pureza en la que no éramos conscientes del rating, no nos importaba. Había una gran necesidad de cambiar ese lenguaje que hasta el momento ofrecía Olmedo y toda la televisión del humor de ese momento. Y como todo fue innovador llevó su tiempo, pero se fue afianzando y creo que sigue, hasta en las publicidades empezaron a tomar ese lenguaje.
—¿Cuál es la situación en la actualidad?
—Yo creo que hoy los jóvenes tienen esa misma posibilidad, pero están absorbidos por un sistema, como nos pasó a nosotros. El problema que hay hoy es que nosotros venimos de una generación que comía de todo como los animales, lo que había se comía, y hoy a los animales les dan piedritas para comer y nosotros los humanos también estamos comiendo piedritas. No podemos distinguir ni salir de ese encasillamiento que tiene un formato que viene de afuera. Entonces necesitamos nuestra propia identidad, que es muy difícil porque no tenemos medios de difusión, están absorbidos por las plataformas y es muy complicado llegar, y cuando llegás son productos como “Santa Evita”, que no es un producto argentino, entonces esta generación tiene otras cosas que nosotros no teníamos, que es la facilidad con la que pueden hacer cosas con un celular. Lo que pasa es que durante mucho tiempo las cosas venían muy de arriba entonces con esta necesidad de hoy nos encontramos como si fuera el neorrealismo italiano, tenemos que fabricarnos de nuevo y mostrarnos como somos. Para eso la libertad está, lo que se necesita es el rigor, el compromiso. El joven quiere hacer, pero no quiere madurar una cosa e ir a la excelencia. Todo es consumo rápido, pero en algún punto hay una variedad que antes no había en las redes sociales.
—¿Hay posibilidades de hacer otra película con la dupla Diego Capusotto-Luis Luque?
—Sí, porque somos amigos. A veces en la película no cuadran los personajes, como por ejemplo en esta que voy a hacer ahora. Desde que empecé a parir el guion vi que uno de los protagonistas era Capusotto, más allá de la amistad yo nunca le voy a ofrecer algo por una cuestión de especulación, de porque es mi amigo va a estar en la película, entonces se tiene que dar esa combinación de tener un guion para juntarlos a ellos dos que de hecho estuvo y no lo pude hacer en su momento por algunas complicaciones, pero hay un par de guiones que los esperan nuevamente. Ojalá que podamos completar la triada que hicimos con “Soy tu aventura” y “Pájaros volando”.
—¿Cómo viene el proyecto de esa nueva película?
— El rodaje lo tengo previsto para empezar el 17 de octubre y terminar el 18 de noviembre. Si Dios quiere vamos a llevar gente de San Luis para que trabaje en la película. Todavía estoy en la búsqueda de dos protagónicos femeninos.
—¿Cómo es tu relación con San Luis?
—Desde que filmé la primera película, que fue en 2005, vine como codirector y ahí fui conociendo gente con la que intercambiamos trabajos acá y en Buenos Aires, tengo una relación de mucho cariño y respeto, es un ida y vuelta, es como una tercera casa mía. La verdad San Luis es la provincia que está en un lugar privilegiado de mi corazón. Uno ve que ustedes tienen mucha dignidad. En este mundo tan trastocado esta ciudad es un lugar todavía de paz y de dignidad.


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