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Un jardín con más de 20 mil frutales

Por redacción
| 20 de julio de 2014
Improfop amplía su oferta.

Duraznos, manzanos, membrillos, kinotos, cerezos y nogales son algunos de los nuevos huéspedes del Instituto Mixto de Producción Forestal Provincial (IMPROFOP), el vivero provincial ubicado a unos 20 kilómetros de la capital, en Las Chacras. Hace poco más de una semana, el pulmón verde que cubre unas 15 hectáreas recibió más de 15 mil árboles frutales que se sumaron a otros 5 mil. Algunos irán a cubrir las necesidades de distintos programas ministeriales; otros en cambio quedarán para la venta al público.

 

Este año incorporaron una nueva variedad de nogal llamado "Chandler", que da más producción y mejor calidad de nueces. Cuestan 130 pesos cada uno y empezarán a dar sus primeros frutos en 3 años.


“Compramos alrededor de 17 mil frutales. Quince mil se van a sumar a otros 5 mil que teníamos para abastecer al Programa de Control y de Erradicación de la Mosca de los Frutos; y alrededor de 2.500 nos quedarán para cubrir esta temporada y los requerimientos del año”, aseguró el subgerente de Improfop, Sergio  Fioretto

 


Según dijo, compraron “de golpe” porque éste es el momento en que sus proveedores pueden arrancar los árboles de la tierra. Es la época en el que toda la fuerza está concentrada en la raíz, los injertos no tienen hojas y pueden sobrevivir a los traslados. Eso explica que a la vista estén desnudas y muy lejos del esplendor típico de la época de producción de frutos.

 


De ahí que la certificación es la clave para garantizar que los ejemplares sean lo que realmente prometen. “Nos mandan atados de cinco a diez plantas. Cada una viene identificada con una mancha de color que te indica la variedad, la época de cosecha que tiene y qué variedad se poliniza con otra. Todas están certificadas por Senasa”, indicó.

 


Esta información es sumamente valiosa por distintos motivos. Uno de ellos es que no todos son autopolinizantes,  es decir que si las plantas solas es poco probable que entreguen fruta, necesitan de otra variedad que genere un cruce para lograr que tengan producción. Tal es el caso del cerezo: “La gente muchas veces cuando compra pide un solo cerezo, pensando que con uno solo basta. Pero necesita de una guinda u otra variedad distinta de cerezo para que genere fruto”, comentó y agregó que por eso siempre intentan asesorar a los clientes con este tipo de detalles para que pueda elegir con conocimiento de causa.

 


“La identificación también es muy importante porque te indica la fecha probable de floración”. Fioretto explicó que mientras antes florezca una planta, menor es la probabilidad de que la ataque la Mosca de los frutos, aunque corre el riesgo de que “caiga una helada y la mate” y las tardías tienen el riesgo de que sean atacadas por esta plaga. Ya sea una u otra, a grandes rasgos las primeras flores empiezan a aparecer a partir de la segunda quincena de noviembre hasta la segunda quincena de febrero, el límite depende de la zona y de factores ambientales.

 


Además, la certificación garantiza que hubo una trazabilidad en todo el proceso productivo: que las plantas estén sanas, que haya crecido y se haya desarrollado correctamente. Pero los controles no terminan ahí. En esta época, el vivero recibe dos visitas semanales del Senasa para controlar que los árboles frutales sigan en buenas condiciones, como ocurre en el caso de los cítricos que necesitan estar dentro de un invernadero, separados del resto de las plantas en sectores cubiertos con mosquiteros.

 


El proceso de control no sólo está en los papeles sino que salta a la vista. “Cuando los proveedores son buenos, te das cuenta por la masa radicular de las plantas que es fundamental para que crezca y se desarrolle”, dijo y contó que sucede que mucha gente compra un frutal, lo entierra en su casa y a pesar del tiempo y los esfuerzos, los frutos nunca llegan. “Esto pasa porque la planta estaba hachada, como le decimos nosotros. Significa que le han cortado muchísima raíz en los viveros y cuando el cliente la vuelve a  implantar no puede crecer porque no tiene cómo sacar los nutrientes que necesita para hacerlo”, comentó.

 


Pero más allá del orden y la calidad de los productos, el vivero tiene una ventaja difícil de superar. Los precios de venta son los mejores del mercado, por lo menos de la provincia. Es que el volumen de compra disminuye los costos y hace que el valor final al consumidor sea bajo.  Por ejemplo, un durazno, una pera, una manzana, ciruela, damasco están alrededor de los 45 pesos, con un tamaño que este año ya puede dar una primera muestra.

 


Esa es otra ventaja comparativa. Todas las plantas aquí son injertadas esto significa que “estás poniendo en un pie resistente a las malezas y a los cambios de temperatura, una yema de una planta adulta. Es decir que se saltea todo el proceso madurativo que sucede con una planta que creció de semilla. “Como todas las cosas, requiere de requisitos, de que vaya a un lugar que corresponde, con los cuidados pertinentes, que ahí no depende más de la planta en sí, sino de donde la colocás”. En definitiva, el cliente compra a muy buen precio una planta en regla, con todos los controles que garantizan su producción.

 



El circuito

 


Llegaron varios racimos (1), cada uno con cinco o seis frutales que quedaron depositados en el patio de recría. Allí les hacen una primera poda para emprolijar la planta y para que sea más fácil el traslado a las distintas localidades de la provincia.

 


“Este no va a ser el tamaño definitivo”, indicó el subgerente del instituto, al tiempo que explicó que eso depende de los gustos de cada dueño, pero que en general a los frutales de producción se los poda al metro de altura para que la copa quede baja y la cosecha esté al alcance de las manos.

 


Sin embargo, no todos pueden quedar a la intemperie. Los cítricos, como explicó, van al invernadero en donde pasan un tiempo de aclimatación. “Acá adentro construimos estas salas con mosquiteros para aislarlos de insectos, como lo exige Senasa”, recordó Fioretto

 


Tras el corte (2), ordenados en filas uno al lado del otro, cada atado espera unos últimos retoques antes de llegar a los jardines de sus nuevos dueños. Así pasan hacia la sala de enmacetado (4), que requiere de la prolijidad de una docena de mujeres para colocar cada injerto en un nuevo recipiente,  con el sustrato ideal para contenerlo.

 


Esta “tierra” se fabrica en el patio de sustratos (3), en donde se combinan distintos elementos para generar este compuesto que depositan en tolvas. Del otro lado, las chicas abren las compuertas de a poco y van llenando los recipientes en donde serán colocados los árboles (5).

 


“Ahora que la planta no tiene hojas, puede trabajarse con la raíz a la vista. Más adelante, alrededor de septiembre cuando empiezan a salir las hojas, no podemos seguir con el traspaso. Por eso estamos envasando ahora, sino no llegamos con los tiempos”, afirmó. Una vez listos, pasan al sector de ventas (6).

 



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