Unos días antes de que se cumplieran diez meses de la desaparición de Abel Ortiz, el juez Correccional y Contravencional de Villa Mercedes, Santiago Ortiz, decidió pasarle el expediente de la investigación a la fiscalía, para que opine si ya hay pruebas suficientes como para llamar a declarar, como sospechosa, a alguna persona.
El décimo mes aniversario fue anteayer. Y encontró a la familia de “Pochi” sumida en la misma angustia que arrastra desde la noche del 16 de setiembre de 2014 por no saber cuál fue su destino. Los trescientos días que han pasado sin noticias de él desde que salió de la casa de su hermana Marcela, en el barrio La Ribera, para ir a encontrarse con su ex, la peluquera Alejandra Espinosa, han reducido a la mitad, por fuerza, las aspiraciones de sus familiares. Al principio se esperanzaban en saber dónde lo habían llevado los responsables de su desaparición y en encontrarlo con vida. A esta altura, esta última ilusión es como una vela encendida en el viento.
Los Ortiz tienen muchos interrogantes, pero pregonan una certeza. Nadie les saca de la cabeza que la ex de Abel tuvo algo que ver con su ausencia.
Es posible que el juez tenga la misma presunción y por eso haya decidido correrle vista a la comisión de fiscales que interviene en la causa. Consultado por El Diario, Ortiz informó de su decisión de pedirle un dictamen a la fiscalía, pero no quiso revelar si, a su juicio, ya hay méritos como para imputar a alguien por algún delito (los jueces tienen prohibido adelantar una opinión antes de emitir una resolución).
El fiscal de Cámara N° 2 de Villa Mercedes, Néstor Lucero, dijo ayer a este medio que todavía no recibió el expediente. Él encabeza la comisión que integran además las fiscales de instrucción Rosario Verdugo y Nora Alessandrelli de Bataller.
Que la prolongada ausencia de Abel Ortiz robustece la presunción de que fue asesinado es tan cierto como que no han hallado hasta hoy ninguna prueba –tal vez ni siquiera indicios– que permitan imputar por homicidio a la sospechosa o a los sospechosos. “No está el cuerpo, eso impide tener la certeza de que lo mataron”, dijo un investigador. Ni el cadáver ni restos de él. Pese a excavaciones, pese a un rastreo con un geo radar que trajo un equipo de Gendarmería Nacional, en la casa de Espinosa y en la calle frente a la vivienda, no han hallado vestigios del hombre en ninguna parte.
Una fuente judicial aseguró que la investigación, si bien no ha logrado aún dar con el paradero de la víctima, ha sido ardua. Y opinó que, por eso, ha acarreado material suficiente como para sindicar a algunas personas, si no por homicidio, por otros delitos cometidos como parte de un plan para hacer desaparecer al hombre que tenía 30 años cuando fue visto por última vez.
El mismo informante consideró que aunque resta producir otras pruebas que podrían echar un poco más de luz sobre el hecho, “la investigación está bien encaminada”. Es decir, él también sospecha que Espinosa es responsable de la desaparición de su ex pareja. Y cree que tuvo la colaboración de más de dos personas.
Quien así razona parte de un dato objetivo surgido de la investigación: la peluquera es la última persona que estuvo con Abel la noche que desapareció. “Ella dice que lo dejó en el barrio El Criollo, a la vuelta de la casa de unos amigos, porque Ortiz iba a un velorio, pero lo cierto es que después de que estuvo con ella, nadie más lo vio. No hay un solo testigo que diga ‘vi a Abel en la calle’ o ‘lo vi pasar’, nada”, argumentó.
Los amigos de apellido Marini a los que “Pochi”, según Espinosa, iba a ver, declararon que Ortiz no fue esa noche a su casa. Y que para esa época hacía ya dos años que no lo veían.
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