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Kameleba se despidió con una fiesta en donde las risas y el llanto se chocaron

Por redacción
| 30 de marzo de 2015
Kameleba, tal como se conoció hasta ahora, en su recital final.

Fue como una fiesta triste. Una de esas reuniones en las que no se sabe si reír o llorar. Kameleba dio un recital extraño en el teatro Opera el viernes a la noche, por muchos factores. El más notorio fue porque será el que marcará el fin de una era de un grupo que supo conquistar corazones.
Las sensaciones encontradas fueron notorias desde el inicio, aunque el grupo desde arriba del escenario siempre se encargó de mostrar el recital como parte de una despedida alegre, en el caso de que las despedidas puedan serlo.
En medio de ese estofado de vivencias, recuerdos, reggaes, melodías y rugidos, quedó sobretapado por la situación un punto importante: el recital del viernes fue el primero que la banda villamercedina hizo en un teatro de primera línea de Buenos Aires, en plena calle Corrientes y con un grupo de seguidores fiel y numeroso. Ninguna banda rockera de San Luis llegó a tanto.
Es una pena que semejante logro haya llegado justo en el momento de la separación, que el grupo se ha empeñado en mencionar como un impasse, con lo que deja la puerta abierta para el regreso en algún momento.
De todos modos, el concierto del teatro Opera (en el que se recaudaron alimentos y ropa para un comedor villamercedino), en el que la banda tocó temas de sus cuatro discos, funcionó a todas luces como una despedida.
Pocas horas después del show, el perfil de Facebook de la banda subió un breve comentario en el que agradeció a los seguidores y calificó a la del viernes como una noche que "jamás olvidaremos". 
Efectivamente, el recital fue una destilería de la buena onda con la que la banda acrecentó su carrera. Darío Alturria, el líder y en parte responsable de la separación, vistió un chaleco negro, un pantalón rojo y una gorra a tono. Tenía, además, dos accesorios que resumieron en buena parte su postura musical: un collar con un león y un prendedor con un líder negro.
En constante charla con el público, el cantante recibió todas las banderas que le tiraron y hasta se probó una remera con la 10, los colores de Jamaica y el nombre de uno de sus alter ego: Black Dali.
Más glamoroso, su hermano Iván, eligió un chaleco de corderito y varios collares, con lo que daba un aspecto más de un guitarrista funk que de uno de reggae.
Más alejados de las luces, como siempre lo estuvo en realidad, Lionel Folch, el bajista, vivió el recital a su manera: ensimismado, silencioso y a un costado, una característica que mantuvo desde el minuto cero de la banda. Ahora, casi sin querer, de su decisión depende en gran medida el futuro de Kameleba.​

 

 

Muchas gracias a toda la familia que nos acompañó en el teatro Opera (Bs.As, ARG), sin duda, una noche que jamás...

 

Posted by Kameleba Oficial on Sábado, 28 de marzo de 2015

 

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