Teatro en Terrazas: “Los días de Julián Bisbal"

En el Salón Blanco la música le dejó espacio al teatro. Se apagaron los amplificadores y se corrió el telón para iniciar otra faceta artística, con el debut del TIM en Terrazas del Portezuelo.

Tal como lo dijo su directora, Adriana Bazzano, como introducción, con “Los días de Julián Bisbal”, el elenco del Teatro Independiente Mercedino se posó “sobre un nuevo escenario”.

La responsable contó al público una mini biografía del grupo y de la pieza teatral, creada por Roberto “Tito” Cossa, un escritor al que tomaron como método de estudio, ya que van por la tercera obra del autor inalterable y hasta profético en su vigencia sobre la mirada de la sociedad argentina.

Con la melodía del tema de Spinetta, “Para saber cómo es la soledad” (tema de Pototo) pero interpretado por Fabiana Cantilo, dio inicio la obra en la cocina de una familia de clase media. La aparición y un mini monólogo de Carmen (interpretada por Fernanda Ábalos) abrió las primeras sonrisas, hasta que entró su esposo Julián Bisbal, en la piel del siempre efectivo Gustavo Ojeda. Era una de las tantas mañanas que el trabajador debe partir hacia la oficina.

Antes pasó al bar del gallego Don José Bouza, un mozo gruñón con ganas de dejar el país, una amenaza que teme cumplir. Él le dijo “a los 30 uno queda moldeado”, la edad de Bisbal en ese momento. Y la situación en la que no estaba en ese momento.

Allí coincidió con un ex compañero de trabajo y con un amigo, más  unas ocasionales acompañantes. Julián envidiaba la situación del ex compañero que se abrió porque se cansó del yugo del jefe y comenzó su propio negocio.

El espacio estaba colmado, incluso con gente de pie a los costados, apoyadas sobre las paredes. Hubo artistas de todos los géneros, políticos y deportistas junto a los habitués de las salas teatrales. El Ensamble de Tango estaba completo, tal vez tanteando el ambiente para cuando les toque presentarse.

Otra visita de Bisbal fue a lo de su madre con quien se tomó un coñac y aprovechó para renegar de situaciones familiares como el calefón.

“¡Es la serpentina!” se escuchó desde la primera fila, donde, sentado, el gobernador Alberto Rodríguez Saá aportó su parlamento en una obra que conoce bien, pues la representó en varias ocasiones. Todos sonrieron por su participación en off.

Los cortes para cambios de escenografía tenían interludios tangueros que apelaban a la melancolía del tedio que soporta Bisbal cada día, que transcurren del bar a la casa de su madre y a otro bar con los ex alumnos del Colegio Nacional, después de 12 años que no se veían.

Allí estaban los treintañeros que disfrutaban el encuentro, con bromas del estilo: “¿Tomás algo?”. “Sí: ¡mucho!”.

Hasta que llegó el plato fuerte de la noche: Bisbal, que con la depresión que cargaba arruinó la onda de la reunión. Quien solía ser el alma graciosa del grupo les mostró que la vida (o los cachetazos que le dio) no era como la planearon de pibes. Ellos triunfaron y él se quedó en el camino, aunque levantó el ánimo reparando a sus antiguos profesores y otros compañeros del colegio. Pero nada fue igual.

Ovación de pie en el saludo final y entrada triunfal de Bazzano, radiante ante la performance del grupo. Los del TIM, incluso los que no actuaron y Alberto, fueron invitados a subir y todos recibieron arreglos florales.