La semana en que San Luis ardió, sangró y se desplomó
La ministra Nancy Sosa no dijo una palabra. Tal vez estaba pintando otro nodo. O corrigiendo un PowerPoint. Mientras tanto, la provincia se hundió en su semana más violenta del año.
A veces, una semana alcanza para que toda una política pública quede al desnudo. En San Luis, los últimos siete días ofrecieron un retrato cruel del Ministerio de Seguridad: tiros, fuego, abusos, animales sueltos, policías ausentes. Y en el centro de la escena, una funcionaria —Nancy Sosa— que no abrió la boca para referirse a nada.
El conteo de víctimas habla por sí solo: un asesinado en Juana Koslay, su hermano herido por la misma ráfaga de disparos, un adolescente que quedó paralizado por una tumbera mientras andaba en moto por la ciudad, otro joven secuestrado y torturado en pleno microcentro, y un chico de 15 años que denunció haber sido violado por un hombre que además lo tuvo cautivo a punta de pistola. Como si todo eso no bastara, dos hermanitos sufrieron quemaduras gravísimas en Justo Daract. Uno debió ser trasladado a Mendoza; el otro espera una cirugía urgente. Los vecinos no dudan: los servicios de emergencia llegaron tarde. Otra vez.
Pero la inseguridad no se limita al delito. También se filtra por el desgobierno. Esta semana, un juez protagonizó un choque en Juana Koslay. La alcoholemia le dio positivo, pero no hay sanciones. No hay controles de tránsito, ni test de rutina, ni medidas ejemplares. Hay impunidad con traje.
Y hay animales que cruzan rutas entre neblina y abandono, como el caballo que fue embestido en la 147. La foto del auto destrozado lo resume todo: una provincia sin rumbo, sin orden, sin quien ponga el cuerpo cuando todo se incendia —a veces literalmente.
La ministra Sosa, al frente de una de las carteras más sensibles, no dio conferencia, no tuiteó, no apareció en ningún medio. No visitó a las familias afectadas, no prometió investigar, no explicó nada. ¿Qué está haciendo mientras todo esto ocurre? ¿Quién toma decisiones cuando la sangre corre por las calles y el fuego arrasa hogares? ¿Qué le queda a la ciudadanía cuando el Estado no está ni para apagar incendios, ni para prevenir crímenes, ni para asistir a las víctimas? ¿Cuánto más puede soportar una sociedad sin respuestas?
Mientras la ministra mira para otro lado, los delitos avanzan como un reguero de pólvora. Y San Luis, desprotegida y aturdida, sigue preguntándose cuánto más puede resistir así


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