28°SAN LUIS - Sabado 20 de Diciembre de 2025

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En la primera entrega de la edición 2025 de "Otros cuentos de Navidad", la autora cuenta la historia de un Papá Noel con una duda existencial. ¿Cuántas personas todavía creen en él?. Por Elina Gómez Martín. 

Por redacción
| Hace 19 horas

Lustró sus zapatos negros. Esos que usa una vez al año. Quizás ya están un poco viejos, pero son los únicos.

 

 

Buscó en su placard una bolsa que estaba al fondo. Verde. Sacó su traje y lo puso a lavar. Tenía que estar listo para el 24 a la noche.

 

 

Preparó su barba, la lavó, la peinó. La dejó radiante y pomposa.

 

 

Al gorro había que cambiarle la parte blanca, ya estaba vieja y aplastada. Habían pasado muchos años. Tuvo que salir a comprar una especie de algodoncito blanco, para que se vea más como una nube.

 

 

El traje quedaba un poco corto de piernas, así que inventó un sistema para ponerle el agondoncito blanco y que no se note que estaba más alto y que había pasado el tiempo.

 

 

El cinto lo desesperó, ya no le quedaba… había crecido un poco esa barriga. Era famosa ya, pero había que resolver el percance. Encontró un material parecido y decidió ponerle una extensión al cinturón, no había tiempo para adquirir uno nuevo.

 

 

El traje de tafeta estaba listo, un poco viejo y desteñido, pero han sido muchos años de trabajo.

 

 

La bolsa de pañolenci que había sido hecha con tanto amor, también estaba lista. Solo había que reforzarla un poco. Unas puntadas de hilo sobre lo ya cocido y ya estaba.

 

 

Llegaba un año más de trabajo. Uno de los trabajos más difíciles. Uno silencioso. Uno que en medio de la cena había que disimular para preparar todo.

 

 

Corrió hacia la habitación intentando pasar desapercibido, se puso su traje, ellas armaron rápidamente la bolsa. Todos eran movimientos silenciosos, en voz baja, risas. Escondió algunos vellos negros que no combinaban con el “outfit”.

 

 

Se preguntó si era necesario volver a hacer esto. Si valía la pena. Si alguien aún confiaba en él, creía en él. Quizás había que preparar a alguien joven para esta función.

 

 

El traje de tafeta era insoportable para los más de 32° que habían hecho durante el día. Se sintió cansado.

 

 

Los niños y las niñas estaban buscándolo en el patio, en el cielo, en una estrella.

 

 

Escucharon cascabeles, quizás en el techo.

 

 

Todo era emoción.

 

 

Cerró el cinto con firmeza. Acomodó su barba.

 

 

El árbol estaba listo, con sus luces y sus decoraciones. Ya habían puesto al niño Jesús en el pesebre.

 

En el comedor la mesa tenía restos de comida, pan dulce, turrón y garrapiñadas duras.

 

 

Las copas de los grandes tenían un poco de sidra que ya estaba caliente porque hacía mucho calor. Los vasos plásticos, ananá fizz sin alcohol. El helado ya estaba derretido en la ensalada de frutas. El plato de cerámica hecho con tanto amor que lucía muy mal estaba lleno de peladillas, nadie las come, ni nadie las comerá. Y el ventilador giraba desganado. Las luces del arbolito titilaban frenéticamente, tenían esa música irritante, penetrante y necesaria.

 

 

Ya había pasado la sirena de los bomberos, los petardos, los abrazos, los besos, los gritos de “¡Feliz Navidad!!”

 

 

Un minuto de silencio.

 

 

El tío Martín estaba listo, otra vez, para convertirse en Papá Noel.

 

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