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"Camarines": tironeos teatrales en una gira entre familiares

Por redacción
| 02 de mayo de 2016
La obra dentro de la obra. Laplace y Surraco, padre e hijo, en una relación que va y viene. | Noelia Barroso

La obra de teatro “Camarines”, protagonizada por Víctor Laplace y Sergio Surraco, pasó este fin de semana por San Luis con dos funciones en el auditorio “Mauricio López”. Las que se hicieron aquí  en la ciudad fueron las primeras presentaciones en el interior de la puesta nacida en el Teatro Nacional Cervantes.
Escrita por Rafael Bruza y dirigida por Andrés Bazzalo, la obra emprenderá a partir del fin de semana que viene una gira por otras provincias.
Una larga fila de espectadores esperaba puntual que se abrieran las puertas del auditorio, el sábado a la noche, mientras otra más pequeña compraba sus entradas. Los abrigados asistentes ocuparon la sala después de las 21:30 y diez minutos después con un respetuoso silencio, comenzó la función. 
“Camarines” plantea la relación entre un padre actor, interpretado por Laplace, y su hijo ingeniero pero sin trabajo. La relación entre ambos es compleja, a veces tensa y triste e inmediatamente puede hacer reír a todos. 
Las impecables actuaciones de ambos transmiten de forma directa al público la alegría y a veces la reflexión a la que lleva la obra, que bien podría ser definida como teatro dentro del teatro.
Los dos protagonistas van de provincia en provincia para presentar una obra interpretada por el padre y de la que el hijo es el encargado del vestuario. Además de eso, “Tito”, el personaje más joven, constantemente plantea a su progenitor el abandono en su niñez y le cuestiona las permanentes infidelidades del actor. 
No es para menos. El hombre se casó cinco veces y jamás pudo mantenerse alejado de las tentaciones en una actitud totalmente contraria a la de su hijo quien tiene novia y no piensa engañarla.
En el transcurso de la obra, se manifiestan las tensiones y los reclamos por los errores del pasado, una cuestión que genera rispidez, pero que no llega a la pelea o al enojo. El hijo, a pesar de que no comparte la vida que lleva su padre, lo acompaña y le tiene un profundo afecto.
Cerca del final a Tito lo deja su novia y su padre intenta que disfrute la vida como él, que pueda actuar de ciudad en ciudad, que conozca muchas mujeres en el camino y que deje huellas en cada una de ellas. 
La relación se hace cada vez más fuerte y se afianza después de que Tito logra sanar su herida de amor y, para sorpresa del hijo, el padre se casa nuevamente, pero por iglesia, algo que -según él- es realmente un compromiso.
Aún desempleado y haciendo alguno que otro trabajo temporal, Tito continúa ayudando a su padre con el vestuario antes de salir a escena. Pero un día el actor decide retirarse justo antes de salir al escenario, y deja a su hijo a cargo. 
Tito sale a escena por primera vez y como consecuencia se invierten los roles. Esta vez será el padre quien aconseja moralmente a su hijo.
En la obra se conjugan los principios morales y se manifiesta la gran diferencia entre estos cercanos familiares. Las rispideces van y vienen, pero la unión entre padre e hijo es mucho más fuerte.

 

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