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Un aplauso para la gente que colmó el Mario Sebastián Diez

Por redacción
| 26 de mayo de 2014
La popular estuvo colmada y los hinchas no dejaron de alentar. | Nicolás Varvara

El frío no fue un impedimento para que ocho mil almas se llegaran hasta el "Mario Sebastián Diez" para darle su apoyo incondicional a Juventud.
Cuando el equipo ingresó, El Bajo se vistió de azul y amarillo. Bengalas, papelitos, cánticos y banderas, le dieron un colorido especial a un grupo de jugadores que invita a soñar.
Las tribunas colmadas. La gente con las manos rojas de tanto aplaudir a sus jugadores. Grandes. Chicos. Familias enteras fueron a ver a Juventud. Personas que no se conocían y parecía que eran amigos de toda la vida. Cuando hizo el gol el Pato Landa Garza se abrazaron con el de al lado. No importa si no eran amigos. Este equipo, que está a tres partidos del Nacional B, consiguió que desconocidos se conozcan de toda la vida. Eso tiene el fútbol y más los buenos momentos de un equipo.
Cuando Leguiza le tapó el remate a Garrido, los hinchas masticaron bronca, pero ahí nomás cuando levantaron la cabeza, se encontraron con la pelota dentro del arco de la CAI. ¿Quién lo hizo le preguntó el papá al hijo? El Pato papi, el Pato, contestó el nene. Y después cuando el "8" del Juve levantó los brazos y pudo salir del abrazo de sus compañeros, pudieron ver bien quién había convertido el gol.
El frío cada vez era más intenso. Pero nadie se quejaba. Todos saltaban y cantaban por una misma causa: Juventud. Los jugadores sintieron el aliento. De las tribunas bajaba el calor. Los muchachos de Tempesta parecía que se contagiaron del empuje de sus hinchas y fueron para adelante. Vitale era una tromba por la peatonal izquierda. Aguirre encaraba una y otra vez. Castellano los corría a todos. Reinoso aguantaba cada pelota que le llegaba. Así jugó Juventud, con los dientes apretados. Entendió cómo debía disputar esta semifinal.
En el entretiempo, choripán y gaseosa de por medio, los hinchas hicieron un parate. Y en el complemento comenzaron con los cánticos de nuevo. El grito se hizo más intenso, cuando el uruguayo Peralta le puso el moño a una joyita de Garrido, para poner el 2-0. Parecía que el estadio se venía abajo. Y un fanático se animó a gritar "Tabárez, Peralta es uruguayo". Y entre abrazo y abrazo siguieron disfrutando del fútbol y de la contundencia de Juventud.
El viento soplaba y el aire cada vez se hacía más insoportable, pero a nadie le importaba. Juventud ganaba, por una diferencia importante; y nadie se movía del lugar. Nadie dejaba de alentar.
A un minuto, la CAI llegó al descuento, pero no dejaron de alentar. Los jugadores empujados por el fervor popular fueron en busca del tercero, que nunca llegó.
El silbato del árbitro decretó el final del partido. Los jugadores puntanos se quedaron con un poco de bronca porque saben que la diferencia podría haber sido mayor, pero cuando levantaron los brazos y vieron esas ocho mil personas saltar y cantar, se contagiaron y prometieron regresar de Comodoro con la clasificación.

 


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