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Yohana Alfonzo, una "Leona" de la vida

Por redacción
| 10 de agosto de 2015
La mercedina y su cata "Pepa" abrieron su casa a El Diario para pasar una tarde cordial de la mano de ricos mates. Yohana, es la menor de cuatro hermanos varones, y sus comienzos no fueron fáciles. Pero igual siguió adelante y alcanzó todos sus sueños.

Es sencilla, humilde y una soñadora… Quienes la conocen dicen que tiene un corazón de oro y que es así desde pequeña. Quizás, por eso, Johana Belén Alfonzo para muchos es un ejemplo arriba y abajo del ring. Una verdadera campeona, que más allá de sus tres títulos (Argentino, Latino y del Mundo) siempre busca ir por más.
“La Leona” todavía no se cura de los machucones propinados por Maderna, y en su mente solo da vueltas la idea de la defensa. “Existe la posibilidad de pelear en octubre en San Luis, pero hay que ver. Mi promotor está de viaje y tengo que hablar con él”, le cuenta Yohana, a El Diario de la República, en la intimidad de su casa.
Su amor por el box despertó de adolescente, a los 16. Antes hacía patín artístico y le cumplía el sueño a su mamá, Rosalinda. Hasta que un día, Ángel, su papá, la llevó a ver su hermano Jairo a la escuela que funcionaba en el “José María Gatica” y no se fue más. Entre bolsas y guantes se dio cuenta que había encontrado su vocación. 
En plena ronda de mates, y con su cata “pepa” y su perra “negrita” como testigos, Yohana recuerda que sus inicios no fueron fáciles. Como hermana menor de tres varones (Jesús, Cristian y Jairo) se chocó con varias barreras. “No querían que fuera. Le decían a mi papá que si yo iba ellos dejaban. Por suerte, se les pasó”, dijo.
“Al principio me decían que era un deporte de hombres. Y yo les respondía que era por un tiempo, que después no iba a ir más. Pero me gustaba mucho, todo era nuevo para mí. De a poco empecé a entrenar, y al año siguiente debuté como amateur. Le gané a una chica de Córdoba, fue en el club Alberdi”, agregó entre risas.

 

"Existe la posibilidad de pelear en octubre en San Luis. Tengo que hablar con mi promotor", dijo "La Leona".


Las mujeres de la casa
Además de su padre, la campeona del mundo vive en una casa humilde del barrio Los Poetas junto a su mamá y Mirtita, hija del corazón como a ella le gusta decirle a la gente. Ambas pilares fundamentales en su vida cotidiana y, detrás de esos ojos claros con cara alegre se emociona hasta al borde de las lágrimas cuando habla de ellas.
Rosalinda, desde hace casi 30 años, es operaria en línea de producción de la Bagley. Trabaja turno fijo de 14 a 22, aunque entre la ida y la vuelta, siempre con el colectivo de empresa como única movilidad, pasan unas diez horas hasta que se vuelven a reencontrar. Algo que la llena de orgullo, y a su vez, le parte el corazón.
“Es muy guapa, trabaja todo el día. Nos vemos a la mañana y a la noche. A mí me parte el alma saber que tiene que estar tantas horas parada. Pero le gusta lo que hace, y eso me deja tranquila”, señaló “La Leona”, quien contó que “en Buenos Aires estuvo al lado todo el tiempo. Gracias a Dios me acompañó esos minutos previos".
Yohana también enfrentó combates importantes abajo del ring. Hace un año atrás, en los pasillos y escritorios de los tribunales ganó un fallo unánime que le cambió la vida. Consiguió la Curatela de Mirta Barrionuevo, una señora con discapacidad y en estado de abandono que su abuela, Clotilde, había criado de chica.
Ese gran gesto de la campeona cambió por completo la vida del clan Alfonzo. “Mi abuela la crió de chica a Mirta y a su hermana. Después crecieron y se fueron a vivir juntas acá a unas cuadras. Perdimos contacto, hasta que un día Jairo fue a la casa y la encontró durmiendo en el suelo. Vino y me contó y, me pidió que hiciera algo. Entonces un domingo, se me ocurrió ir a pedirla para almorzar y me la dieron con la condición de devolverla temprano”, relató.
Pero el estado en que la recibió, totalmente desnutrida y con problemas de tiroides la llevó a adoptarla y a tomar el camino legal. “Ese día comió como nunca. Estaba feliz y no se quería ir. Hablé con mi familia y les dije que no la iba a dejar ir y me entendieron. Llamé a un abogado y esperamos que algún familiar vaya a buscarla pero no vino nadie. Ahora es un Alfonzo más y no se quiere ir”, comentó con la voz entrecortada. 
Yohana es introvertida y cuando no está en el gimnasio parte con sus padres, hija y hermanos rumbo a la quinta familiar, donde no solo descansa y se distiende, sino también pasa un día rodeada de sus “animales” que le producen tanto placer, “Tenemos de todo un poco: chivitos, ovejas, vacas y gallinas. Me hace bien cuidarlos, de paso lo ayudo a mi papá, al igual que mis hermanos, porque él no puede solito”, dijo.
Por lo poco o mucho que tiene, ella le agradece permanente a Dios. Asiste todos los domingos de 20 a 22:30 a la Iglesia Evangélica Pentecostal, porque sin “el señor no somos nada. Dependemos de él en todo momento, por eso pido por mis seres queridos y todos los que conozco. A nosotros nos ayudó cuando hemos estado mal”, cuenta.
Al final de la charla la campeona saludó, preguntó por los mates, sonrió y tiró a modo de despedida lo que espera a futuro: “Quiero pelear en octubre y ganar de nuevo frente la gente que me vio crecer. Yo nunca dejé de entrenar y estoy lista para la fecha que elijan”.

 


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