SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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Una productora que da pelea a la falta de agua

Vive en el oeste arenoso de la provincia. Cuenta con más de 520 hectáreas y busca trabajar codo a codo con sus vecinos. Asegura que es la mejor manera de salir adelante.

Por María José Rodríguez
| 05 de noviembre de 2023
Forraje. Marcela asegura que el maíz es el alimento principal del ganado. Foto: Gabriel Lucero.

Marcela Lucero es una pequeña productora ganadera del oeste de San Luis. Conoce en detalle la hostilidad que presentan las condiciones climáticas y de suelos de la zona cercana al paraje de Hualtarán, en el Departamento Belgrano. “Nos dedicamos a la etapa de cría y recría. Nos gustan mucho los animales, pero es difícil trabajar bajo condiciones tan adversas. Cuando digo nosotros me refiero a mi esposo, Víctor Camargo, con el que hacemos todo el manejo del campo juntos”, afirma convencida de que Tres Lomas es su lugar en el mundo y no lo cambiaría por nada.

 

Hace más de treinta años que la pareja reside en la vivienda ubicada dentro del predio, a la que se llega luego de atravesar una tranquera, árboles autóctonos y caminos arenosos. En ese mismo paraje tuvieron tres hijos que actualmente estudian en la ciudad. “Este campo lo recibimos a través de una herencia, si bien era de mi suegra, mi esposo se lo compró a uno de los hermanos que era hijo de doña Dominga Agüero y lo tenemos hace muchos años, estas son tierras que le pertenecen a las comunidades de traslado Hualtarán, a la familia Agüero y a otras más. Cuando nos visitan nuestros hijos colaboran en todo, tal como lo hacíamos nosotros a su edad”, asegura.

 

La superficie total sobre la que producen mide más de 520 hectáreas que están divididas por la ruta 147. Una parte está para el oeste, a la que no llega el acueducto, y la otra para el este, que sí cuenta con el agua cruda.

 

Para Marcela la actividad inicia de la misma manera todas las mañanas. Se levanta temprano y lo primero que hace es darle de comer al ganado, “porque en épocas de sequía como la que estamos atravesando esa es una tarea normal, arrancamos en julio y hasta que no llueva, y haya disponibilidad de pasto no dejamos de darles de comer a los animales. Este manejo no solo lo hacemos nosotros acá, sino todos los vecinos. Lo mismo pasa con Santa Rita del Valle, ahí mis viejos están forrajeando”, asevera.

 

La hacienda está alimentada en base a maíz, “por ahí refuerzo con algo de pasto de fardo, pero el cien por cien es maíz, y eso genera un consumo enorme porque le estás dando 2 kilos y medio, casi 3, de comer. En algún caso particular hay que darles un poquito más, cuando son más grandes. Es un presupuesto enorme, el kilo de maíz hoy está a 100 pesos”, afirma.

 

Conocedora de todos los detalles, Marcela cuenta que en el establecimiento trabajan con ganado de la raza criolla, “puede tener algo de cruza con pampa. Está mejorada, tenemos animales muy lindos. El destino de nuestros animales y el de casi toda la zona es la feria. Allí vendemos los terneros. Nos dedicamos a la cría y recría. Vamos dejando vacas para reproducción, hacemos reposición con las vaquillonas y las terneras. Pero el destino siempre es la feria y por ahí también carneamos algún animal para el consumo de la casa”.

 

La falta de lluvias en el oeste arenoso es un problema histórico, pero Marcela y la gente de la zona se las arregla como puede para que no falte. “Entre octubre y noviembre comienza a escasear el agua, en algunas otras represas se acaba en agosto. Cuidamos mucho el agua en el hogar, por ejemplo cuando pongo a lavar en el lavarropas, el agua que se desecha, la juntamos y la aprovechamos para el inodoro, y si no tiene demasiado jabón se lo tiramos a las plantas. Al ganado no le damos, los animales toman agua de la represa o vamos a buscar al acueducto. Tenés que darle agua todos los días a las vacas y a los caballos, eso es permanente”, asevera.

 

Un poco más de treinta animales tienen a su cuidado Marcela y Víctor.  El conocimiento sobre la alimentación, la sanidad y todo lo que tiene que ver con el manejo del ganado, “lo aprendimos desde que nacimos, desde que tengo uso de razón, vivía con mis viejos y criábamos cabras y gallinas también”, recuerda la productora y agrega que “hace muchos años sembrábamos una chacra con mis padres, por eso digo que el régimen de lluvia cambió con el paso de los años. Pasábamos de dos a tres  días sembrando, y después recolectabamos el maíz para todo el año, así alimentabamos a las gallinas. En aquellos años mis padres tenían muchas aves, cuarenta pavos, y un montón de gallinas. Hubo mucha gente viviendo en la zona. Recuerdo que uno se sentaba a la noche a desgranar el maíz, hacíamos la típica desgranada de maíz a mano, lo poníamos en un tacho de veinte litros, y al otro día tirábamos los granos a las gallinas. Y siempre hicimos esto, no hay otra manera de vida para nosotros”, expresa, mientras llena los comederos del predio.

