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Alemania vencida, la historia de la capitulación

Por redacción
| 10 de mayo de 2015
Caída del Tercer Reich. Soldados rusos junto a la Puerta de Brandenburgo con una bandera soviética, tras la rendición en mayo de 1945. | Foto: -Archivo

El 7 de mayo de 1945, a las 2:41 hora local, Alemania firmó su rendición incondicional tras la histórica ofensiva del Ejército Rojo soviético en Berlín, lo que provocó hace 70 años el derrumbe del Tercer Reich y cerró así el último capítulo de la Segunda Guerra Mundial en Europa.

 


Ese día, en el cuartel general de las fuerzas aliadas en Reims, Francia, el general Alfred Jodl firmaba la capitulación de Alemania. Tres meses después se rendiría Japón, tras las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki.

 


La confirmación oficial de la capitulación alemana fue hecha el 8 de mayo, fecha en que se festeja el Día de la Victoria. La rendición final de la Alemania nazi todavía no era completa.

 


A propuesta de los soviéticos, los alemanes se habían comprometido a enviar representantes a otra reunión por separado que fue al día siguiente en el sector ruso de la capital alemana.

 


El 9 de mayo, en la Escuela de Suboficiales de Karlhorst, en Berlín, donde estaba establecido el cuartel general soviético, el mariscal Gueorgi Zhúkov recibió a su par alemán, Wilheim Keitel, quien reconoció la rendición y aceptó firmar documentos análogos a los de Reims.

 


Así terminó en territorio europeo el conflicto bélico más importante de la historia contemporánea —que involucró a 56 países y en el que murieron más de 50 millones de personas—, que comenzó el 1º de septiembre de 1939 cuando los tanques del entonces poderoso Tercer Reich de Adolf Hitler invadieron Polonia.

 


La histórica batalla comenzó el 16 de abril de 1945. El Ejército Rojo, ubicado unos 70 kilómetros al este de Berlín, inició la ofensiva sobre la capital alemana con intensos bombardeos.

 


Fueron 2,5 millones de soldados, 6.300 tanques y 7.500 aviones de combate de las fuerzas soviéticas los efectivos y pertrechos involucrados en la batalla final.

 


Para esa fecha, más de un millón de personas había abandonado Berlín, pero su población aún llegaba a los 2,8 millones.

 


Unos 45.000 soldados, entre ellos oficiales de las temidas SS (la Policía Política de Hitler), 40.000 efectivos de las "Volksturm" —fuerzas creadas por Hitler en 1944 para enrolar a hombres entre 16 y 60 años destinados a "defender la patria hasta el final"— y algo más de 4.000 menores de 16 años de las Juventudes Hitlerianas, frenaron durante 15 días el avance soviético.

 


Entre el 20 y el 26 de abril, los soviéticos llegaron a los límites de Berlín, cuyo centro histórico de más de 28 kilómetros cuadrados de superficie urbana quedó arrasado.

 


En la madrugada del 29 de abril, Hitler celebró su matrimonio con Eva Braun, y luego firmó su testamento político.

 


Para el 30 de abril, los soviéticos se hallaban a sólo 300 metros del Reichstag, la Cancillería donde Hitler vivió sus horas finales encerrado cinco metros bajo tierra en su búnker: el Führerbunker.

 


A las 15:30 de ese mismo día, el Führer se suicidó de un tiro en la cabeza (según la historia), junto a su mujer, terminando así el demencial y diabólico plan de construir un mundo sólo apto para la raza aria.

 


La batalla por el Reichstag (Parlamento) finalizó el 2 de mayo por cuanto, a pesar de la muerte del líder nazi, lo que quedaba de las fuerzas alemanas seguía combatiendo.

 


Mientras tanto, los soldados rusos izaron la bandera soviética sobre el techo del edificio: el signo de la victoria ondeaba ahora sobre la ciudad vencida.

 


La batalla por la posesión de la capital del Tercer Reich causó la destrucción casi total del centro histórico de la actual capital alemana. La superficie urbana quedó arrasada y uno de cada cinco edificios y más de 600 mil viviendas quedaron en ruinas.

 


Durante las semanas que duró la toma de Berlín murieron casi 100 mil personas, entre soldados y civiles alemanes, y 50 mil de las fuerzas soviéticas.

 


Nuevamente Alemania, como el 28 de junio de 1919, sentía el sabor de la derrota: ese día había sido el humillante Tratado de Versalles como final de la Primera Guerra Mundial; ahora pagaba la culpa por haber creído en el demencial liderazgo de su hijo más famoso, Adolf Hitler.

 



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