Unas viñetas, un día

Lejos de los superhéroes que ahora copan Hollywood, Argentina tiene una gran producción de viñetas. El lunes pasado se celebró el Día de la Historieta Argentina en reconocimiento a la publicación del primer número de la revista "Hora Cero" (1957), fundada por Héctor Germán Oesterheld, y donde aparece por primera vez "El Eternauta".

En el hipotético caso de que hubiese que armar un ranking con las mejores del país, sería imposible. Será muy subjetivo, se dejaría afuera mucho material excelente y hasta sonaría pedante imponer una sobre otra. Yo no lo hago.

¿Qué podría decirse de "Mafalda" que no se haya dicho? Nada. Quino hizo una obra perfecta donde su aguzada vista hizo foco en los conflictos sociales y en algo tan mundano e importante como la vida misma. Los chicos tenían sus reclamos, como los personajes de "Peanuts" (o Snoopy), pero en este caso más filosóficos.

O las tradiciones en "Patoruzú", por ejemplo. Es cierto que los estereotipos de los treinta y más adelante ya no pegan con la nueva condición de los derechos adquiridos en Argentina. Pero sirve como ejemplo de evolución de los patrones utilizados. Sin embargo, la obra permite disfrutar de las ocurrencias del gran cacique de la Patagonia, quien es acompañado por un playboy muy porteño como Isidoro Cañones. Sí, es un clásico costumbrista al estilo "Astérix".

Tampoco se puede dejar afuera a "El Eternauta". Oesterheld era montonero… ¿Y qué? La historia está plagada de referencias políticas a la dictadura, quizás ese es el mayor atractivo. Además de las vivencias de Juan Salvo, el protagonista. Recomendable.

El escritor Robin Wood fue uno de los grandes de las viñetas que nunca ocupa el podio, pero tiene obras maravillosas. Quizás solo nombrar "Pepe Sánchez" o la eterna "Nippur de Lagash", que tantas aventuras dio en la Edad Antigua. Mezcla de personajes históricos y epopeyas ficticias sin fin que salieron de una mente brillante que no poseía estudios académicos, pero su rebelión por conocer lugares lo llevó a imaginarlos. Y allí crecieron y se desarrollaron sus personajes. Porque no tenía horas de clases, pero sí una vasta cultura adquirida a través de todos los libros que llegaban a sus manos.

Carlos Trillo, Ariel Olivetti, Ray Collins, Horacio Altuna, Caloi, Enrique Breccia, Fernando Sendra. Tantos, tantos trabajadores para nombrar que no entrarían en estas líneas.

La industria argentina está más viva que nunca.

No acompaña la economía, pero sí la calidad de quienes laburan de esto.