 

Un aspecto muy importante para Marcela y Víctor es la sanidad de sus animales, “Nosotros ya vacunamos contra aftosa, eso lo hacemos a rajatabla, no hay otra manera de trabajar. Para poder vender después, tenés que tener todo en regla”, asegura.

 

Cuando llueve en el campo de Marcela, todo cambia. “Nos ponemos contentos, los animales también, pero cuando viene el tiempo de sequía sufrimos mucho. Ver que un animal se cae al barro porque está débil y flaco, y termina muriéndose duele”, expresa con tristeza y añade: “Me gustan todos los animales. Lo que me molesta (entre risas), es venderlos ya que los criamos y cuidamos desde muy chiquititos”.

 

La ganadera indica que el avance de la desertización con el paso del tiempo, también duele. “Una tarea pendiente es que hagamos algo entre todos los que vivimos en esta zona. Trabajar la rotación del suelo sería fundamental. Porque si seguimos así vamos a perder los campos y esto es una realidad para todos los productores de la zona”, afirma preocupada, pero no se queda en esa actitud, ella tiene ideas y propone soluciones: “Lo ideal sería armar pequeñas parcelas, en una primera etapa el ganado come en un lugar; después lo pasás a otro lado, y dejás levantar el pasto por dos años, de esta manera contás con la pastura y semillas. El problema es que los campos son abiertos, la vaca se come el pasto ni bien brota, y no se produce la floración adecuada. Entonces se va perdiendo la oportunidad de que vaya reproduciéndose el pasto. Este es un grave problema”.

 

Lucero cuenta también que planean armar un proyecto para agrandar, armar cuadros, “en este que tengo al frente de mi casa, que debe medir dos hectáreas, no me alcanza más que para meter diez vacas que se comen todo en un mes. Así no me sirve. Lo ideal sería tener otro cuadrito más e ir separándolos”, explica y sigue: “Por ejemplo, las vaquillonas por parir se pueden meter al cuadrito y ahí se van trabajando. El tema es que todos los vecinos tendríamos que desarrollar este sistema y hacer otro cuadro para los toros, que tengamos un determinado momento para reproducir. Hoy en plena sequía tenemos terneros chiquitos y vacas flacas. En eso estamos fallando”.

 

Para contar con esos espacios hace falta alambrado, “el material que es carísimo, lo que más nos hace falta son los insumos. Nación nos dio boyeros para dividir las parcelas, pero la realidad es que la gente no los sabe usar. Es una herramienta viable, es mucho más económico que hacer un alambrado tradicional”, asegura.

 

El primer paso para salir adelante, para Marcela es la capacitación, “es difícil cambiar y usar una nueva tecnología, muchos de los productores de la zona están acostumbrados al alambre tradicional, lo cual es casi inviable”.

 

Otro problema que se genera para producir en el oeste arenoso es que “los campos abiertos hace que los animales sean salvajes, se críen sin tener contacto con la gente, se ponen ariscos. Si lográramos hacer entender esta manera de trabajar no tendríamos más vacas flacas con cría. Los pumas que habitan  la zona también hacen daño. Pero considero que a todas estas problemáticas las podríamos manejar todos juntos. Trabajando asociados, con objetivos comunes. Podríamos empezar de manera experimental. Pero para lograr todo eso se necesita la capacitación. Más el apoyo por parte del Estado. Pero insisto en que el primero que debe entenderlo es el productor. La desertización nos va a empobrecer aún más de lo que ya somos”.

 

 

Una huerta propia

 

Son muchos los sueños de Marcela, uno de ellos incluye la producción frutihortícola. “Tengo una pequeña huerta que es para autoconsumo. La luchamos con el agua que baja del tanque australiano. Cuando a mí se me acaba en la represa ya tengo problemas, porque tenemos que salir a buscar del otro lado de la ruta donde está el acueducto. Hemos aprendido que con el acolchado de hojas mantenemos la humedad en los cultivos”, asegura mientras señala las lechugas, acelgas, tomates, berenjenas, zanahorias, plantas aromáticas y frutales, que están frente a su casa.

 

A esta batalla contra la falta de lluvias la llevan todos juntos, “siempre estamos pendientes, trabajando, haciendo alguna cosa a través de la asociación civil Tres Lomas. Presentamos proyectos y trabajamos con Desarrollo Social y el Instituto de Agricultura Familiar. La asociación va a seguir porque es necesaria, no hay manera de que la gente consiga algo si no estamos organizados”, opina y añade: “Así como nos pasa con los campos abiertos, nos pasa con el tema del agua. Tenemos represas comunitarias y si a alguno se le acaba el agua en su campo, o se corta el acueducto, podemos buscarla en la represa de uso comunitario”, dice la productora y cuenta que desde el 2020, cuando arrancó la pandemia por Covid 19, se rompió el bovinado de un motor que tenían en un pozo público.

 

“Lo llevamos a Córdoba, pero hasta hoy no lo tenemos. Estamos viendo si a través de San Luis Agua se puede usar algo más económico que aquel motor que tenemos. Hasta el momento no está funcionando, es nuestro plan B”, concluye.

 

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