11°SAN LUIS - Domingo 05 de Mayo de 2024

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Se interpuso para salvar una vida

Por redacción
| 17 de marzo de 2014

El jefe de la seccional de Naschel, el comisario Julio Marcelo Barrio, ya tenía un plomo en el pecho cuando se cruzó para evitar que el inspector descontrolado, Walter Fabián Talquenca, le descerrajara un tiro al dueño del boliche en el que había desatado, sin explicaciones, una tragedia sin par. Ahí no hubo respeto por la jerarquía o la condición humana: Talquenca levantó la mano, apuntó y le gatilló a Barrio por segunda vez, hiriéndolo en la frente, del lado derecho. El corazón dejó de latirle ahí mismo, en cosa de segundos.
Si Talquenca no hubiera hecho ese segundo disparo, Barrio habría muerto de todos modos. El comisario Oscar Contrera, subjefe de la Unidad Regional 3 e instructor del sumario, dijo ayer que la primera herida selló el destino del comisario, quien controlaba el servicio adicional que cumplían tres de sus subalternos, el oficial principal Daniel Pérez Garro, el oficial principal Silvio Godoy y el alférez Gabriel Isaguirre. Todos trabajan en la Comisaría 24ª de Naschel.
En la conferencia de prensa del sábado, el jefe de la Policía de San Luis, comisario general Oscar Papaño, dijo que les habían dado a los comisarios la orden de supervisar el cumplimiento de los servicios adicionales del personal que tienen a cargo. “Les dimos la directiva de hacerles controles de alcoholemia a los efectivos”, precisó. Por eso el sábado a la madrugada Barrio estaba en la disco “Natacha”, una de las dos que hay en Naschel.
Cuando entró al boliche con su mujer, Talquenca vio a los cuatro policías y los saludó. Al fin de cuentas, no sólo eran camaradas, sino también conocidos que trajinan a diario las calles del pueblo. Con seguridad nadie imaginó que ese inspector vestido de civil que un rato antes les había dado un apretón de manos a sus compañeros, balearía al principal Pérez Garro y asesinaría a Barrio.
El inspector detenido trabajaba en el destacamento de San José del Morro. Es decir, no estaba (ni estuvo) bajo las órdenes del jefe al que ejecutó. Por eso es casi imposible que hayan tenido un encono derivado del trabajo. Pero Talquenca conocía a Barrio y tenía cierto trato con él, contó Contrera. El inspector hacía adicionales en el casino de la localidad y en la sucursal del Banco Supervielle, y Barrio le pagaba esos servicios en la comisaría.
En la puerta de la disco, con la locura dictándole los pasos a seguir, Talquenca le disparó a un camionero que salía del local, Fernando Brizuela. La bala le impactó en la cara, del lado derecho, debajo del ojo, entre el pómulo y la nariz. Lo mató.
Luego, Talquenca lesionó al boletero, Gabriel Garro, y, de frente, le gatilló a Barrio en el pecho. El principal Pérez Garro fue la cuarta víctima: una bala le entró por la clavícula y lo dejó herido.  
Talquenca se apostó en una baranda y disparó hacia la pista. Luego, uno de los proyectiles alcanzó a Ximena Lederos, una joven que estaba en la barra, amiga de la novia de Martín Estrada, el dueño del boliche.
El inspector salió por una puerta hacia la calle San Martín y después le apuntó a Estrada, quien abría una salida de emergencia para que la gente se pusiera a salvo. Barrio se interpuso en la línea de fuego y recibió un balazo en la cara. Salvó a Estrada, cayó y no volvió  a levantarse.

 


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