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Antonio Ramón "Tuco" Lucero: el largo camino de un hombre de campo

Es nativo de El Paliguante. Tuvo varios oficios, entre ellos músico y luthier. Actuó en una película con "El Pibe" Valderrama, y en "La tierra roja". Se jubiló como comisario.

Por Johnny Díaz
| 27 de marzo de 2023
Antonio Ramón Lucero. "Soy nacido en un lugar que no figura en los mapas, pero estoy orgulloso de mi vida"..Fotos: Nicolás Varvara / Gentileza.

Nació un frío día de abril de 1920 en el paraje denominado El Paliguante, en el Departamento Belgrano de la provincia de San Luis. Aun hoy, y pese a la intensa búsqueda, no se ha logrado establecer el origen del singular nombre.

 

Antonio Ramón "Tuco" Lucero es hijo de Rosa Alcaraz y Teófilo Lucero. "Éramos unas pocas familias que vivíamos en una zona bastante inhóspita. En el lugar hay dos estancias con nombres muy antiguos que no están en ningún lado: Longari y 'El Palitroque'", recuerda.

 

Y sobre el nombre del lugar entiende que "a lo mejor tiene algo que ver con la zona, tan arenosa y escasa de agua. Tiene varios cauces de arroyos o ríos que solo crecen cuando llueve mucho. Por caso Los Manantiales, porque dicen que había un ojo de río y muchas familias se aquerenciaron en la zona, así nació el pueblo que en alguna oportunidad se llamó Villa General Roca. Todo son conjeturas y en ningún libro está escrito".

 

Tanguero. Antonio Lucero caracterizado como "compadrito".

 

 

"Tuco" Lucero, que tiene 90 años, fue a la escuela de El Paraíso, donde la maestra era Rosa Fernández. En esos años, las maestras rurales hacían un censo escolar en la zona porque muchas veces los padres no querían mandar a sus hijos a la escuela porque preferían que se quedaran a cuidar las chivas, acarrear agua, ayudar a sembrar o hacer tareas del campo.

 

Lucero tuvo una dura infancia perdida en El Paliguante. Es hijo de una madre que no sabía leer ni escribir, pero era muy inteligente, y de un padre que, con solo cuarto grado, se las ingeniaba para defender a capa y espada su oficio de hachero.

 

Estudió en la escuela de Artes y Oficios (Escuela Industrial "Domingo Faustino Sarmiento") donde se recibió de tornero mecánico. Aprendió a tocar la guitarra y fue músico. También vendedor de joyas en épocas difíciles, agente de la dirección del Agua, empleado de Vialidad Provincial y policía, donde se jubiló con el grado de comisario. Hoy descansa en su hogar de la calle Ituzaingó acompañado de su esposa Elva "Tita" Lucero y se dedica a reparar guitarras e instrumentos musicales mientras recibe a diario las visitas de muchos de sus 25 nietos y 15 bisnietos.

 

La humilde escuelita de campo donde estudió estaba a unos cinco o seis kilómetros de su casa. Iban a la mañana y volvían al medio día caminando por sendas de animales, huellas de carros o cortando camino por el monte. Pero en realidad su primer maestro fue su padre, quien le enseñó a sumar, a restar, las tablas de multiplicación, a leer y a escribir. "Mi padre fue a la escuela hasta cuarto grado, pero era muy inteligente y le gustaba hacer de todo. Mi madre era modista, tejía a crochet, a dos agujas, en telar hacía mantas, jergones y peleros, se daba maña para todo", agrega orgulloso.

 

Lucero dice que tenía una hermana, Martha, que murió cuando tenía tres meses de vida. "Al campo sabía ir un médico de apellido Anzulovich y después don Hana Mussa Abdalah. Pero estaban las mujeres sanadoras del paraje que utilizaban infundios caseros y yuyos. También había curanderas, que cumplían la misma función. Era una cuestión de fe y esperanza, pero los yuyos nunca faltaban. En las casas, nunca debía faltar una planta de clavel y otra de albahaca, eran como muletillas del hogar, así era la creencia de la gente", recuerda.

 

Lucero, con buena memoria, cuenta su infancia en el inhóspito paraje: "Mi padre se dedicaba a la quema del carbón (se les decía hacheros) tarea que desempeñaba con mucha maestría al tiempo que me enseñaba 'los gajes' del oficio. Se aprendía rápido porque, además, no había otra cosa para hacer". El hombre había tomado ese trabajo como un verdadero oficio, tenía varios hacheros a su cargo, era muy conocido en la zona y muy buscado.

 

 

"Tuco" y sus hijos. Jorge, Sonia, Rosita, Tony, Lolo, Maby, Carola y Rubén Darío, durante una reunión familiar.

 

"Tuco" se muestra como un amplio conocedor de las tareas del hachero y dice: "La quema del carbón comenzaba cuando los propietarios de los campos vendían el monte a mejor postor y estos contrataban a mi padre y sus hacheros. Era un trabajo muy duro y extenuante, se necesitaba mucho conocimiento del monte a derribar y el carbón que se quería hacer. Hay dos clases: el mezcla (algarrobo, titintaco, lata, parecido al titintaco) y el puro de quebracho. Ambos tienen el mismo proceso, pero varía en la calidad y el precio".

 

A una altura considerada, se elegía el árbol a cortar, se seleccionaba la leña y se armaban unas especies de piras, de abajo hacia arriba, con mucha prolijidad, para evitar el derrumbe. Abajo se colocaban ramas de distintas especies y después los palos a quemar en forma vertical, que eran de considerable dimensión y altos. Una vez que estaba todo armado, se tapaba con ramas y hojas de jarilla y después con tierra que no tenía que tocar la leña a quemar, según el relato de "Tuco".

