La enorme importancia de algunos gestos

Quizás por compleja y profunda, la realidad cotidiana suele nutrirse de pequeños gestos que en otros tiempos podrían haber pasado desapercibidos, o simplemente juzgados de insignificantes. Es cierto que la velocidad en la transmisión de cualquier suceso, y su difusión universal, contribuyen a la divulgación y a la posibilidad de otorgarle otra magnitud. En algunos casos cuesta compartir esa significación. Incluso, muchas veces, algunas interpretaciones no coinciden con el sentido que se pretendió otorgar a la novedad. Cabe entonces rescatar ciertos gestos y, obviamente, dejarlos sometidos a la personal interpretación del lector.

La crónica es de La Opinión Austral: “…Mariano Ruiz es un pescador de Río Gallegos que cada vez que iba a la costa —junto al puerto a veinte kilómetros de la capital de Santa Cruz, allí en la desembocadura del río Gallegos donde se abre al Mar Argentino— ponía una bandera nueva sobre un mástil que una vez, en 2019, improvisó con una caña de pesca a metros del emblemático barco Marjory Glen, que quedó varado en 1911 y fue blanco en las prácticas de los pilotos argentinos en la Guerra de Malvinas. El estandarte flameaba gracias al viento patagónico. Un día iba dispuesto a renovar el estandarte y se encontró con la grata sorpresa. La paisajista Mónica Raddavero de la empresa petrolera CGC mandó a construir un mástil con hierro y cemento. Y junto al mástil un cartel que rezaba: 'Estimado Galleguense (anónimo): su ejemplo de patriotismo no ha pasado desapercibido. Hemos notado que durante varios años ininterrumpidos ha colocado periódicamente una bandera en este sitio. Le hemos dejado un mástil. Tenga usted el honor de poner la primera bandera en él. GRACIAS. Otros Patriotas Anónimos, como usted'. A Mariano se le erizó la piel y los ojos se humedecieron. Luego las redes sociales facilitaron que se contactaran…”.

Un gesto, una circunstancia, un encuentro. Quizás, justamente, de eso se necesite en la Argentina, de pequeños encuentros. Con un marco como el de la Patagonia. Con un símbolo en común: la Bandera. No es menor compartir un símbolo, respetar los mismos colores, sentirse cobijado por las mismas cosas. Con un pasado en común, y en ese pasado las Islas Malvinas. Una cuestión profundamente enraizada en el pueblo argentino. Las canciones de festejo más populares del último Mundial de fútbol hacían una explícita referencia en este sentido: “…los pibes de Malvinas que jamás olvidaré…”. Cuestión que extrañamente los medios de comunicación soslayan. O le dedican muy poco tiempo, o la reflejan más banal y ligera de lo que es. Hay un fuerte reconocimiento del pueblo a la causa Malvinas, a los héroes, a los muertos, a sus familias.

Es muy interesante reforzar esta idea de que existen notables acciones anónimas, que no buscan ni fama, ni popularidad, y que responden a los mejores sentimientos de grandes ciudadanos que no encierran segundas pretensiones. Bien contrarios a ligerezas y estruendos, que solo pretenden difusión y mediocre prosperidad. Habrá que hacer esfuerzos para que unos les dejen más espacios a los otros. Está claro que en la agenda de algunos ciudadanos las cosas están bien en orden. Ojalá la agenda pública y la agenda de los medios de comunicación copien el criterio. Será cuestión de focalizar mejor la grandeza y el talento. De reconocer dónde anidan los valores y las acciones que nos pueden permitir prosperar como sociedad. Está en cada uno y en generalizados criterios sociales.

El gesto puede ser juzgado como menor. Pero es reconfortante saber que existen hombres y mujeres que rescatan lo bueno, que respetan su esencia y sostienen hábitos y costumbres de la mejor especie. Bien vale agradecerles a la distancia su enorme aporte a un futuro común mucho mejor.