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La Escuela de Arte de San Luis tuvo su gala anual

Por redacción
| 21 de septiembre de 2014
La mazamorra sabe. "Cosecha de maíz", uno de los cuadros que presentó la escuela de arte en su gala anual. | Alejandro Lorda

Una mujer que viajó por todo el país en un imaginario tren de los recuerdos,  fue la protagonista del espectáculo con el que la Escuela de Arte de San Luis realizó su gala anual. Los bailarines interpretaron en danza toda la vida de la protagonista.

 

53 Bailarines, entre locales y visitantes, participaron de las dos funciones previstas por la escuela.


Adriana Durigutti fue quien interpretó a la dueña de varias cartas que hablaron de la infancia, la familia, de las mujeres y del amor: en sus comienzos, en su pico de felicidad y en la amarga despedida.

 


Los bailarines describieron con sus cuerpos y a la luz del folclore,  todas las emociones que la actriz adelantaba con sus palabras en el texto de Lautaro Dentoni Appap.

 


Para la apertura el candombe se apoderó del escenario en "Entre mulatos y federales", en una coreografía que describió el contraste entre las penurias que sufrían los mulatos de antaño a manos de sus opresores federales. Todo fue contado en vivaces colores y con el poderoso sonido de los tambores.

 


La próxima carta sería la del amor entre la china y el farolero. El cuadro se llamó "Sereno" y sólo dos bailarines hicieron la danza de la conquista entre subidas y bajadas de un asiento de plaza, con el farol en mano como la representación gráfica de esa luz de amor que nace pequeña, pero que ilumina la noche.

 


Los más pequeños de la academia entraron en escena para hablar de Cuyo. Los chicos interpretaron una intrincada coreografía que incluyó las sonrisas interminables de las chinitas y el zapateo masculino de los gauchitos.

 


La voz de un Abel Pintos de la primera época sonó dulce para el número "Cosecha de maíz", que le dio a la mazamorra el protagónico.

 


El próximo número fue una infaltable zamba, perfectamente ejecutada.

 


Una fuerza arrasadora se apoderó de la atención del público con un número de malambo norteño. La guitarra, el violín y el bombo en vivo le dieron mayor veracidad a la performance.

 


El público disfrutó de un gran momento de fantasía con boleadoras en el que se lucieron dos estudiantes de la casa y un invitado, Gastón Marturano.

 


Corrientes llegó a San Luis en la forma de un chamamé estilizado y lleno de figuras que dibujaron coloridas imágenes por todo el escenario.

 


Luego vino el número de música, cuyo virtuosismo quedó perdido detrás de un molesto acople que siguió a los músicos Ariel Flores, Víctor García y Maximiliano Lucero, durante la primera parte de su presentación. Para la segunda canción había aminorado, pero  la calidad del micrófono principal seguía siendo muy pobre como para que se lucieran como querían.

 


Los dos últimos números continuarían con la sincronización y el dinamismo que tuvieron las coreografías durante toda la noche. Los bailarines debieron danzar para el final del amor de la protagonista y para la distancia de los afectos. Todo con el mismo sentimiento, como la danza del corazón roto.

 


La última performance fue una chacarera, que se mezcló con el cierre y los saludos finales. Más aplausos y saludos para un espectáculo que tuvo anoche su segunda y última función.

 


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