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Hortalizas orgánicas con sello puntano

Por redacción
| 03 de abril de 2016

Cuando llega el tiempo de la cosecha, los dos jóvenes se instalan en el predio y no paran hasta recolectar todos los frutos de un tiempo largo de esfuerzos. Cada vez que arrancan un zapallito para guardarlo en los cajones, en el rostro se les puede adivinar ese gesto de orgullo que genera alcanzar aquello con lo que se ha soñado. Renzo Luna y Nicolás Piguillem son dos futuros ingenieros agrónomos que se animaron a incursionar en la horticultura, una actividad poco explotada en la provincia, y en el 2014 le dieron vida a “HortiFraga”, un emprendimiento que da sus primeros pasos y que, a pesar de tener mucho camino aún por recorrer, sorprende con la calidad de un producto genuino y auténticamente puntano.

 

La dificultad que tienen los dueños de HortiFraga es que la mayoría de los canales de comercialización favorecen a los productores grandes.


Los muchachos son estudiantes de la carrera de Ingeniería Agronómica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Agropecuarias y la pasión por el campo los unió en un proyecto laboral que está emplazado a orillas de la Autopista de las Serranías Puntanas, a sólo siete kilómetros de la localidad de Fraga. Allí, los emprendedores cultivan hortalizas en una superficie de 1.250 metros dentro de la estancia “La Fortuna”, un patrimonio de los Piguillem. “HortiFraga surgió a partir del Programa de Nuevas Empresas que lanzó el Gobierno de la Provincia. La idea inicial fue de Nicolás, que tiene este campo que es propiedad de su familia y vimos la posibilidad de hacer algo para nosotros a través de ese proyecto”, relató Luna, un puntano de 27 años radicado en Villa Mercedes desde niño.

 


En sus estudios y sus primeras aproximaciones al mundo agropecuario, los amigos observaron que una gran parte de las hortalizas que se sirven en las mesas de los sanluiseños no provienen de estas tierras. “Lo que vimos es que si bien existe producción local, es muy poca comparada a la que proviene de otras provincias. La mayoría de los cultivos que se consumen en San Luis, y sobre todo en Villa Mercedes, viajan desde Mendoza; y los cultivos de invierno desde el norte del país. Nuestra provincia ha sido históricamente ganadera y la horticultura está un poco dejada de lado. No digo que no hay horticultores , pero son pocos y repartidos en algunos pueblos aislados”, comentó Piguillem.

 


En efecto, entre las principales potencias hortícolas del país (Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Salta y Santiago del Estero) se reparten más de la mitad de la producción nacional, mientras la otra fracción se distribuye entre las distintas regiones argentinas, entre las que está San Luis con una producción limitada. En búsqueda de aprovechar esa brecha, los jóvenes prepararon el terreno y el año pasado realizaron su primera siembra con dos cultivos de verano: tomates redondos para consumo fresco y zapallitos de tronco, también conocidos como zapallitos verdes.

 


“Para el tomate, utilizamos dos variedades de semillas híbridas con una muy buena genética y tecnología de punta”, reveló Piguillem, de 25 años y también nacido en San Luis. “Contábamos con la gran ventaja de tener riego por goteo, entonces pudimos desarrollar lo que se conoce como fertirrigación. Este proceso se realiza a través de una bomba con un sistema de filtros y mangueras. Los fertilizantes se diluyen y dosifican en agua y, de esa manera, al mismo tiempo que se riega, se fertiliza el campo”, amplió Luna.

 


Buenos rindes de zapallo

 


Pero fue el zapallo el cultivo con el que más volumen de producción alcanzaron, por lo que decidieron repetir este año. Para ello, optaron por una siembra en secano, es decir sin fertilización y sin riego. “El zapallo es una planta de las familias de las cucurbitáceas, y es muy propensa a padecer de oídio, que es un hongo que disminuye el área foliar y por lo tanto reduce la producción de frutos. Hay que estar controlando constantemente con fungicidas preventivos, sin olvidar tener en cuenta los tiempos de carencia, porque es un producto que se consume apenas se lo cosecha. Aún así, el nuestro es un zapallo totalmente orgánico”, detalló el más joven de los dos.

 


Al ser un cultivo de verano, la “cucurbita” es muy sensible a las bajas temperaturas. Por eso, debieron retrasar el inicio de la siembra hasta los últimos días del año pasado. “Si bien fue una fecha tardía y podría presentarse como una desventaja, estamos viendo que todavía hace calor, por lo que la curva de producción ha ido aumentando y aún tenemos frutos, lo que es un poco atípico porque por lo general en esta época el ciclo empieza a declinar”, explicó el mayor de un dúo bien aceitado.

