SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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A 63 años de la primera promoción del Don Bosco

Por redacción
| 22 de octubre de 2016
1953. La primera promo del primario. Entre ellos, Albornoz, Merlini, Izurietta, Woronko, Pedernera, los hermanos José y Martín Blanchet y Del Bosco, de Fraga, y Sconfietti junto al padre Di Santi.

Uno de los colegios más prestigiosos de San Luis, cuna de grandes personalidades, empresarios, políticos y profesionales que han traspasado los límites cumple 63 años de su primera camada de egresados. Uno de los alumnos del, por entonces, "San Carlos Borromeo", hoy "Don Bosco", Enrique José Woronko, recuerda con emoción aquellos años escolares.

 


Don Enrique tiene 74 años, dice que algunos de sus compañeros de aquella promoción fueron los hermanos Di Chiachio (Héctor, Arnaldo y Norberto, los tres son comerciantes); Carmelo Aiello (fundador de la cadena de supermercados); José y Martín Blanchet; los primos Del Bosco, de Fraga; Aníbal Oscar Pérez, de Pozo del Tala (uno de los fundadores del MPP); “El Pato” Izurieta (fue director de radio Nacional); Nando Canale; “El Tomate” Villegas; Merlini (que se radicó en Brasil); “El Sapo” Pedernera; “El Quico” Díaz; Urquiza; "Garrito", que ocupó un importante cargo en el banco Nación; Pedro Pérez; el pibe Siracussa (que murió a muy temprana edad); Carlos y “El Pelado” Bruno; Gerónimo Castillo (poeta, escritor); Luis Alric; Roberto Vargas; Alberto Debatista (comerciante); los hermanos Hugenine; "el sordo" Zavala; Sconfiette; y Porrini, entre otros.

 


Woronko concurría a la institución cuando sus aulas estaban  en el seminario sacerdotal que funcionaba en la calle Felipe Velázquez, donde hoy tiene su sede la Universidad Católica de Cuyo.

 


Don Enrique manifestó que el primer director salesiano fue el cura Victorio Giraudo, el consejero del Orden y la Disciplina le correspondía al padre Alfredo Racca y el sacerdote Idelamar Gómez, era el administrador asistido por los sacerdotes; Luis Lusquiño, Di Santi y Rodríguez.

 

Para dejar oficialmente inaugurado el colegio, vino a San Luis el padre rector general de la Orden de los Salesianos de Don Bosco con residencia en El Vaticano.

 


“La modalidad de estudios estaba dividida ‑señala‑ en los alumnos externos, medio interno e internos. Los externos una vez que ingresaban al colegio, concurrían a misa, les servían el desayuno y a las 7:30 pasaban a las aulas comenzando sus horas de estudio hasta la hora del almuerzo. También tenían ‘la hora de estudio’ en un gran salón con el control de uno o dos sacerdotes, después de tres horas se retiraban a sus hogares”.

 


Según Woronko, la otra modalidad estaba destinada a los 70 alumnos internos. "Estábamos de lunes a sábado, a no ser que alguno que no era retirado por sus familiares se quedaba”, aclara.

 


"Recuerdo que en esos años ‑continúa‑, los sacerdotes permanecían de espaldas al público cuando daban misa y nos enseñaban latín. Durante la cena, nos hacían leer las memorias de Domingo Savio, que quería ser santo y murió a los 15 años".

 


“En algunas ocasiones, el padre Gómez organizaba caminatas por el río Seco, hoy río San Luis, o al dique Chico. Con los internos o cada tanto salíamos de excursión al campo o a El Volcán. El grupo viajaba en camión, un Chevrolet modelo '40 de propiedad de don Ramón Abaca, que nos llevaba gratis”, relata y agrega: "Una vez hicieron dos donaciones importantes, la primera fue una motoneta Siambretta. Posteriormente trajeron un jeep Willy que había sido traído de Europa”.

 

Don Enrique apela a su buena memoria para aportar datos. Revela que la comida era preparada por doña Juana, la cocinera que hacía estofados, milanesas, guisos de lentejas, fideos o pucheros, algunos chacareros de la zona donaban zapallos, huevos de gallinas o avestruces, con los que nos preparaban tortillas. Y precisa que a los curas les gustaba mucho la cacería y que en algunas oportunidades salían de noche y traían vizcachas a montones porque eran una verdadera plaga. Al día siguiente se procedía a carnear,  cuerear y cocinar”.

