Cárcel para otro policía por dispararle a un joven en la cara

Fueron los dos. Que a la escopeta itaka la haya gatillado uno solo, el inspector Matías Fernando Balada o el inspector Jorge Alejandro Chavero, no alcanza para que el otro zafe de la acusación por las lesiones que el disparo le causó a Leandro Daniel Bustos. 

"Nos alivia que los dos policías estén detenidos. Pero revivimos la angustia: nada nos devuelve a mi hermano”

Acordar sus intenciones y sus actitudes en aquel procedimiento reñido con la legalidad, la madrugada del lunes 28 de octubre pasado, aunó también su destino: ahora los dos policías están presos como coautores del delito de “Lesiones gravísimas agravadas por ser miembros de una fuerza de seguridad en abuso de su función y por el uso de arma de fuego”. Chavero ya corría esa suerte. Balada lo igualó ayer, cuando la jueza Penal Nº 3, Virginia Palacios, lo procesó y le dictó la prisión preventiva.
También comparten el lugar de encierro. El año pasado, cuando procesó a Chavero, la jueza dispuso que quedara detenido en el cuartel central de bomberos de la Policía, en el Aeropuerto San Luis. Era el 1º de noviembre y para entonces, cuatro días después del hecho, en el Hospital Nacional de Clínicas, de Córdoba, Leandro Bustos peleaba en desventaja contra las lesiones que le había causado el disparo con perdigones de goma.
El joven de 27 años murió el 29 de ese mes. Y al día siguiente Palacios ordenó que a Chavero lo llevaran a la Penitenciaría. Ayer dispuso el mismo destino para Balada.
“Qué bueno que la Justicia esté actuando como esperamos”, dijo ayer Yésica Bustos, hermana de Leandro, al enterarse de la resolución judicial contra Balada. 
“Por un lado me alivia, pero por otro lado, revivimos la angustia. Pensamos en la familia de los dos policías también, no es nada bueno para las tres familias. Porque aunque para nosotros se está haciendo justicia, nada nos va a devolver a mi hermano”, afirmó.
Dijo que el lunes, cuando les avisaron que la jueza había ordenado detener a Balada, ganaron un poco de tranquilidad: “Estábamos intranquilos, impacientes, no sabíamos qué iba a pasar. Ahora lo único que pedimos es que paguen por lo que hicieron”.

Actuaron como uno
Chavero había sido detenido como supuesto autor del disparo porque él y Balada afirmaron eso desde el comienzo. Recién cuando lo pasaron a la cárcel el policía dijo que su compañero era quien había baleado a Bustos. Y que él se había prestado a la mentira porque el otro se lo pidió, ya que Balada tenía un legajo manchado con sanciones y lo iban a echar de la fuerza.
Los testimonios de la novia de Bustos, Mariquena Benítez, –testigo presencial de la agresión–, Eduardo Oyola, un vecino que vio parte del hecho, y otros camaradas de los inspectores investigados terminaron por darle sustento a la versión de Chavero.
Pero eso no es suficiente para librarlo de la misma imputación que a Balada, resolvió ayer la jueza, al rechazar un pedido del defensor de Chavero.
Es que primero los dos policías pretendieron realizar un operativo para el cual, según las pruebas reunidas, no había suficiente justificación, expresó Palacios en su resolución. Decidieron hacerlo luego de que a las 4:30 de la madrugada su patrulla –el móvil 1-534 de la Subcomisaría 23ª– se rozó en una calle del barrio Jardín del Sur con el Peugeot de Bustos, que iba con su novia hacia su casa.
Cuando persiguieron el auto, buscaron la casa de Bustos y le requirieron la identificación al joven, ambos oficiales “actuaron de manera conjunta”.
Cuando un policía sacó la escopeta de la camioneta, su compañero mantenía una presencia activa en el procedimiento y no hizo nada para evitar que el otro usara el arma contra la víctima, agregó la jueza.
Luego, ambos subieron a la patrulla y escaparon a gran velocidad. Antes, levantaron los restos del cartucho con el que habían herido en la cara a Leandro.
Al volver a la subcomisaría, los dos omitieron registrar el supuesto procedimiento en el libro de novedades, destinado a ese propósito.