"Los cocineros" en Fetiche, prepararon en cantidad necesaria

En sus inicios, “Los cocineros” fue un trío conformado por Alfonso Barbieri, Sol Pereyra y Mara Santucho. Ahora, el primero es uno de los solistas más inquietos de la escena nacional, parte importante de una camada de cantantes argentinos llamados a renovar la canción. La segunda está radicada en México, donde inició una carrera solista luego de ser parte de la banda de Julieta Venegas. Y la tercera, por fin, continúa con el proyecto inicial.
Si los gestos son la manifestación visible de una actitud personal, uno que Mara repitió con frecuencia en el recital del sábado en "Fetiche" fue demostrativo y metafórico. Cada tanto, la cantante se arremangó la camiseta que tenía debajo del delantal en un tic propio de los amantes de la cocina, pero también de quien está dispuesto a ponerse el trabajo al hombro.
Esa podría ser la forma que escogió Santucho para enfrentar su vida y su carrera. Sobre la primera, porque el sábado se produjo el regreso de “Los cocineros” a los escenarios tras la muerte –en julio- de su padre. Sobre la segunda, porque la artista se decidió a continuar con la banda pese a la deserción escalonada de sus primeros compañeros.
En un terreno musical tan revoltoso como el argentino, que una banda como “Los cocineros” tenga un disco nuevo con canciones propias es una dulce satisfacción. “Crack, discocho crocante”, el álbum en cuestión, se compone de 16 tracks que mantienen la esencia original del grupo surgido en Córdoba a inicio de los 2000.
Buena parte de esa traza se sostiene en la personal voz de su fundadora, una mezcla de agudos cachengues y tonada cordobesa que se escucha ideal en el contexto musical de una formación de guitarra, bajo, batería y teclado y acordeón, a los que se sumaron los certeros coros con que los varones rodearon a la chica. Si el grupo en lugar de nacer en Córdoba hubiera surgido en algún lugar de Europa central, Emir Kusturica, como mínimo, ya hubiera filmado un documental sobre ellos.
El retorno a San Luis de la agrupación se propició con la armadura de “Crack…”, pero el ahora quinteto -tuvo formaciones con más integrantes y, como ya está dicho, en sus inicios fue un trío- aprovechó para repasar sus éxitos, que hace mucho no se escuchaban en vivo en San Luis. “Cuando llegue el alba”  y la versión ska de “Quizás” fueron reminiscencias de unos días en los que se bailaba hasta arriba de la mesa.
La propuesta actual de los cordobeses es, como siempre, la mezcla –en cantidades necesarias- de ritmos que van del foxtrot al tropicalismo y a la cumbia,  todo matizado con el cuarteto, un género que el grupo conoce casi por transfusión sanguínea. Es el baile el motivo de las canciones, que juegan con introducciones que remiten a clásicos y centra sus temáticas en el amor, en sus infinitas formas.
“Feliz y no feliz”, con el que abrieron el recital, “Eso que llaman felicidad” y “Nací para llorar”, un cover de Roberto Carlos, todos del nuevo disco, transitaron en Fetiche por un camino con historias que no siempre son alegres, pese a que los ritmos sí.
Pero de si de covers se habla, uno de los que hay que destacar es el que “Los cocineros” hicieron de “¿Qué hago en Manila?”, de Virus, en el que exhibieron la idea de que hasta la balada más lenta puede ser reformada para el baile sin la necesidad de llamarse “Agapornis”.