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Los puesteros aseguran que bajaron los precios para poder vender más

Por redacción
| 04 de mayo de 2014
Canastos, maseteros y costureros de mimbre, de todos los tamaños y para todas las necesidades.

El aroma del fuego encendido para cocinar choripanes, empanadas, pizzas o papas fritas, se percibe desde varios kilómetros antes de llegar a Villa de la Quebrada, donde se celebra al Cristo. El humo se combina con el olor a incienso que escapa de la iglesia; la música tropical se enrosca con los creativos cantos que inventan los vendedores y la gente avanza amontonada, observando lentamente una cantidad impresionante de objetos para comprar: canastos de mimbre, ropa, juguetes, adornos de madera, vidrio y aluminio, electrodomésticos y dulces, entre otras cosas. Los dueños de los puestos aseguran que, en relación al año anterior, las ventas bajaron y afirman que hasta tuvieron que acomodar los precios de acuerdo al bolsillo de los compradores, o improvisar ofertas.

 

El carnaval de ofertas continuó toda la tarde entre puestos que ofrecían masajes gratis, cubiertos de mesa, cafeteras, planchas, cuchillos de alpaca, acero y ciervo, y remeras térmicas.


“Empezamos a vender los productos a un precio razonable, pero tuvimos que bajarnos para poder defendernos mejor, ahora estamos igual que el año pasado. La gente mira más, pero no compra”, dijo Daniel Alfaro, un fabricante de objetos de mimbre. Frente a su puesto tenía maseteros, lámparas, canastos y costureros.

 


Los baños químicos y las duchas son importantes para quienes decidieron acampar en la Villa, “La estrella Max”, fue la empresa encargada de cubrir el servicio. “Tenemos treinta baños y veinte duchas instaladas (frente a la rotonda de ingreso al pueblo) y dentro de la localidad diez más de cada uno, la gente entra y sale todo el tiempo, tanto que no hemos contado la cantidad, pero en la playa de estacionamiento tenemos por lo menos trescientos autos hoy (por ayer)”, dijo la dueña del emprendimiento, Mariela Garbarino.

 


Roxana Valverde llegó desde Córdoba a la Villa para vender ropa, pero aseguró que no le fue muy bien, entre comentarios malhumorados y chistes. “Nos fue mal con respecto al año pasado porque todo aumentó, la gente busca lo más barato y no podemos bajar los precios”, explicó.

 


Dos cuadras adentro, por el bulevard 9 de julio, había un  puesto de adornos de madera, atendido por Walter Oliva de Villa Mercedes. “Tenemos pocas ventas y nosotros los artesanos no podemos bajar los precios, entonces la gente elige llevarse los objetos más pequeños”, afirmó.

 


Con anteojos oscuros y acento portugués Lucas Fernández vendía manteles antimanchas con diferentes motivos. Alegre y positivo contó que vive en Mendoza y que vende sus telas al mismo precio del año pasado, “¡para no perder clientes!”, exclamó.

 


Los juguetes pequeños más vendidos son los yo-yo y las motos, a treinta pesos. “Está floja la venta, la gente se queja y después vuelve”, aseguró Norma Gamarra de Buenos Aires.

 


Con porcentajes exactos y las manos metalizadas, Cristian Torres de Buenos Aires, aseguró que la comercialización de sus productos bajó un treinta por ciento, y entre golpecitos diestros y estilizados dibujó con el cincel, una flor sobre un mate. Sobre los estantes que estaban detrás suyo había pavas, azucareras, yerberas y bombillas.

 


Otro puesto que llamaba la atención en medio de tanta muchedumbre fue el de objetos de vidrio. Bajo el sol de la siesta Marcela Bustos de Río Negro, vendía centros de mesa. “A usted le regalo la flor porque me cae bien”, dijo la mujer a una clienta y agregó: “A mi me fue bien, aunque tuve que bajar algunos precios e improvisar promociones”.

 


El carnaval de ofertas continuó toda la tarde entre puestos que ofrecían masajes gratis, cubiertos de mesa, cafeteras, planchas, cuchillos de alpaca, acero y ciervo, y remeras térmicas. Un grupo de cordobeses se adelantó al mundial Brasil 2014 y llevó camisetas en todos los tamaños. Cerquita un tucumano vendía zapatos para caballeros.

 


En las calles principales del pueblo, exactamente en 9 de Julio, Sarmiento y Belgrano, se reunieron vendedores de todo el país, que sin hablarse, llegaron a la conclusión de que es cada vez más difícil vender, que ya ni las promociones del dos por uno atraen compradores y que cada año aumenta la cantidad de visitantes durante la festividad del Cristo.

 


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