 


Woronko rememora con afecto a doña Juana Miranda y a una de sus hermanas que trabajaban en la cocina del colegio. “Eran muy sacrificadas y serviciales. Doña Juana era madre soltera, y pese a la dura oposición que ejercía la Iglesia por esa condición, su hijo, el novicio Eduardo Francisco Miranda, fue el gran monseñor Miranda”. Incluso da detalles de la ceremonia: "Fue en la Iglesia Catedral, presidida por monseñor Emilio Di Pasquo, donde participaron alumnos de Don Bosco como monaguillos con sotana y faja roja y muchísimo público”.

 


Las anécdotas de don Enrique son innumerables. Se queda pensativo y mirando viejas fotos, expresa que en 1954 se fundó el Batallón de Exploradores de Don Bosco y él participó en el debut con un desfile en Fraga.

 


También manifiesta que por esos años llegó de Alemania un  técnico para armar el órgano que en grandes cajones trasladaron del país teutón. A instancia de la Iglesia, el instrumento musical fue instalado en la Catedral, los alumnos de los grados superiores ayudaron, pero el alemán solo entendía por señas, no hablaba castellano. Así que el órgano estuvo por años bajo la dirección y supervisión del profesor Augusto Müller.

 


Durante unas vacaciones un  grupo de alumnos fue al campo de la familia Woronko, ubicado en Donovan, subidos en un camión. Fueron por diez días bajo la tutela del padre Alfredo Racca que montó una capilla para oficiar misa todos los días en un viejo galpón mientras que el alumnado se alojaba en las habitaciones de la vieja casa. “La pasamos muy bien porque hicimos vida de campo, jugamos a la pelota en interminables partidos, aprovechábamos que  los tanques australianos estaban llenos para jugar en el agua y correteábamos por las barrancas azuzando vacas y caballos”, sostiene.

 


A pesar del paso de los años, don Enrique no perdió el vínculo y las noticias sobre sus allegados. “El padre Victorio Giraudo fue director del colegio Don Bosco en Mendoza y murió en Córdoba a los 96 años. El padre Idelamar Gómez fue el administrador de la bodega de Vinos Don Bosco, y de la Facultad de Enología en Rodeo del Medio, también en Mendoza. Con los años fue director de un colegio de Tucumán y regresó a Rodeo del Medio, donde lo sorprendió la muerte hace veinte años. Mientras que el padre Alfredo Racca tuvo distintos destinos en su carrera sacerdotal, y volvió al colegio Don Bosco de San Luis para morir hace 12 años”, expone con notable precisión.

 


Don Woronko dice que los actuales edificios de los colegios Don Bosco y María Auxiliadora, fueron construidos bajo la gestión del padre Victorio Giraudo. “En esos años, era fotógrafo y una vez por mes había que fotografiar el estado de las obras, el material era enviado a Alemania con el fin de certificar el avance de las mismas y así conseguir más financiación por parte de un organismo internacional de ayuda religiosa además de recibir donaciones de amigos, del campo, de la banca y del comercio", añade.

 


Enrique José, hijo de Rosa Nerva Fernández de Woronko y de José "Pepe" Woronko había comenzado sus estudios en la escuela Chile, continuó en la Juan Pascual Pringles que estaba en Ayacucho y Colón. Fue uno de los niños que participó de la inauguración del edificio de la Universidad Nacional de San Luis.

 


Don Enrique nació en 1942 en el sanatorio Ramos Mejía, ubicado en Pringles entre Ituzaingó y Sucre. Su infancia la vivió en la estancia “Villa Dora” -Donovan- propiedad de su padre sobre  la vieja ruta nacional 7.

 


Años después, la familia se  trasladó a El Volcán con un negocio de artesanías. Allí el pequeño Enrique –tenía seis años- aprendió los primeros palotes. Su dedicación al estudio llevó a su maestra, Blanca Rosa Bartolomé de Vergés, a que el pequeño pasara a segundo grado de la escuela Chile.

 


En 1949, Enrique tiene que hacer de nuevo el segundo grado pero esta vez en la escuela Juan Pascual Pringles bajo la tutela de Delia Poblet, en un edificio de adobe que estaba en la esquina de Ayacucho y Colón. Don Enrique asegura que en 1950, como alumno de tercer grado, asistió a la inauguración del nuevo edificio de la escuela Juan Pascual Pringles y de la Universidad Nacional en el año del centenario de San Martín.

 


“Era en los años que en los recreos teníamos que permanecer quietos, sin corridas ni gritos en los pasillos, la educación por esos años era muy distinta a la actual. Nuestro uniforme era un guardapolvo, para los actos un trajecito de pantalones cortos, camisa, corbata y medias tres cuartos. No nos perdonaban que tuviéramos pelo largo, uñas y rodillas sucias, eran implacables", recuerda como si fuera ayer.

 


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