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Con un silencio triste, familiares y amigos despidieron a Priscila

Por redacción
| 14 de enero de 2014

Sólo se escuchó el sonido de los pasos que avanzaban por el camino de tierra. El último adiós a Priscila Ochoa, la puntana que falleció en la tragedia de Villa Gesell, fue un cortejo de familiares, amigos y compañeros de colegio y del club de vóley. Todos encontraron en el silencio, un refugio provisorio ante la tristeza y el desconcierto por la muerte de la joven de 16 años. Casi doscientas personas la despidieron esta mañana en el cementerio parque Jardín del Recuerdo. Y acompañaron a sus padres, Fabián Ochoa y Valeria Montalvini, que rompieron con lágrimas el mutismo de todo el grupo.
El predio ubicado al sur sobre la ruta 146 era casi un ambiente climatizado. Nadie parecía sentir el sol que quemaba en un cielo sin ninguna nube, los más de treinta grados de temperatura ni el infaltable viento puntano. En grupos, llegaron los chicos que cursaban con ella en la Normal Mixta, las niñas que compartían entrenamientos y partidos en la primera división del club Lafinur y el resto de parientes y amigos de Priscila y de su familia. Todos se ubicaron en la puerta, casi sin hablar y con ramos de flores en la mano. Una joven llevó una foto enmarcada de la muchacha y otra se acercó junto a su madre y un par de peluches de la gatita Kitty, quizás la preferida de Priscila.
También se acercaron al cementerio parque de Previsora San Luis el ministro de Deportes, Arnaldo Lastra; algunas autoridades de la asociación local de vóley; el obispo Pedro Daniel Martínez, que fue el encargado de despedir a la joven; y la titular de la empresa fúnebre, Antonina Pezzini. Querían acompañar a la familia de la muchacha en el último abrazo.
Priscila fue una de las cuatro víctimas alcanzadas por el rayo que cayó en el balneario Áfrika de Villa Gesell el jueves a la tarde. La chica vacacionaba junto a sus padres y su hermana Salma de 11 años, que estuvo internada en el hospital de Mar del Plata y desde el lunes está en el Policlínico de San Luis, ya que la descarga eléctrica le ocasionó algunas lesiones en el ojo izquierdo.
Cerca de las 10:30, llegó el coche con los restos de la joven y atrás otro que trasladaba a sus padres, quienes recibieron el abrazo de todos los que conocían y querían a la mayor de sus hijas. Despacio, como si no quisieran llegar nunca, el cortejo entró en el predio y llegó hasta una especie de galería, donde el obispo bendijo a la joven. Martínez aseguró que no había palabras, pero valía el acompañamiento y recordó la importancia del amor de la familia y el de la amistad. Sobre el féretro, estaba la bandera azul, celeste, blanca y gris de los Malvinos, la promoción 2014 de la Normal Mixta que iba a integrar Priscila, y una remera negra que se habían hecho con sus compañeros de colegio.
Sin cruzar palabras, las casi doscientas personas continuaron el recorrido hasta el final del complejo, donde fue la despedida final. El silencio se quebró con el llanto de Valeria, que estaba aferrada a su familia. Al lado, su marido Fabián se abrazaba fuertemente a su amigo Fabio Irustia, padre de Agustín, el otro puntano de 17 años que murió en la tragedia de la localidad balnearia. No les hicieron falta las palabras, tenían las mismas lágrimas.

 



 

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