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La despedida de Félix Máximo María, a pura guitarra

El último adiós del artista cuyano fue en el cementerio Parque La Paz, junto a sus seres queridos, seguidores y las infaltables guitarras mercedinas.

Por redacción
| 29 de diciembre de 2019
El sepelio de "don Félix" estuvo acompañado del afecto de sus seres queridos y los acordes de "Las 100 Guitarras Mercedinas". Fotos y video: Héctor Portela

Este domingo a la mañana, familiares, amigos, seguidores y muchas guitarras –como tenía que ser- despidieron para siempre a Félix Máximo María, el artista villamercedino que hizo de la “cuyanidad” una bandera que llevó por todo el país y a destinos tan distantes como Nueva York.

 

Don Félix falleció el sábado a las cuatro de la madrugada en su Villa Mercedes natal, tenía 93 años y hace menos de un mes había sufrido un ACV.

 

 

 

Después de haberlo velado casi un día entero, la caravana con su féretro salió a las 10 rumbo a la parroquia San Roque donde rezaron el responso, justo a la vuelta de donde vivió sus últimos años “El Pulpo”, se detuvieron unos minutos y partieron rumbo al cementerio Parque La Paz para el sepelio.

 

Allí lo esperaban los músicos de “Las 100 Guitarras Mercedinas”, la reconocida agrupación de la que fue fundador.  Sus compañeros lo recibieron haciendo sonar sus cuerdas, y antes de bajar el féretro le dedicaron unas palabras, junto a dos polkas de su autoría, la infaltable “Calle Angosta” y a pedido de su hija María, un gato. Accedieron e interpretaron “El Chulengo”.

 

 

 

Hubo aplausos, lágrimas, abrazos, pero sobre todo muchas anécdotas para compartir que quedarán en la posteridad como su arte.

 

 

 

 

 

El guitarrista que conectó para siempre con su pueblo

 

Hay artistas que por su calidez y su calidad están indisolublemente unidos con la identidad de un pueblo. Félix Máximo María, quien falleció a las cuatro de la madrugada de ayer en su Villa Mercedes natal, zurció esa unión con las cuerdas mágicas de una guitarra que musicalizó las calles angostas, las empedradas y las avenidas de una ciudad que se desarrolló al ritmo del latir de su corazón y, también, del rasguido de su guitarra.

La muerte de un referente de la música popular, siempre, estaciona por un momento el crecimiento de una población. Por eso ayer Villa Mercedes lució durante toda la jornada con una tristeza profunda, dolida por la ausencia ya definitiva de una figura fundamental para su cultura y, por ende, para su expansión.

Está tan ligada la figura (nunca, ni en los últimos años, enclenque) de don Félix con su ciudad que se manifestó desde el momento mismo de su nacimiento. María nació nada más y nada menos que en el boliche Don Calixto, que está mencionado en la histórica cueca “La calle angosta”, otro símbolo mercedino. Calixto María, el padre de Félix Máximo, era el dueño del bar, que en realidad era un almacén de ramos generales que vendía hasta zapatos y que proveía a los empleados del ferrocarril. 

Era extraño escuchar al guitarrista, ya cerca de los 90 años, mencionar a su padre como “papito” y a su madre como “mamita”, como si nunca hubiera querido dejar de ser ese niño que se forjó entre el almacén familiar, la guitarra y lo que luego sería tradición pura. 

Su carrera en la música, la más visible de sus actividades sociales, pero no la única, lo convirtió en “El Pulpo”, un apodo que intentaba explicar su manera de tocar la guitarra. Sin embargo, el mayor atributo de don Félix no era precisamente su don para interpretar el instrumento sino el fervor que ponía en cada nota. 

Los 93 años de Félix fueron secuenciados con una vitalidad que lo acompañó hasta el 2 de diciembre pasado, cuando el ACV definitivo lo dejó sin posibilidades de nada. Ni siquiera la muerte de su esposa, con quien se casó en 1954, producida hace un par de años, logró alterar en demasía su sonrisa eterna, tanto que quienes lo visitaron en la internación aseguraron que la conservó hasta las últimas horas. 

Además de guitarrista, “El Pulpo” fue escritor, periodista (integró la sociedad que fundó El Diario de la República), compositor, futbolista del Club San Martín, el de sus amores, y, fundamentalmente, un gran contador de anécdotas, algunas orales, otras escritas, como lo demuestra “Recuerdos de aquel boliche”, un libro con siete reediciones en donde narró algunas de las cosas que sucedieron en el comercio de su padre. 

María siempre tuvo espíritu de contador, de hombre destinado a hacer trascender las historias (las mínimas y las máximas) que hayan tocado alguna fibra propia o colectiva.

Ya convertido en un ícono de su ciudad, el guitarrista no faltó a ninguna edición de la Fiesta Nacional de la Calle Angosta, ni a ninguno de los festivales de tonada que se realizan en Mercedes. Una de sus características era que siempre se quedaba hasta el final, aun con su esposa muy enferma como acompañante. Sus hijas, Dora, Carmen y Claudia, los acompañaron también en todo momento, una demostración de lo importante que era la familia para Félix.

La historia contará que fue parte inicial de “Las 100 Guitarras Mercedinas” y que integró una gran cantidad de conjuntos que tenían en su mayoría un mismo objetivo: revalorizar la música cuyana, una obsesión en la vida del villamercedino.

Contabilizar la gran cantidad de homenajes que le hicieron en vida ocuparía un espacio incalculable, pero serviría también como demostración del reconocimiento que consiguió a lo largo de su carrera. Desde ciudadano ilustre de Villa Mercedes hasta miembro honorario de la Sociedad Argentina de Escritores y personalidad destacada de la cultura nacional, un premio que recibió durante tres años consecutivos en los que viajó a Buenos Aires a recibirlo.

Uno de los más recientes, y de los que más se enorgullecía, fue que la escuela generativa del complejo Molino Fénix llevara su nombre.

"Es una alegría enorme", dijo el homenajeado, el día de la inauguración, el 30 de mayo de este año, con los ojos llenos de lágrimas y el gobernador Alberto Rodríguez Saá, uno de sus más férreos admiradores, a su lado.

Su sueño era que los chicos vivieran aunque sea una parte que lo que el destino le auguró a él. No fue poco. María recorrió el mundo con su guitarra y tuvo algunos momentos artísticos que pocos hombres de la provincia podrán igualar.

En 1998, por ejemplo, el festival de la tonada que se hace en Nueva York llevó su nombre y él tocó para todo el público una versión del Himno Nacional solo con la guitarra y con la esperada emoción del público argentino. 

Nunca fue su ilusión trascender, sino vivir. El guitarrista tenía siempre una sonrisa y una anécdota para todo, en cualquier momento, en cualquier situación que fuera abordado.

A la tarea de la trascendencia, "El Pulpo" dejó que otros la hicieran por él. En la ciudad, que ayer se inundó de una mustia sensación, quedan las calles con su nombre, las instituciones que lo homenajearon y algunas tonadas que todavía no han sido escritas. Y también están en las paredes (cerca del club San Martín y en La Casa de la Música) algunos de sus retratos, con los que la ciudad tendrá una memoria permanente hacia uno de sus hijos más trascendentes. 

 

 


Las cuerdas de "El Pulpo". Fue fundador de "Las 100 Guitarras Mercedinas" y luchador incansable por la música cuyana. En esta imagen (centro), en uno de los primeros grupos que integró. 

 

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