Jorge Hernández es el único párroco católico en Gaza. Resiste en su parroquia, bombardeada hace unos días, con 3 hermanas de la Caridad (Madre Teresa de Calcuta), otras 3 religiosas más de su congregación, 28 discapacitados y 10 ancianos. Testigo del terror, no lo esconde en su relato. Y dispara frases que pintan lo peor de la guerra.
"La falta de agua potable es desesperante, es mi mayor preocupación. La gente en la región está bebiendo agua servida, contaminada de sangre", asegura el sacerdote argentino del Instituto del Verbo Encarnado (IVE).
"Los papás buscan distraer a los chicos para que esta cruda violencia no los abrume"
El presbítero lleva siete años en Gaza a cargo de la Iglesia Sagrada Familia, una escuela para chicos discapacitados y un hogar de ancianos, parte de cuyas instalaciones edilicias fueron parcialmente destruidas por un misil israelí.
Jorge llama todos los días con su familia en Mendoza (viven en San Rafael), y así se pueden conocer las duras situaciones por las que atraviesa. Por ejemplo, sólo tiene un par de horas de electricidad con los generadores que los usa para cargar las baterías del celular y hace dos llamadas por día.
El sacerdote está preocupado por las deplorables condiciones humanitarias, que empeoran cada día. "En la desesperación, (la gente) ha empezado a tomar agua de mar. Gracias a Dios, él todavía tiene algunos recursos pero al tener a su cargo a las refugiadas que son mujeres con bebés y 29 chicos discapacitados, la higiene es necesaria y nos dice que no le queda mucho más por dar", relató Silvina Hernández, hermana del cura.
En Gaza no hay refugios y no suena la sirena de alarma antes de que lleguen las bombas. El padre Jorge decidió mandar a los chicos a sus casas, a pesar de que las mismas podrían convertirse en cualquier momento en sus tumbas.
"Todos los niños están aterrorizados, se hacen encima las diferentes necesidades y lloran casi todo el día. No oso pensar, si este llanto llega a los oídos de Dios, qué podría suceder".
El gobierno argentino exigió a Israel garantías por la vida del sacerdote y los refugiados en su parroquia. Y le advirtió que "el agravamiento de la situación de dichas personas tendría serias consecuencias en la relación bilateral".
La Cancillería giró la nota oficial el lunes al gobierno del primier ministro Benjamin. El miércoles el canciller Héctor Timerman reiteró a la embajadora de Israel en Buenos Aires, Dorit Shavit, que "además de garantizar la seguridad de las personas a cargo del padre Hernández" su gobierno debe "asegurar que la parroquia de la Sagrada Familia vuelva a contar con suministros de alimentos, electricidad y agua potable".
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