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Nacieron prematuras, lucharon por su vida y hoy cumplen 15 años

Habían sido operadas por una afección que impacta en los sistemas respiratorio y cardíaco. Se trata de Aymara y Kiara Díaz, hermanas mellizas, de Naschel. Su historia está llena  de esperanza

Por Nicolás Gatica Ceballos
| 20 de noviembre de 2023
Las miradas de la vida. Kiara y Aymara, las hermanas que lucharon con todas sus fuerzas para andar el mundo.Foto: gentileza Jésica Díaz.

Aun en la peor de las tormentas, siempre sale el sol. Aunque la noche sea larga, la esperanza es el hilo de plata que transforma el miedo en fortaleza, la desesperación en paz, la inquietud en amor; al final del túnel siempre está el lucero. No son frases hechas. En la historia de Aymara y Kiara Díaz, hermanas mellizas, de Naschel, son conceptos que conforman el núcleo central de la vida. Después de haber afrontado un nacimiento difícil, con severas dificultades de salud, hoy pueden celebrar la felicidad de sus 15 años.

 

Jésica Díaz, la mamá, dialogó con El Diario de la República y recordó todo lo vivido, que fue prácticamente de película. El caso tuvo trascendencia y este medio lo publicó en su momento. En cada instante de la entrevista, brotaron palabras de agradecimiento a todo el personal del por entonces Policlínico Regional, y las familias, que en situaciones similares compartieron extensas horas a la espera de la recuperación de sus hijos.

 

Todo se remonta a noviembre de 2008. Jésica empezó con contracciones y la atendieron en Naschel. El panorama era difícil y la derivaron a Villa Mercedes, pero finalmente el lugar de internación debía ser el Policlínico Regional, que en su momento revestía la complejidad acorde al caso. No había forma de retenerlas, a pesar de que el tiempo era demasiado pronto para un nacimiento: apenas 26 semanas. El destino estaba marcado: Aymara y Kiara debían venir al mundo. Nacieron el 20 de noviembre, minutos después de las 00.

 

“Fueron prematuras extremas. Kiara pesó 880 gramos y Aymara nació con 780 gramos. Fue un diagnóstico complicadísimo. Salí del quirófano y las vi al otro día, a las 10 de la mañana. Yo lo único que escuchaba era que corrían, había muchos médicos y enfermeros para dos bebés. Yo tenía 19 años; fue la primera vez que fui mamá. Nacieron con bajo peso, no respiraban por sí mismas, tenían cables por todos lados”, expresó con notable emoción.

 

Las pequeñas tuvieron una afección que impacta en los sistemas respiratorio y cardíaco, denominada ductus arteriovenoso. “Es como una arteria, una venita, que cuando nacen los bebés se cierra. A ellas no se les cerraba. Hay niños a los que no les afecta, pero en ellas sí. El problema era la cirugía, porque no pesaban ni un kilo”, señaló.

 

Entre el dolor y el miedo, Jésica —una mujer resiliente— no se despegó de sus hijas. Toda la recuperación de las pequeñas y su propia recuperación transcurrieron en la residencia del nosocomio. Por su mente pasaban miles de cosas, en medio de visitas que dejaban lágrimas. Toda la familia y la gente cercana estuvieron presentes. Y en el proceso, fue clave la contención del personal.

 

Un recorte imborrable. Jésica, la mamá, guarda la noticia de la cirugía.

 

 

En las interminables noches, que seguramente traían más dudas que certezas, fue importantísima la charla con las enfermeras, con los trabajadores del hospital. Y también, con las familias, que —por distintos casos— aguardaban noticias de evolución en la salud de sus pequeños. Jésica fue clara: sin la ayuda profesional y humana, contar la historia quince años después no hubiera sido posible. No encuentra palabras para agradecer a cada uno.

 

A pesar del temor, sabía que todo iba a estar bien. En   una nota de El Diario, publicada el 5 de enero de 2009, Jésica había manifestado: “Quisiera que mis hijas se recuperen para ir a casa pronto”. Ese deseo costó, pero se cumplió. El corazón de una madre nunca falla.

 

“Unos días antes de las Fiestas no las podían mover. Entonces se desocupó el área de Neo para poder operarlas. Fue todo un operativo. Vinieron médicos de Córdoba. Primero operaron a una; la otra tardó un poquito más, por cuestiones del corazón: tenían que esperar que se estabilizara. Había como sectores y las mías estaban en Terapia 1; movieron a otros bebés para poder operarlas a ellas. Es imposible olvidar; pasé las Fiestas ahí. Mi primera Navidad con ellas fue en el Policlínico, con algunas enfermeras que estaban de turno. La contención que tuve fue muy grande”, comentó.

 

Tras la intervención, a Aymara se le infectó un punto de la cirugía, pero no fue nada grave. A Kiara le costó salir del respirador (lo tuvo por un mes y medio, aproximadamente). Después tuvieron retinopatía del prematuro; no se les alcanzó a desprender la retina, pero tuvieron que afrontar otra cirugía. La operación —con láser— fue en San Juan y las llevaron desde el Policlínico Regional.

 

Jésica no descuidó un segundo el seguimiento posterior y dispuso todos los controles pertinentes, incluso en la actualidad. Fue un proceso extenso, pero hoy tiene sus frutos. No puede contener las lágrimas y en su garganta se teje un nudo: “Hoy, que las tengo grandes, me emociona; son supervalientes”.

 

Las cosas que en toda familia son motivo de orgullo, como el aprender a caminar, el primer diente que se sale y aprender a leer, fueron potencialmente valoradas por los seres queridos de Kiara y Aymara. Y es que cuando la vida da una segunda oportunidad, todo tiene un sabor más dulce.

 

“Son adolescentes totalmente comunes, tienen su carácter (risas) y las cosas de todas las chicas y chicos de su edad. Les encanta salir, son familieras, les gusta la música”, mencionó.

 

Hoy, ya con 15 primaveras, las copas en alto no podrán evitar la palabra “gracias”. Y los deseos, que nunca se extinguen, irán por nuevos sueños sin olvidar que las mellizas son unas luchadoras de la vida.

 

 

Redacción / NTV

 

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