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Mucha hambre, el primer síntoma del drama de Mateo

Por redacción
| 03 de agosto de 2016
En su puesto. Laura, en el aula. Allí percibió que algo estaba mal.

Es terrible, estoy sin palabras. Es triste, porque se podría haber evitado, porque cuando el nene decía que tenía hambre, tenía hambre”, dice la maestra Laura Torres y se conmueve. Se le angustia la voz. Ella fue la primera en detectar que Mateo, el chico de 7 años al que el sábado pasado la Policía y la Justicia rescataron de su casa, donde sus padres lo dejaban encerrado, maniatado y amordazado, sin comida, sufría violencia infantil. Y fue quien informó a la directora de su escuela para que interviniera la Justicia de Familia y Menores. Esa denuncia, hecha el 3 de junio del año pasado, no encontró eco, porque la jueza Nº 1, Estela Bustos, no halló pruebas de lo que exponían las docentes. Y consideró que tampoco era riesgoso para el chico seguir viviendo con sus padres. Desde el fin de semana pasado, cuando la jueza Penal Nº 3, Virginia Palacios, constató cómo maltrataban a su hijo, ambos están detenidos.

 


A raíz de la denuncia de las maestras de la Escuela Nº 313 “Rosario Mercedes Simón”, la madre de Mateo, María del Carmen García, sacó al nene de ese establecimiento y lo llevó a la Nº 172 “Provincia de Misiones”. El 30 de junio de este año, el chico llegó a su nueva escuela con un golpe en la cabeza. La madre dijo que se había lastimado jugando con unas ramas, con sus hermanas. La directora también denunció ese episodio ante la Justicia de Familia y Menores (ver página 21).

 


La maestra Laura Torres contó que cuando tuvo a Mateo como alumno de 1º grado en la “Simón”, en 2015, “lo primero que se veía era el hambre” que tenía.

 


“Empezamos a detectar esto con la otra docente que trabaja conmigo en el aula. Yo advertía que el nene tenía hambre y le daba tres o cuatro alfajores porque me daba cuenta que no se saciaba nunca”, recordó. El alumno se comía su merienda y después quería tomar la de sus compañeritos.

 


La madre presentó un certificado de que padecía celiaquía. Entonces, la cooperadora de la escuela le consiguió la merienda apropiada para las personas con ese mal. “No le gustaba, quería comer lo de los demás. Lloraba. Y de un momento a otro la mamá salió diciendo que no era más celíaco. La directora le exigió que trajera un certificado del médico que lo dijera. Mientras tanto, le teníamos que dar el alimento que tenía que comer el niño, no podíamos correr el riesgo de darle harina y que tuviera una crisis o le ocurriera algo”, recordó Torres.

 


La madre nunca llevó el certificado, afirmaron la maestra y la directora de la “Rosario Simón”, Alejandra Werchracki. No podría haberlo llevado, porque esa enfermedad no se cura.

 


Síntomas de violencia

 


La maestra contó que al nene “no se lo veía sucio, es muy inteligente, leía y escribía muy bien, y era muy astuto en las conversaciones, cuando participaba, no estaba bloqueaba su inteligencia”.

 


Pero “sí era un niño que mostraba síntomas” de que tenía algún padecimiento, porque “se autoflagelaba, se lastimaba, rompía cosas todo el tiempo, rayoneaba. Esa es la violencia que nosotros en seguida detectamos”, contó la docente.

 


A Torres le parecían muy raras las actitudes de la madre. “Era muy amable en un momento, hablaba de la preocupación que tenía por la conducta de su hijo. Después se puso en contacto con la docente especial que integra chicos, lloró y le dijo que no sabía qué hacer con Mateo porque tenía una conducta violenta y sospechaba que su hijo tiene una patología psiquiátrica”, recordó.

 


La mujer le dijo a la docente que el chico “anda solo por madrugada y abre la alacena, saca las galletitas, come, no deja dormir a nadie y todo el tiempo quiere comer, comer y comer”.

 


Los directivos de la “Rosario Simón” ya conocían una experiencia similar con los hermanos más grandes de Mateo, dos adolescentes de los que la Justicia le quitó la tenencia a García en noviembre de 2014. Al terminar la clase, los chicos recorrían las aulas buscando los restos de comida que dejaban los otros. Lo hacían porque “cuando se portaban mal, la madre los dejaba sin comer”, recordó la vicedirectora, Sebastiana Palacios.

 


Padres amenazantes

 


El año pasado, después de que Mateo había peleado con otro chico, la maestra Laura Torres sorprendió a María del Carmen García en la escuela. Había entrado en el recreo y había amenazado al otro nene. “Le dije que la próxima vez que entrara sin autorización la iba a denunciar. Y ahí comenzó como a mostrar un rechazo hacia mí, porque empezó a notar que yo estaba descubriendo cómo era ella con el nene”, relató.

 


Surgió otra señal. Cuando ella le ponía una nota en el cuaderno a Mateo si se portaba mal, “al otro día directamente no venía”. Eso también reveló al padre del alumno “como un hombre violento”, según la impresión de la maestra. “Me preocupaba la forma en que lo traía a los tirones al aula. Era muy pedante. ‘¿Cómo se va a portar hoy? me avisa’, me decía”, recordó Laura.

 


“Empezamos a asustarnos –contó–, porque fue ahí cuando el chico empezó a hablar y advertimos que era castigado duramente. Decidimos no decirles nada más a los padres del comportamiento de Mateo y hacer la denuncia para que la Justicia interviniera”.

 


La determinación de darle parte al juzgado surgió un día que el chico se quejó de dolor en la espalda. Laura Torres y la maestra especial le vieron “un hematoma, como una línea, y lo que él manifestó en ese momento fue que su papá le pegaba con la cadena de una moto. Eso mismo le dijo a la directora. Nos quedamos heladas”, recordó.

 


A Laura, su intervención le valió que la madre de Mateo la acusara a ella por los maltratos al chico: “Se ve que el juzgado mandó una asistente social, imagino yo, en julio tiene que haber sido, en el lapso de las vacaciones. Cuando regresamos, ella llegó amenazando, diciendo que yo la había denunciado injustamente y me denunció en la Comisaría 1ª. Expuso que yo maltrataba a su hijo en el aula. Todo lo que ella le hacía, me lo adjudicó a mí, que lo ataba de pies y de manos y le tapaba la boca, y que lo hacía delante de los chiquitos, en el aula”.

 


La docente y la directora fueron a la seccional a hacer una contradenuncia. Y tuvieron que volver acompañadas por un policía, porque de la escuela les avisaron que los padres de Mateo estaban allí, esperando para agredirlas.

 


“Tuve que hablar con ellos con un oficial de por medio, por la denuncia que habían hecho contra mí, y les dije que eso no iba a quedar así. Entonces decidieron sacarlo de la escuela y la supervisora autorizó el cambio” en agosto del año pasado, relató la maestra.

 


“Al nene lo cambiaban de escuela, pero al seguimiento lo tenían que continuar, justamente por todo lo que le estaba pasando a la criatura”, opinó Laura, que no puede evitar conmoverse cuando habla del caso.

 


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