 

"Arriba se le dejaba una boca por donde se le arrojaba un leño ardiendo denominado 'comida'. Por los costados tenía como troneras para oxigenar el fuego, y a medida que se iba quemando, y dependiendo del color del humo, se realizaban pequeños agujeros para que el horno respirara y para saber el color. Si era azul, indicaba que el carbón se estaba quemando bien, y así sucesivamente hasta llegar a la altura del suelo, era un trabajo artesanal donde no había margen de error, podían pasar varios días de quema".

 

"Mientras más tiempo se quemaba, más lindo salía el carbón. Al campo solían entrar carros o carretones a buscar las bolsas, que a veces eran unas trescientas, listas para la venta. Al de quebracho lo seleccionaban para el ferrocarril, el resto era enviado a cualquier parte del país. Los explotes de carbón eran muy importantes por esos años", relata.

 

El padre de "Tuco" no quería que siguiera en el campo, pretendía que su hijo estudiara una carrera dentro del Ejército. Por eso con su madre llegaron a San Luis y alquilaron una casa en Tomás Jofré. "Yo de chico tenía pasión por los aviones, es una cosa que aún llevo muy adentro, nunca supe por qué. Comencé a ir a la escuela Industrial de calle Pringles. Hacía doble turno, me recibí de tornero ajustador o tornero mecánico, pero nunca ejercí. Ingresé a Vialidad Provincial y me dejaron cesante cuando me tocó el servicio militar en la base de Villa Reynold. A mi regreso, mi madre me había conseguido trabajo en Dirección del Agua. Recuerdo que en 1955 era oficial séptimo en el área dibujante, pero cuando volví de vacaciones me sacaron todo, volví a quedar sin trabajo", señala algo melancólico.

 

"Tuco" cuenta que una vez que lo dejaron sin trabajo recorrió la provincia en una moto Norton 500 cc. "Me acerqué a casa Taty de los hermanos Villegas y me dieron trabajo, andaba en moto todo el día y por todos lados. Fue muy linda época, siempre le agradecí a los hermanos. Fueron muy buena gente, nunca más volví a la Dirección del Agua pese a que me llamaron varias veces".

 

Recuerda que por esos años la situación del país no era de las mejores, la falta de trabajo y de oportunidades hacían mella a la hora de la mesa familiar. "Tuco" conoció a Ramón "Tito" Molina de Villa de la Quebrada y nació una linda amistad.

 

"'Tito' me enseñó todo lo que sé en materia musical, hacíamos un lindo dúo, pero no quería seguir porque tenía una pierna ortopédica. Era muy humilde, buena persona y muy responsable. Anduve dando vueltas por ahí hasta que me sume al trío Irupé, hacía ritmo con Carlos Densey Galopo (cuyo nombre artístico era Carlos Solá), Gómez y yo éramos los guitarristas. Tocábamos temas litoraleños, esos fueron mis comienzos en la música".

 

En 1963 fundó el dúo cuyano Los Cantores del Paliguante. Grabaron un casete con Ramón Ledesma y "Tito" Molina, el grupo duró unos tres años.

 

El luthier dice que su gran amigo Molina lo ayudó a ingresar a la Policía en 1961 y que alternaba su pasión por la música con su trabajo en la fuerza. Lucero tuvo varios destinos a lo largo de su carrera. Recuerda que cuando ingresó a la fuerza, los policías no tenían ropa, cumplían sus servicios de civil y cuando llegaron los uniformes él fue uno de los primeros en usarlo.

 

Como policía estuvo en varios destinos: La Toma, Carolina, El Trapiche, El Volcán, Balde, Alto Pencoso, Los Manantiales y en la ciudad de San Luis. "No me convenía estar en el interior por los gastos, volví a San Luis y me jubilé con el grado de comisario cuando en realidad tendría que tener dos cargos más altos".

 

Cuando estuvo en El Trapiche, se desarmó el dúo que conformaba junto a Ledesma, sus obligaciones no le dejaban tiempo para continuar. Después vinieron Los Caminantes que integraban Mario Quiroga, Kile Gil, Vega, entre otros. Después estuvo con Los Sureños Mendocinos, donde estaban Manuel Kero Valdez, en acordeón, y Ricardo Barón, en guitarra. También estuvo con Mario Borelli en Las Delicias Cuyanas.

 

Tuvo la oportunidad de trabajar en cine en la comedia "Por un puñado de pelos", junto a Nicolás Vázquez, Carlos "El Pibe" Valderrama, Rubén Rada, Norma Argentina, Daniel "El Negro" Ferreyra, Natalia Sánchez, Beatriz Fernández, Ivo Cutzarida, Andrés Rey y Jaime Ramírez Navarro. También en “La tierra roja”, de Diego Martínez Vignatti, con Eugenia Ramírez More y Geert Van Rampelberg, que muestra una interna en el tema medioambiental, el desastre ecológico, el activismo, el enfrentamiento entre el hombre y la naturaleza.

 

Hoy, jubilado, Antonio Ramón "Tuco" Lucero se ha convertido en un luthier: en su casa tiene un taller donde repara instrumentos musicales de colegas y amigos, al tiempo que pulsa una guitarra o escribe algún tema cuyano, siempre acompañado de su esposa y el cariño de sus hijos y nietos.

 

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