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"Siento orgullo de mi viejo, que dio la vida por su familia"

Por redacción
| 19 de julio de 2016
“En el dolor, en medio de una mezcla de sensaciones, siento mucho orgullo de mi viejo”.

Jorge Andrés Maturano vivía para su familia. Desde que se levantaba se dedicaba a atender a los suyos, ya sea para llevarlos al trabajo, pensar en las comidas del día o escribir para saber si sus hijos o padres necesitaban algo. Justamente, el último mensaje que envió antes de que lo asesinaran fue para preguntar qué había que comprar para la cena. “Lo único que podía hacerlo salir de la oficina en horario de trabajo era que mi mamá o alguno de nosotros le pidiera algo. Por nada más”, contó ayer uno de sus hijos. Y la muerte lo encontró así, sentado en el escritorio de su aseguradora, esperando que la jornada termine para volver a su hogar y dormir con su esposa y su nieto, como todas las noches. A una semana del homicidio, su familia reiteró el pedido de Justicia y aseguró que confían plenamente en que los investigadores van a hallar a los culpables.

 


Francisco Maturano, el hijo mayor de Jorge, no ha perdido el temple por una razón. “En el dolor, en medio de una mezcla de sensaciones, siento mucho orgullo de mi viejo. Mucho orgullo de que en este lugar que estás pisando se derramó la sangre de un héroe de Malvinas. Orgullo porque más allá de que era mi viejo, era un tipo que dio la vida por su Patria. Que dio la vida por su familia. Por lo suyo”, le aseguró a El Diario, dentro de la misma oficina en la que siete días antes ultimaron a su padre de un disparo.

 


El negocio que Jorge comandaba hace unos años no cerró tras el homicidio pese a que “la familia está destrozada”. Es lo único de lo que, a duras penas, se han podido ocupar en medio del dolor por la pérdida.

 


“Con la Policía, al menos con la gente con la que estoy tratando y que está llevando el caso, estoy muy agradecido. La investigación puede tardar o no. No sé los tiempos, pero sí están trabajando con un gran profesionalismo. Demostrando que son un gran grupo humano y que están a la altura de las circunstancias”, opinó. “Y de paso quiero desechar algunas versiones que circulan, de gente que habla sin conocer porque el aire es libre: no voy a permitir que manchen el nombre de mi viejo y le quiero pedir respeto a la gente que anda conjeturando. Pedirles que dejen trabajar a los que están trabajando”, se quejó Francisco sin especificar a qué tipo de comentarios se refiere.

 


Si bien tiene contacto permanente con las autoridades policiales, el joven no está al tanto de si ha habido novedades del caso. Solo repitió lo que ya le contó a los investigadores. Que el día del homicidio su papá tuvo un día normal y que no le consta que se haya marchado o haya vuelto a la oficina en un horario distinto al de siempre. “Aparentemente ha estado acá dentro cuando pasó todo. Si ha entrado o salido cuando pasó lo que pasó, no lo sé”.

 



La familia ante todo

 


Según su hijo, el día del hecho Jorge no hizo nada distinto a lo que acostumbraba. “Se levantaba muy temprano y llevaba a mi hermana al colegio, porque es docente en el Madre Teresa de Calcuta. En el camino de regreso le compraba las cosas para el desayuno a mi sobrino, desayunaba con él y venía a la oficina. Se iba aproximadamente a las 13, bañaba a mi sobrino para que fuera al Jardín y a las 14 la buscaba a mi hermana y almorzaba”. “Si no había nada que hacer dormía la siesta. Se despertaba tipo cinco, volvía a la oficina y estaba hasta las 20:30. Hacía las compras para la cena u otra cosa que necesitara la familia y se iba a mi casa. Esos eran su días”, recordó.

 


Como gran hincha del “Verde”, Jorge iba a la cancha cada domingo que jugaba su equipo y si podía, antes reunía a su familia para compartir un asado al mediodía. “Siempre estuvo para lo que necesitáramos. Siempre priorizó a su familia por sobre todo el resto”, confió.

 


Y ese sentimiento no es exclusivo de Francisco, porque Walter y Ramón Maturano, hermanos de Jorge, lo describieron igual. “Estábamos siempre en contacto. Tengo el último whatsapp que me mandó el día que lo mataron. Yo le preguntaba por la salud de mi papá, por cómo estaba el clima, cosas de lo diario. Y me contestó lo de siempre, ‘cabeza, quedate tranquilo, está todo bien’”, contó Walter.

