Logran un material alternativo al plástico con agroresiduos
Para aprovechar la basura orgánica que libera la industria agrícola, un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de San Luis logró sacar provecho a un biopolímero natural al intervenirlo con un hongo.
La creación de un material parecido al telgopor, generado a partir del principal desecho de la industria cervecera y la intervención de un hongo, es un gran aporte para contrarrestar la contaminación que genera el plástico, especialmente los envases de un solo uso.
Así lo vive un grupo de jóvenes científicos de la Universidad Nacional de San Luis que se encuentran puliendo fórmulas para aportar a la industria nacional, y a través de ellas revalorizar los agroresiduos como material alternativo al plástico.
“Los hongos vienen a ser las células que se encargan de aprovechar los agroresiduos, que son toneladas y que tienen en común estar compuestos por celulosa y lignina, que no es más que un biopolímero natural que hace que la madera sea dura o flexible y los únicos que los pueden atacar son los hongos”, explicó Celeste Aguirre, investigadora del Instituto de Tecnología Química (Intequi), cuando recibió al suplemento El Campo en uno de los laboratorios de la casa de estudios.
El director del grupo es Ariel Ochoa, del Instituto de Física Aplicada, y el codirector es Luis Cadús, quien a su vez es el director del Intequi.
“La peor contaminación que generamos los seres humanos tiene que ver con los recipientes de un solo uso. La población mundial tiende a crecer, no a disminuir, y encima el consumo aumenta y la degradación es muy lenta, por no decir eterna. Entonces desde un principio se pensó en construir un material, pero no se pensó que sea de un solo uso, o de dos usos, sino que sea un material duradero y actualmente estamos lidiando con contaminación de hace más de 30 años. Ya los océanos hablan por sí solos. No es una cuestión de creencias, ya es visible, es una realidad”, alertó Aguirre.
Está la basura plástica, que no es biodegradable porque no se descompone, pero también está la basura orgánica, que sí se descompone, aclaró la científica: “Tiro una cáscara de banana o de manzana total se va a descomponer. Si lo hace uno, no se nota. Pero si lo hace la industria agraria, ya son toneladas que comienzan a ocupar terreno”.
Pero no advirtió que ese terreno era una superficie que tenía un ecosistema que se acabó. La basura orgánica también es un problema porque no solo ocupa espacio, sino que también genera un cambio en la cadena alimentaria que de repente aparecen más ratas o más pájaros, que van desbalanceando un ecosistema, explicó la investigadora.
“La cuestión es que en la actualidad urge, desde todo aspecto, encontrar soluciones que nos permitan superar el problema del plástico y el de la basura orgánica”, insistió.
El hongo con el que trabajan los investigadores es el denominado de pudrición blanca, porque atacan la lignina, lo más externo de un desecho agrícola: “Lo que hace este hongo es comenzar a entretejer esa basura y nosotros optimizamos este proceso para poder lograr materiales que puedan reemplazar, aunque sea uno de los plásticos, que es el más problemático, como el telgopor”.
Aguirre aclaró que este proceso ya fue descubierto y patentado en Estados Unidos, pero su fórmula está encriptada y se debe pagar para utilizarla a escala industrial.
La propuesta de los investigadores es lograr interesar al sector privado nacional para que encuentre una solución a los residuos y a la vez ayude con el financiamiento del sistema científico.
“El tema es que la industria vea el problema y lo reconozca como tal, porque si no lo hacen, no tenemos ninguna solución que aportar. Por eso, ahora en esta instancia hemos trabajado con el bagazo de la industria cervecera, con la idea de mostrar que se puede transformar la basura en algo cotizable. Es como el ideal de una empresa. La famosa economía circular”, valoró la especialista.
El grupo aporta soluciones tecnológicas en base a un hongo en particular. Y luego de eso, lo que proponen es desarrollar una fórmula que permita el aprovechamiento de ese residuo y poder llegar a una patente.
“Esta es una tecnología vendible y eso requiere de una intervención científica, un estudio minucioso. Por estos días si queremos buscar en las redes una fórmula para copiarla, no existe porque está encriptada y patentada y si querés acceder a ella tenés que pagar”, amplió.
La investigadora lamentó también la ausencia de “incubadoras tecnológicas” en el país, que estimulen estos cambios: “Ahora está en pañales, todo son ideas y proyectos de investigación que terminan en un paper científico, ese no debería ser el fin, pero sí su aprovechamiento”.
En ese sentido, consideró que los diferentes organismos ejecutores de la Universidad deberían lograr una transferencia tecnológica. “Este es el sueño de todo científico que logra algo, poder llegar a la industria y que esta también pueda aportar a la investigación”, destacó al referirse a la crisis de financiamiento por la que atraviesa el sistema científico en todo el país.
Aguirre detalló que el material con el que trabajan no solo tiene la potencialidad de reemplazar al telgopor, sino también se puede hacer una especie de tela, que se convertiría en una alternativa al cuero.
