Esperar siete horas por un papelito: el calvario mensual de conseguir turno
Las madres llegan antes del amanecer para conseguir uno de los 300 turnos que se entregan cada último viernes del mes. Si tienen más de un hijo, deben volver el mes siguiente. Testimonios revelan fallas sistemáticas, desinformación y maltrato.
El reloj marcaba las 8:39 cuando Carla salió del hospital pediátrico de San Luis con un turno en la mano. Había llegado mucho antes: a las 5 de la mañana. No fue la única. Más de 300 personas forman una fila que da la vuelta por los pasillos y que avanza lentamente hacia un único objetivo: obtener uno de los preciados papelitos que el personal entrega a mano, anotando a mano el turno que corresponde a cada niño.
"¿Sabías que si tenés más de un hijo tenés que volver el mes siguiente?", denunció Carla a través de sus redes sociales, en un posteo que se viralizó rápidamente. Las condiciones son tan estrictas como injustas: solo se permite un turno por persona. Las madres deben hacer fila por cada hijo, mes tras mes, aunque el control sea de rutina.
Una de las imágenes que circuló muestra a decenas de padres y madres esperando sentados en fila dentro del pasillo, mientras sus hijos duermen sobre mochilas o se impacientan. La mayoría llegó entre las 4 y las 6 de la mañana, pero recién a las 9 se permite el ingreso al edificio. Ahí comienza una nueva espera, más lenta, con los niños agotados y sin garantía de que el trámite culmine en atención médica.
“Voy todos los meses. Cada semana hay un error distinto”, relató una madre que accedió a contar su historia con nombre y apellido. “El martes fui a las 6 de la mañana a sacar turno y hoy me hicieron volver porque no lo anotaron bien. Tuve que cancelar el trabajo, llegué tarde y nadie da explicaciones. Es una peregrinación insufrible”.
El relato se repite: desorganización, desinformación y falta de empatía. Otro testimonio denuncia que “siguen dando turnos con papelitos, están desorientados, y así trabajan con criaturas”. Además, quienes llegan a las 5 de la mañana deben esperar más de cuatro horas para poder ingresar al edificio. Si logran pasar, comienzan a enfrentarse con un nuevo obstáculo: conseguir un turno que no se anule por errores internos.
No se trata de casos aislados, sino de un sistema que ha naturalizado el maltrato y el colapso. “Hay gente que está ahí a la vista, sentada toda la mañana sin hacer nada”, asegura otra denunciante. “Cada vez que voy, me ocupo toda la mañana. No entiendo cómo nadie se queja”.
Las autoridades del hospital aún no emitieron ningún comunicado oficial. Mientras tanto, las familias siguen haciendo fila. Cada último viernes del mes, a oscuras y con niños en brazos, esperando que un papelito les garantice lo que debería ser un derecho: la salud de sus hijos.


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