 


Jorge, que tenía 56 años, era el mayor de cinco hermanos. Él y Silvia, que le sigue en edad, siempre vivieron en San Luis, pero Walter, Ramón y Gladys migraron a España hace varios años. No obstante, pudieron reunirse hace poco, en abril de este año, porque Froilán Maturano, su padre, había recaído de su afección cardíaca y todos temían en que no pudiera recuperarse.

 


“Tuvimos la posibilidad de venir muchas veces y coincidir con el cumpleaños de él (Jorge), que era el 1º de diciembre, pero este año pudimos estar para el mío, el 2 de abril, que era una fecha muy emotiva para nosotros por Malvinas. Hacía 19 años que no podíamos estar juntos ese día y este año pudimos, por lo que le había pasado a mi padre. No sé si fue casualidad, pero fue un gran homenaje que pudimos hacerle a Jorge. El estar todos juntos”, expresó Ramón.

 



Un avión y una carta

 


Ni Ramón ni Walter pudieron evitar quebrarse al hablar de Jorge. “Lo que no pudieron las balas y los morteros de Malvinas lo pudieron éstos… (duda) en realidad no tengo calificativo para una persona que le quita la vida a otra así”, dijo el primero con la mirada perdida y los ojos húmedos. “Tenemos un dolor tan grande que lo único que queremos es que esto se esclarezca. Es algo que no tiene lógica. Por eso no tenemos palabras”, sumó el segundo.

 


Ellos y Galdys llegaron a San Luis justo a tiempo para despedir al ex combatiente, algo que le atribuyen a la intercesión de su hermano fallecido. “Pudimos viajar los tres juntos porque él quiso que viajáramos. Cuando me enteré esperé que amaneciera y que abrieran las agencias de viaje para sacar los pasajes”, contó Walter. Josefina Norma Marola, esposa de Jorge, les había avisado cerca de las cuatro de la mañana (hora española), pero tuvieron que esperar “hasta la una del mediodía, que encontraron una combinación de vuelos para estar al día siguiente, antes del entierro”.

 


Antes de subirse al primer avión, Ramón pasó por el quirófano, porque tenía programada una cirugía en la mano derecha el martes pasado. Walter, que se definió como “el menos fuerte de la familia”, dice que lloró todo el camino pero que la angustia más grande lo inundó el miércoles, cuando la Policía les permitió ingresar a la oficina de Jorge.

 


“Cuando entré encontré la carta aquí”, relató mientras señalaba el escritorio de su hermano y sacaba del bolsillo del pantalón una hoja de cuaderno avejentada. “Mi hermano mayor siempre fue mi referente. Cuando necesité consejo o cualquier cosa se lo pedía. Siempre estaba. Entonces cuando se fue a la Armada, cuando yo tenía siete u ocho años, le escribí esto, donde le decía que lo extrañaba, que quería ser como él, que no fumara, que se cuidara, que yo no podía ir en esos momentos pero que más adelante quería ir a verlo. Y que quería seguir sus pasos, irme a la Armada. Hace poco me mandó una foto de la carta por WahtsApp. La tenía guardada hace 40 años y casualmente le dije ‘cabrón, me estás haciendo llorar’ y él me ponía ‘jajaja’, riéndose”.

 


“Cuando se fue a la Armada todos esperábamos de un momento a otro su llegada. Pero el momento de mayor congoja, de la espera mayor, fue en la Guerra de Malvinas”, sumó Ramón. “No me lo voy a olvidar en la vida. Cuando llegó fue a buscarnos al colegio, porque éramos chicos… Y él se reía”, alcanzó a decir antes de romper en llanto.

 


“El atorrante que mató a mi hermano de argentino no tiene nada, porque mató a un héroe de Malvinas. Y me animo a decir que es el primer combatiente o héroe de Malvinas muerto de una manera tan vil, en toda la Argentina, y sucedió acá en San Luis, que eso quede bien claro. Por eso queremos que las autoridades pongan freno de una vez por todas a todo esto que se está viviendo”, concluyó el hombre.

 


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