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"Cielo Razzo" presentó su nuevo trabajo en San Luis

Por redacción
| 15 de diciembre de 2015
Un albañil del micrófono. Pino, cantante de "Cielo Razzo", un brazo en alto para el trabajo. | Ángel Altavilla

En la puerta de "Panacea" apareció un flaco barbudo con bermudas camufladas, remera negra y Topper sin medias. Podría ser cualquier espectador pero era Pablo "El Polilla" Pino, el cantante de "Cielo Razzo", quien llegó del hotel en remise, saludó y chocó manos mientras entraba al bar. La sencillez como estandarte.
Sus compañeros repitieron el sistema mientras en la calle algunos fanáticos alentaron a los músicos. 
La excusa de la llegada de la banda era presentar “Nueva tierra”, su nuevo disco, tocado por completo en San Luis. Comenzaron con “Obtuso”, “Barón”, “Cochico” y “Disfraz”, no todas coreadas -al ser nuevas- pero “Te vas” del cd “Sideral”, fue el más festejado de las primeras canciones entre chicas en hombros y trapos arriba. 
Lo que era una regia tarde se potenció dentro de "Panacea" cuando los cuerpos empezaron a girar al compás del ritmo. Una llovizna de cerveza fue bien recibida ya que ni las bebidas directo de la heladera refrescaban en esa caldera, aunque alguna brisa ayudaba cuando se abría la puerta.
“Qué linda noche”, señaló Pino y, entre humilde y ubicado, dijo que "hay bandas mejores" cuando la fanaticada reclamaba que "Cielo Razzo" era lo más grande del rock nacional. 
Como un agitador profesional, “Polilla” estuvo desinhibido y canchero, en todo momento, incluso cuando dio las gracias por la asistencia con brazo en alto y un vaso con el que brindó, flanqueado por las guitarras del “Pájaro” Diego Almirón y Fernando Aime, que lució un sombrero de ala sobre los rulos rebeldes. 
Detrás estaba Cristian “Narvy” Narváez, sin perder el tempo con el bajo.
“Nadie hace nada solo y no podemos estar sin ustedes, así que de Rosario a San Luis: salud!”, sostuvo Pino y se metió entre la gente en una aventura que duró poco. 
Todos encima le impidieron un caminar tranquilo y volvió al escenario, casi hasta esconderse en la batería de Javier Robledo. El cantante prepoteó a los demás en los coros con estilo: él tiene micrófono, el resto sus gargantas.
El pogo, violento rito tribal, se extendió en la pausa obligada para el bis, con una guitarra -colgada en distorsión- y volvieron cuando los tímpanos pedían basta.
La tricota final fue efectiva: “Tus pasos”, “Bébelo” y “Luna”, con la asistencia de Carlo Seminara en percusión y los teclados de Marcelo Bizarri.
Antes de despedirse, emocionado, Pablo siguió endulzando los oídos del público: “Que sigan acá siempre es una sorpresa porque nunca sabemos quién está cuando volvemos”, se sinceró. 
Tanta buena onda no fue en vano, como lo demostró el cambio de remeras entre “Polilla” y Rodrigo Calderón, el guitarrista de los puntanos “4Lados”, la banda local que estuvo en el pogo y cantó a morir, ya que los rosarinos son una gran influencia. 
Terminada la ceremonia entre fans, subieron al tremendo bus del tour y continuaron su gira por las tierras del sol y el buen vino.

 

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