 


Durante los aproximadamente cinco meses que dura el período desde la plantación de la semilla hasta la recolección de los últimos ejemplares, la planta arroja una gran cantidad de frutos. “El fruto es un ovario fecundado y maduro que origina la planta para la supervivencia de su especie. Es un fenómeno natural que el hombre aprovecha porque cuando uno lo corta, de alguna manera le arranca la vida, y tiene que generar uno nuevo”, dilucidó.

 


Una de las mayores dificultades con las que se enfrentan los que deciden incursionar en la horticultura en San Luis, radica en que los canales de comercialización que están establecidos benefician a los grandes productores nacionales.

 


En sus primeras cosechas, los jóvenes emprendedores lograron vender sus productos a consumidores particulares, verdulerías y hasta supermercados. Todos estos compradores quedaron asombrados con la calidad, el color y el sabor de los frutos pero, aún así, “es muy difícil competir con los mayoristas que compran en Mendoza o en Río Cuarto. Vos les llevás el zapallo pero ellos argumentan que no pueden abandonar a sus proveedores habituales. Entonces hasta que las barreras sanitarias no se implementen, el productor local siempre va a estar en desventaja”, sostuvo Piguillem.

 


Sin embargo, confían en que las características de su producto les seguirán abriendo puertas para posicionarse en un mercado difícil. “Nuestro zapallo es totalmente orgánico, no tiene ningún agregado químico, mientras que en el país no se respetan las dosis que deberían usarse ni el tiempo de carencia, que es el lapso que transcurre desde que se aplica el agroquímico y el momento en que el cliente lo consume. Si no se respeta ese tiempo, el químico sigue activo en el fruto y si la persona lo ingiere le genera un daño”, sostuvo Luna, quien agregó: “Los productos, al venir desde lejos, ya están madurados en cámara, congelados o pasados. Si uno se pone a analizar, en San Luis se consumen hortalizas de calidad media a baja. La idea es que el puntano tenga en su mesa un producto que sea fresco, de calidad y sano. Nosotros ofrecemos un producto inocuo, de calidad y es fresco”, enfatizó.

 


Remedio contra la piedra

 


Una de los aspectos que primero llama la atención de quien visita el predio de “HortiFraga” es una estructura con cubierta antigranizo. Esa construcción, que supuso una gran inversión para los emprendedores, es la que ayuda a prevenir los daños que puede ocasionar el gran enemigo que tienen en la zona: el granizo.

 


“La estructura está hecha con cerca de ciento cincuenta postes de eucaliptus curados con sales amoniacales, que es un tratamiento especial que tiene la madera para que resista a los suelos que tienen grandes concentraciones de sodio y pudren rápidamente la madera. Los palos están colocados a distintas alturas para hacer los desniveles a dos aguas y evitar que la piedra se acumule en la tela y produzca algunas roturas”, explicó Piguillem.

 


Sobre los postes se sostiene una malla similar a una media sombra pero con mucha mayor resistencia. “Es un tejido de monofilamento con protección ultravioleta de color negro, en este caso. Las celdas son de tres milímetros y tienen una duración de diez años en buenas condiciones de uso”, detalló.

 


Aunque este tipo de instalaciones son muy costosas, es común que los horticultores inviertan en coberturas que les terminarán ahorrando más de un dolor de cabeza. Y, más allá de que suponen un gasto importante, son posibles porque las superficies que acostumbran a ocupar son mucho menores que las que se destinan a la agricultura extensiva.

 


Sin embargo, la idea inicial de los jóvenes era construir un invernadero que les permitiera estirar cultivos que son muy sensibles a los fríos. “A la hora de llevarlo a la práctica nos encontramos con inviernos muy crudos, de dieciséis grados bajo cero en esta zona. Y bajo esas condiciones, el costo energético que teníamos que invertir para poder producir a contra estación era totalmente inviable”, dijo.

 


A pesar de ello, no renunciaron al proyecto original y tienen previsto recubrir algunos sectores de la estructura con polietileno y poder hacer ensayos con control de temperatura y humedad. Aún así, saben que todavía deben mejorar y que tienen mucho margen de crecimiento.

 


“Como somos una empresa que está comenzando, todo se hace cuesta arriba. Somos dos personas que vivimos lejos de la ubicación del campo. Por eso en este período hicimos un solo cultivo, pero la idea es realizar un cultivo de invierno por primera vez, incrementar el volumen de producción y tener más de un cultivo disponible”, dijo Luna.

 


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