El escenario musical de la cuarta edición de la Fiesta de la Música no fue el único que mostró una oferta para todos los gustos. El rock, el folclore, la cumbia y el candombe acompañaron desde arriba a las diversas propuestas de los paseos gastronómicos y de entretenimiento que costearon al Molino Fénix en la noche inaugural.
Los villamercedinos coparon la calle Comandante Videla, que atraviesa a unos de los lugares más representativos de la cultura de la ciudad. Ya a las 20:30 familias enteras, pequeños y adolescentes estaban listos para una nueva edición del festival. La Luna Llena acompañó las dos noches e invitó a quedarse hasta altas horas de la madrugada. El recital de “Los Tekis”, el número central de la noche, terminó a las tres.
Los luminosos stands de la Asociación de Emprendedores, Artesanos y Afines (ADEAA) fueron los encargados de dar la bienvenida en el paseo artesanal. Indumentaria, esculturas en hierro, conservas y hasta plantas llamaron la atención de los visitantes. Una de las grandes propuestas, y la más llamativa, fueron las excéntricas Kokedamas, unos pequeños plantines sostenidos en el aire. “Ocupamos un lugar estratégico en el paseo. A la gente le gusta mucho lo que ofrecemos porque suelen ser elementos distintos. Vinieron amigos desde San Luis y Mendoza a exponer sus productos. Ésta es una fiesta que agrupa a todo tipo de gente, gustos y estilos”, dijo Norma Perinelli, integrante de ADEAA.
Con respeto a la consigna central de la fiesta, el patio gastronómico dejó espacio para todos. Asado, empanadas, pizzas y los clásicos panchos para los más chicos llenaron los platos de quienes escucharon la música a lo lejos. Pero para los que quisieron comer algo distinto, las casas de comidas cercanas a los silos, ofrecían rabas y platos elaborados.
El novedoso puesto de licuados y jugos llamó la atención de todos al pasar. Dentro del predio, cerca del escenario, una carpa blanca fue el lugar de descanso de grandes familias. Allí también se podían probar las exquisiteces que ofrecían los productores gastronómicos, con música de fondo.
Los catadores de cerveza no se quedaron atrás: un patio exclusivo para los amantes del lúpulo se asentó al costado del escenario, un lugar estratégico para los roqueros que disfrutaron de la más rica cerveza artesanal villamercedina.
“El público predilecto es el del rock”, dijo Martín Koenig, un joven y entusiasmado productor de bebida espirituosa.
Los revoltosos que llegaron temprano de la mano de sus papis, hicieron fila y aprovecharon los primeros asientos frente a la pantalla grande que trajo el cinemóvil, que temprano mostró algunas películas infantiles (“Patoruzito”, “Soledad y Larguirucho”) y más a la noche se dedicó a los cortometrajes que el año pasado participaron del concurso “La hora mágica”. “Es una propuesta genial el poder combinar el cine, la música y la comida. Eso, sólo lo ofrece esta fiesta”, acotó Martín Ochoa, de San Luis Cine.
Peloteros, calesitas y una miniferia de kermese reunieron a grandes y chicos. Una de las novedades fue el billar y una bolita que causó sensación y tensión a los que querían ganarse un celular, un grabador o hasta una radio. “Son buenos premios y las personas se entusiasman cuando ve que puede ganar. Por ahí, los padres se prenden más que los chicos y se quedan varias horas”, dijo Susana Chadez, una riocuartense que recorre el país junto a su marido sumando sonrisas.
La gente de “Papiyón Circus” sumó intriga y, por momentos, miedo. Un grupo de pequeñas elásticas escalaron una larga tela que colgaba de una grúa. Las jovencitas desplegaron todo su arte. “Hacemos trapecio y trabajamos con aros, nos subimos de a una, hacemos dúos o tríos con los distintos materiales”, explicó Graciela Cianucci, la profesora.


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