“Muchos estudiantes no están enterados de lo que se hace en la universidad hasta que no salimos a la luz, a contar lo que estamos haciendo o en qué trabajamos. Cada uno está en su laboratorio y queda como incomunicado. Entonces, la divulgación nos permite no solo que el alumno nos pueda ubicar y sumarse para ser parte del equipo científico, sino también llegar lo más lejos posible para que el sector productivo también nos visibilice”, expresó.
El grupo de investigadores de la UNSL, a través de la formación de pasantías y de tesis, están puliendo fórmulas. Ahora están con el bagazo y todos los residuos que generan la industria cervecera; pero al mismo tiempo se ocupan del residuo del cannabis: “Estamos apuntando a residuos de industrias que están de moda y el cannabis ya lo hizo, por lo tanto la industrialización de eso también viene en auge, es importante pensar en todo”.
Paralelamente, la labor de la investigadora es preparar y estimular al alumnado a “mirar a la industria y fijarse cuáles son sus debilidades y cómo desde el sector científico y tecnológico podemos aportar en fortalezas; caminar con esa mirada hace que un día puedan escribir un proyecto científico, tecnológico o un concurso de innovación”.
En 2022, Aguirre participó en un concurso provincial con la propuesta de utilizar “micomacetas” elaboradas con desechos y la intervención de hongos, en lugar de plásticas, para llenar con plantines de árboles y destinarlo a la reforestación de gran escala.
Esta tecnología no solo tiene un impacto científico, tecnológico sino también social y económico, insistió la profesional: “El potencial que tiene la ciencia de materiales, y de biomateriales precisamente, es que no solo te permite construir productos alternativos al plástico, al ladrillo y a todos los materiales de construcción, sino que también tiene aristas que sobresalen de ella, como es la posibilidad de crear textiles".
El proyecto se llama Biohíbridos, porque trabajan con vida, contó y explicó que por esta razón al hongo no lo pueden usar muerto. “Le damos de comer para que crezca, entreteja, es como nuestra tejedora artesanal, lo horneamos, y al sacarle el agua que tiene, le quitamos la vida al hongo; aprovechamos su vida para que construya materiales”.
Por eso dicen que “co-creamos con los hongos”, porque el que tiene vida es el hongo, que en este caso sería el micelio, que en cualquier tipo de residuo agroindustrial que sea de troncos, tallos u hojas, lo aprovecha y lo bueno es que no lo pudre.
“A los hongos los tenemos asociados con pudrición o con enfermedades, pero nosotros los seleccionamos y biológicamente podemos setearlos para que se frenen, y hagan lo que queremos que haga", abundó.
El grupo dirigido por Ariel Ochoa lidera los trabajos orientados a biomateriales y polímeros en la UNSL, mientras que Aguirre encabeza una rama de ese grupo que se dedica a la revalorización, el impacto social y tecnológico con respecto al medio ambiente, en base a la recuperación de residuos con hongos.
La científica trabaja con siete alumnos que están interviniendo en diferentes líneas. Hay una bióloga molecular y el resto se dedica a la biotecnología, que son los que más se sienten atraídos por este proyecto, porque tiene una aplicación tecnológica.
“Las universidades empezaron a mirar al sector privado, entonces buscamos cómo podemos vincularnos y salir del laboratorio. Las universidades de otros países ya lo hacen. Muchas de las casas de estudios nacionales o públicas que tienen otros países, parte de su financiamiento está dado por el sector productivo y privado”, dijo.
Valoró que la UNSL tiene biotecnólogos en formación, que son los que pueden “enganchar” al sector productivo con el académico, porque ambos no pueden solos, aseguró.
“Mientras generamos soluciones para el sector productivo, estamos formando recursos humanos para un mundo real, no para un universo académico de los libros, que no existe; los chicos salen de la universidad y se enfrentan con que no tienen capacidades”, comparó.
Para la investigadora, la formación tanto de un biólogo, biotecnólogo o cualquier título que se otorgue en la universidad, que haya atravesado por un proceso de vinculación con la empresa, sale mucho más fortalecido académicamente que el que nunca vio para afuera.
Agregó que si bien este proyecto científico tiene el objetivo de generar soluciones y vincularse con el sector industrial, también tiene un eje transversal muy fuerte que es la formación académica, científica y empresarial de los potenciales alumnos.
Pero fue más allá y opinó que en Argentina lamentablemente no se le exige al empresario tener huella de carbono cero.
Añadió que esta tendencia llegará, ya que las que más apuestan a la huella de carbono cero son las empresas internacionales: “Debemos empezar a pensar en acercarnos al sector industrial que tiene vínculos con el exterior para poder ofrecer tecnología”.
San Luis tiene universidades con muchos profesionales con recursos para poder construir algo, “lo único que necesitamos es la mirada del empresario y los recursos financieros para colocar este proyecto en un lugar de producción, para llevarlo a escala”, concluyó.


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