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Caso Brenda Arias: la jueza recorrió el camino del crimen

Por redacción
| 07 de octubre de 2016
Una ausencia, todo el dolor. Elva (der.), la mamá de Brenda, frente a la cruz levantada al lado del campo donde hallaron sus restos.

Norma Elba “Negrita” Garayalde se sentó ayer en el monolito que construyeron en memoria de su hija Brenda Jimena Arias, asesinada en Villa del Carmen el sábado 11 de julio de 2009. No le importó que el sol pegara fuerte, ni que una veintena de investigadores realizara una nueva inspección ocular en el campo en el que los huesos de la joven aparecieron calcinados, tras estar desaparecida 18 días. Sólo quería llorar y descargar, una vez más, la angustia porque el o los homicidas no han pagado todavía por el crimen. “Espero que esto sirva. Que podamos algún día decir que hubo justicia por Brenda”, le dijo a El Diario.

 


La medida fue coordinada de modo personal por la jueza Penal de Concarán, Patricia Besso. “Había venido a recorrer estos lugares antes de modo extraoficial, pero esto no se había volcado en un informe. Y ha sido muy útil para corroborar, por ejemplo, si es verosímil la información aportada por testigos que afirman haber visto a Brenda aquella noche”, contó la jueza.

 


Siguieron de cerca sus indicaciones la secretaria número 2 del juzgado, Romina Quatroque, el fiscal de instrucción,  Carlos Leloutre, y la psicóloga de tribunales de Concarán, Ivana Bustos. “Quería venir al pueblo para tener una primera aproximación, conocer los espacios antes de comenzar con las entrevistas para hacer un perfil de Brenda a través de los familiares, fundamentalmente, y de los amigos y conocidos”, explicó la psicóloga.

 

Medición. Los peritos registraron distancias en el campo donde quemaron el cuerpo de la chica. 

Tampoco faltaron la comisión policial –que encabeza el comisario mayor Gustavo Ortiz, y que completan los oficiales principales Sergio Aguilar y Diego Villafañe– y los peritos del departamento Criminalística del Poder Judicial de San Luis, a cargo de Carina Bernal. Hubo, además, policías puntanos y otros de la Policía de Córdoba, que colaboran en la pesquisa.

 


“Nuestra tarea comenzó al año del hallazgo de los restos. Siempre el equipo estuvo conformado por nosotros tres. Pero el trabajo, en algunos momentos no fue tan intenso, por razones ajenas a la comisión. Una de ellas fue, por ejemplo, mi designación y traslado a la Unidad Regional II”, con asiento en Villa Mercedes, refirió Ortiz.

 


El comisario mayor admitió que tienen sospechas concretas sobre algunas personas, y que la línea que se ha fortalecido no es nueva. Días después de la desaparición de la chica, la versión de que estaban implicadas en el hecho ya sonaba en el pueblo. “Todas las medidas que se han tomado ahora quizás lleven a la jueza a tomar alguna determinación. Queremos llegar a buen puerto”, dijo, sin brindar mayores precisiones sobre los sospechosos a las que apuntan y sobre cuál sería el móvil del crimen.

 


Contó que lograr que los vecinos de la localidad se abrieran, confiaran en la Policía y aportaran algunos datos “fue una tarea de hormiga, que se logró con paciencia y mucho trabajo”.

 


A las 11:58, el grupo de investigadores fue a la casa de “Negrita” y su marido, Miguel Arias. Hace unas dos semanas, la pareja volvió a radicarse en Villa del Carmen. Después del asesinato, se habían mudado a San Luis capital.

 


Los padres de Brenda y algunos funcionarios judiciales han tenido rispideces en algunos momentos. Ayer se saludaron de modo amable y respetuoso y éstos últimos entraron a la vivienda de los Arias. Sólo permanecieron unos minutos y salieron, a pie, a hacer la primera parte del recorrido. Registraron con cámaras filmadoras y fotográficas e instrumentos de medición, como un odómetro, el camino que, según se presume, hizo la chica de 19 años al salir de su casa, la noche que fue asesinada.

 


Los abogados de la familia Arias, Laura Capobianco y Alberto Mariani, se sumaron unos minutos más tarde. 

 


A seis cuadras del hogar de Brenda, tras pasar por la esquina de la plaza principal del pueblo, el grupo llegó a “El Comedor de Coco”, un lugar de reunión habitual en el pueblo. “Es ese local que está ahí –le marcó Miguel Arias a El Diario–. Supuestamente funciona. Adentro tenía un pool. Esa noche, mi hija iba a ir a comer unos sándwiches ahí con unos amigos”. Ante una consulta del fiscal Leloutre, Miguel detalló que en los terrenos lindantes a ese comercio no había casas. “Todo eso era descampado”, le contó.

 

Dique boca del río. Antes de que lo construyeran, allí vivía una pareja amiga de Brenda, con quien iba a juntarse la noche que desapareció. 

Luego, el grupo fue a la vivienda ubicada en la calle denominada “ex ruta 1”, en la que en ese entonces vivía una testigo de apellido Becerra, una de las últimas personas que vio a Brenda con vida esa noche. La vio parada sola en una esquina, en diagonal a la estación de servicio.

 


Becerra ya no reside en el pueblo. Pero los peritos, policías y funcionarios judiciales le pidieron permiso a Dora, la propietaria,  para corroborar si, en efecto, desde la ventana que da a la calle podría haber visto a la chica. Comprobaron que sí.

 


El ex y dos parejas amigas

 


Luego, se dirigieron a esa esquina, y, desde allí, a una casa amarilla, próxima a la expendedora de combustibles y a la ochava en la que Becerra vio a la joven. Allí vivía una pareja amiga de Brenda. Tras el crimen, se mudó a otra provincia.

 


Después, los investigadores fueron al domicilio de la familia de César Albelo, el muchacho que había sido novio de Brenda hasta esa tarde en la que la chica se esfumó. Si bien había versiones que tendían un manto de sospechas sobre él, la Justicia no encontró elementos concretos de que haya tenido algo que ver con el crimen.

 


El siguiente destino fue el destacamento de Villa del Carmen. Allí confluyeron todos, para partir en vehículos a los otros sitios a inspeccionar. Uno es la casa de un joven que tampoco está en la localidad, de apellido Escudero. Era amigo de Brenda, comentó un investigador policial. La otra vivienda está a la vuelta, y es de otro amigo de la joven, “El Bato” Pedernera. Más tarde, las pesquisas salieron del pueblo. Todos los autos enrumbaron al campo donde encontraron los huesos quemados. Está 800 metros al norte de la localidad. 

 

Para chequear.  Constataron los dichos de una mujer, que aseguró que vio a Brenda desde su casa. 

Tras una pausa para almorzar, la comisión fue al dique Boca del Río, siete kilómetros al sur de Villa del Carmen. “En 2010, si mal no recuerdo, comenzaron a construirlo –estimó el oficial principal Aguilar, de la comisión policial–. Ahí, donde se ven esos árboles tenía su casa otra pareja amiga de Brenda”. Con esa gente, al parecer, la víctima había quedado en juntarse esa noche. Ni el joven ni su mujer están hoy en la localidad. También se mudaron. Y allí donde supo estar su vivienda, hoy sólo hay agua.

 


Los últimos dos sitios inspeccionados fueron dos de las tres plantas de Globoaves, una firma avícola. Albelo, Pedernera y uno de los jóvenes amigos de Brenda, cuyo domicilio revisaron ayer, han sido empleados en esos criaderos.

 


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