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Juzgan a una pareja por matar a su beba mediante torturas

Por redacción
| 07 de abril de 2016
El padre. Mario Molina cruza acusaciones con su concubina por las agresiones a su hija de 5 meses.

Mario no la quería a Nazarena, le pegaba, la mordía. Decía que no era su hija porque su madre le dijo que él no era el papá, que yo tenía otro macho”, declaró Esperanza Alejandra Barzola. La chica de 24 años está acusada, junto a su pareja, Mario Sergio Molina, por el homicidio triplemente agravado de la hijita de cinco meses que tenían. La bebé murió el viernes 28 de noviembre de 2014, por los maltratos que sufría en su casa de Lavalle 1934, del barrio San Martín Norte, de San Luis.

 


El relato de Barzola fue escuchado ayer, en la Cámara del Crimen Nº 1 de San Luis, en la primera audiencia del juicio oral contra ella y Molina. Pero no se oyó de labios de la chica, porque optó, igual que su concubino, por no declarar. Entonces la secretaria del tribunal leyó la indagatoria que la acusada había dado en el Juzgado de Instrucción, el 9 de diciembre de 2014.

 


Antes de leer la declaración de la chica, la funcionaria judicial leyó dos declaraciones que había dado, también en la primera etapa de la investigación, el otro acusado: un relato que es la contracara de la versión de Barzola. Porque Molina asegura que, en realidad, la violenta y agresiva con las nenas, la que murió y una más grande que tienen en común, era ella.

 


En aquella indagatoria de hace poco más de un año, la madre de Nazarena admitió que ella sufría accesos de violencia, aunque sostuvo que la volvía contra sí misma.

 


“Yo le quiero pegar a una persona cuando me agarran los nervios, me empieza a tiritar el cuerpo, me agarra por dentro una locura fuerte”, confesó Esperanza Barzola, que ha tenido una vida desdichada y fue madre por primera vez a los 15 años y, por segunda vez, a los 16. Agregó, tal vez como una manera de despejar las sospechas que hay sobre ella por los maltratos a su hija, que tenía esos arrebatos cuando su pareja golpeaba a la nena. Una vez, afirmó, “Mario la lesionó a Nazarena y yo, al ver eso, me pegaba la cabeza contra la pared”.

 


Según la acusada, su concubino “decía que Nazarena era una llorona” y eso despertaba las reacciones violentas de él.

 


Declaró que Molina descargaba sobre la bebé toda la violencia que no le nacía contra la primera hija de la pareja, Valentina. La llegada de esa nena, que Esperanza tuvo a los 20 años, había sido un bálsamo para la familia, porque él se había puesto contento de que tuvieran un hijo, según declaró ella.

 


A esa hijita él nunca la maltrató, dijo Barzola. Pero todo cambió cuando, nueve meses después del nacimiento de Valentina, ella se quedó embarazada de Nazarena. El padre nunca quiso a esa última nena, según la madre.

 


De todos modos –afirmó ella en aquella indagatoria de 2014–, las torturas a la bebé no fueron la primera vez que Molina le mostró su lado oscuro, sádico.

 


Cuando le había propuesto que se fuera a vivir con él, el joven que trabajaba como jornalero le había prometido ayudarle a criar el hijo que ella tenía, de 4 años. Era el segundo hijo de Esperanza. El más grande ya estaba al cuidado de otra familia.

 


Sin embargo, aseguró Esperanza, apenas empezaron a convivir comenzó a torturarlos al nene y a ella. “Lo bañaba en el agua sucia que tenía para darles a los animales, no me dejaba que le diera de comer, cuando yo le decía que el nene tenía hambre, él me decía que lo estaba malcriando, lo hacía dormir en el suelo, sin frazada, y me decía que así se iba a hacer hombre”, declaró.

 


Según Barzola, en un par de ocasiones quiso escapar, pero su pareja y su suegra la trajeron de vuelta y él la encerró con llave en su pieza una semana. Y en una oportunidad ella se quiso matar, primero con un cuchillo y después con una soga.

 


En las indagatorias que dio el 30 de noviembre de 2014 y el 4 de diciembre del mismo año, Molina la acusó a ella por los golpes que sufría la beba. “Mi mamá (vivía al lado) me dijo que cada vez que yo me iba a trabajar, escuchaba llorar a la nena”. “Esperanza no la lavaba a Nazarena. Una vez, discutíamos y ella le pegó a la más grande, que estaba dormida, les pegaba a las dos”, declaró.

 


Según Molina, el viernes 28 de noviembre, el día que la nena murió, él llegó de trabajar en un campo, al que se había ido el miércoles a la mañana, y encontró a Nazarena en la cama. “Se movía, pero estaba mudita, como si estuviera triste, tiritaba”, dijo. “Le pregunté a mi señora qué le había pasado y me dijo que se había caído de la cama el martes”, agregó.

 


Molina negó haberle pegado o haber quemado con cigarrillos a su hija. La criatura también tenía marcas de ese tipo de torturas.

 


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