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La historia de un futbolista de Buena Esperanza que no quiere perder la chance de su vida

Tendrá la oportunidad de probarse en Italia, pero necesita 5 millones para viajar. Había dejado de lado su carrera aunque nunca dejó de entrenarse. Hincha de River, fanático del fútbol brasileño, le dicen "Wanchope". 

Por redacción
| 29 de marzo de 2025

En Buena Esperanza, el pueblo del sur de la provincia, hay un chico de 20 años que tiene un sueño parecido al de muchos chicos de su edad: triunfar en el fútbol, debutar en primera, ser convocado para la selección, ganar algún campeonato. Se llama Wilson Rinaldo Antonio Lucero y desde la semana pasada siente que su objetivo está más cerca. 

 

 

Tras superar una prueba que hizo para el club Digiesse de Italia, Wilson siente que tiene una oportunidad que no puede desaprovechar. Para dar el primer paso necesita reunir unos 5 millones de pesos para costear pasaje y la estadía de 15 días en Europa. “Nosotros somos once hermanos, cinco varones y seis mujeres, que nos criamos solos con mi mamá. Siempre fuimos una familia humilde y trabajadora”, dijo el futbolista.

 

 

La condición de la familia de Lucero le hace imposible reunir ese dinero, mucho menos antes del 30 de mayo, la fecha en la que debería viajar para estar en la prueba final en Diggiese, el momento de su vida que podría determinar para siempre su futuro y el de sus allegados. Por eso planea organizar una rifa y otras actividades que le permitan encontrarse con ese dinero. 

 

 

Pese a la ausencia de su padre (“mi mamá con su amor muchas veces no me hizo sentir ese vacío”), el joven contó que tuvo una infancia feliz, siempre relacionada al fútbol. “Nunca me interesó -dijo- hacer otro deporte ni otra cosa, mi vida es fútbol, fútbol, fútbol”. 

 

 

Hincha de River, fanático del fútbol brasileño, admirador de Pelé, Neymar, Ronaldinho y Lionel Messi, el sureño intentó desde siempre impregnar su juego con la alegría que emanan esos jugadores. Le molesta un poco que en el fútbol de hoy esté todo tan alejado del juego bonito, de la gambeta, y tan cercano a la simpleza de lo menos vistoso. 

 

 

Una de las hermanas del joven, Milena Lucero, reconoció que el camino para Wilson no ha sido fácil. “Viniendo de una familia humilde, tuvo que dejar sus estudios a corta edad para trabajar. Muchas veces no pudo asistir a campeonatos importantes por falta de dinero o porque no tenía ropa, pero jamás dejó de entrenar y luchar por su sueño”, contó.

 

 

En sus inicios, Wilson -a quien en el ambiente futbolístico de su pueblo conocen como “Wanchope”, más por el parecido físico que deportivo del delantero ahora en Huracán- se destacó en clubes locales como Club Cultural Argentino y Junior como un jugador habilidoso, ganador en el uno contra uno, talentoso, pero con una irrenunciable capacidad de entrenar. “Yo podría jugar mañana, tarde y noche. A veces son las dos de la tarde, con los calores que hacen acá en Buena Esperanza, y yo estoy peloteando, pero si tengo que dar 20 vueltas en el calentamiento, yo doy 30”, agregó.

 

 

Posiblemente esa condición haya sido la que vieron los especialistas que hicieron la prueba de la semana pasada. El entrenamiento comenzó a las 8:30 de la mañana y Wilson estuvo una hora antes, listo para mostrar sus gambetas. Fueron chicos con sus mismos sueños de Buena Esperanza, Nueva Galia, Arizona que se sometieron a un preparativo físico, táctico y técnico. “Nos exigieron más que un partido”, recordó Lucero. 

 

 

Tanto empeño puso el joven ante la que consideraba la prueba de su vida que varios días después del entrenamiento, todavía le dolían las piernas. “Me exigí un montón, en la prueba los gemelos no me daban más, no daba más mi cuerpo. Cuando terminó me quedé tirado en la cancha exhausto pero feliz”. 

 

 

El esfuerzo valió la pena para Lucero, quien fue uno de los cinco seleccionados y sintió que su carrera futbolística tomaba un nuevo impulso, luego de dejarla de lado el año pasado cuando comprendió que los clubes buscan jugadores de entre 18 y 19 años. “Cuando cumplió los 20 creyó que su carrera futbolística estaba perdida. Sabía que para muchos jugadores es difícil dar el salto a esa edad y con tantas oportunidades que se le habían negado, parecía que el sueño se alejaba”, sostuvo Milena. . 

 

 

Actualmente, el joven estudia y trabaja. En la UPro hizo un curso de operador de máquinas agrícolas y es empleado de una fábrica de tapiales, comederos y bebederos para el campo en Buena Esperanza. 

 

 

Otro elemento que hace que Wilson mantenga la fe en su juego es Dios, a quien nombra cada vez que puede. “Es el único fundamento posible al que nos podemos aferrar. Él es el único que puede dar eso, el único que no te miente, el único en el que se puede confiar y no defrauda”, agregó.

 

 

Con la ayuda de su familia “y de Dios”, el habilidoso futbolista confía en poder cumplir su sueño, que, dice, no es solo suyo, sino de todo el pueblo. “Yo represento al sur de San Luis, que muchas veces nos tienen olvidados, como que no nos dan importancia. Quiero demostrar que en San Luis hay chicos que juegan bien, que hay chicos que se merecen la oportunidad y que los captadores de talentos deben venir más seguido, no cada tres o cuatro años como vienen ahora”. 

 

 

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