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El genio que vino a cambiar el mundo

Inventó, entre otras cosas, los rayos x, el control remoto y la técnica para que los aviones aterricen. Fue un incomprendido en su tiempo que no daba nunca la mano ni podía tocar el cabello de las personas. Y que medía el volumen de las comidas antes de ingerirlas.

Por Romina Oddone
| 27 de noviembre de 2017

No alcanzarían las páginas asignadas para contar la maravillosa -aunque difícil- vida del inventor Nikola Tesla. Quizás algunos lo conozcan por su nombre, o por las innumerables veces que vieron en algún programa de televisión, película o libro una referencia sobre sus descubrimientos. Otros quizás ni siquiera sepan que existió. Porque en la historia corriente, esa que enseñan en la escuela, jamás le dieron el lugar que realmente merecía.

 

Tesla nació a mediados del siglo XIX, en 1856, en lo que hoy se conoce como Croacia. Desde muy pequeño demostró su fascinación por las fuerzas de la naturaleza, especialmente por la energía de las tormentas eléctricas y sus rayos al caer sobre la tierra. Cuando tenía 17 años contrajo cólera y estuvo al borde de la muerte, pero quizás por la promesa que su padre le hizo de enviarlo a una escuela de ingeniería, logró recuperarse. Comenzó sus estudios en la Universidad Politécnica de Graz en Austria, donde la idea de encontrar una forma para que la energía gratuita llegase a todo el mundo se convirtió en su meta a cumplir. Con 25 años, en 1881, se trasladó a Viena para trabajar en la Compañía Nacional Telefónica y más tarde viajó a París donde ocupó un puesto en la empresa de Thomas Alva Edison. Tres años después cruzó el Atlántico hasta Nueva York y fue directamente a las oficinas de Edison con una carta de recomendación de su último jefe, Charles Batchelor, que decía: “Conozco a dos grandes hombres, y usted es uno de ellos. El otro es el joven portador de esta carta”. Inmediatamente fue contratado en “Edison Machine Works” para cubrir el puesto de ingeniero eléctrico.

 

Nikola Tesla fue uno de los científicos más brillantes que vio el siglo XX. Cuentan quienes lo conocieron que era un hombre alto y muy delgado, como una espiga. Su porte era muy refinado y usaba trajes oscuros que lo hacían parecer de la aristocracia neoyorquina. Tenía una imaginación brillante y una gran memoria, pero un carácter muy extraño. Era excéntrico, apenas podía dormir; trabajaba de 9 a 18 todos los días; no podía empezar a comer sin antes calcular la capacidad volumétrica del plato de comida, ni tampoco podía tocar el pelo humano. Aunque era muy cortés, nunca estrechaba la mano para saludar y muchas veces daba la espalda a la gente que estaba con él. Tenía muchos síntomas de lo que hoy se conoce como Trastorno Obsesivo Compulsivo. Quizás fue y aún siga siendo un incomprendido para la sociedad, y de ahí su fama de “científico loco”, pero la verdad es que Tesla era un idealista que quería cambiar el mundo.

 

La historiadora croata Matea Brstilo Rešetar describió como “extraña” la manera que Tesla tenía para descubrir los dispositivos que inventaba: “Primero elaboraba todos sus detalles y veía cómo funcionaban en la mente y recién entonces bosquejaba todo; lo demostraba teóricamente y finalmente realizaba el dispositivo que prácticamente funcionaba desde el primer intento, sin problema alguno”. En palabras del propio inventor: “Cuando se me ocurre una idea, enseguida empiezo a construirla en mi imaginación. Cambio la construcción, la perfecciono y la pongo en movimiento ya en mis pensamientos. Me es completamente irrelevante si pongo en funcionamiento mi turbina en mis pensamientos o hago pruebas de laboratorio. Hasta observo cuando algo anda mal. No hay ninguna diferencia en absoluto, es más, los resultados son iguales. De esta manera puedo desarrollar y perfeccionar una idea rápidamente, sin tocar nada”.

 

Los inventos y los trabajos teóricos que realizó a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX crearon las condiciones para la electrificación del mundo a través de un sistema de corriente alterna polifásica, lo que hizo posible la producción masiva y la revolución industrial. Realizó descubrimientos en el campo de corrientes de alta frecuencia y la transmisión inalámbrica de ondas electromagnéticas, que fueron las bases para el desarrollo de la radio y las telecomunicaciones. También hizo aportes al descubrimiento del radar. Tiene al menos unas 278 patentes reconocidas en 26 países. Fue el creador de los rayos x, el control remoto, la resonancia magnética, la transferencia inalámbrica de energía, el despegue y aterrizaje vertical de aviones, entre muchos inventos más.

 

La guerra de las corrientes

 

La empresa de Edison fue pionera en la construcción de generadores de corriente continua (CC), y logró sus primeros clientes a principios de la década de 1880. Tenía unas pequeñas centrales eléctricas que servían para llevar energía a un centenar de personas en la ciudad. Pero cada generador podía abastecer de electricidad un radio de 800 metros a la redonda.

 

Tesla consideraba que existía otra manera de llevar electricidad y con un mayor alcance a través de la corriente alterna (CA) que es la que se utiliza hoy en los hogares de todo el mundo, más de 150 años después. Pero Edison temía perder su gran negocio y sobre todo su prestigio, por lo que siempre desacreditó la idea de su brillante empleado. Ese fue el comienzo de la llamada “Guerra de las corrientes”.

 

En 1885 Edison pidió a Tesla rediseñar los generadores de corriente continua de su compañía y le ofreció 50.000 dólares si lograba hacerlos más eficientes. Por supuesto lo logró. Tesla afirmaba que cuando pidió su remuneración, Edison le respondió: “Usted no entiende nuestro humor estadounidense”. Renunció, pero sin dinero tuvo que tomar otro empleo, y empezó a cavar zanjas para la compañía de su ex jefe. Durante ese tiempo de introspección ideó un sistema polifásico de corriente alterna para poder mostrarle al mundo que sí funcionaba.

 

Sin medios económicos para materializar todas sus investigaciones e inventos, conoció a George Westinghouse, un científico y empresario que le compró las patentes de sus inventos y lo contrató para trabajar en la “Westinghouse Electric & Manufacturing Company's” en Pittsburgh. En 1893 se hizo en Chicago una exhibición pública de la corriente alterna, demostrando su superioridad sobre la corriente continua de Edison.

 

No obstante, Edison aún trataba de disuadir la teoría de Tesla mediante una campaña para fomentar ante el público el peligro que corrían al utilizar este tipo de corriente. Le pidió a uno de sus empleados, Harold P. Brown, que estaba trabajando en un nuevo sistema de ejecución de reos, la silla eléctrica, que utilice corriente alterna para la electrocución. Para probar su experimento mató a varios animales incluyendo un elefante de circo y ejecutó algunos frente a la prensa como una forma de asegurar que la corriente alterna estaba asociada con la electrocución. Ni Edison ni Westinghouse quisieron que se eligieran sus sistemas eléctricos, porque sabían que los consumidores no iban a querer tener en su casa el mismo tipo de corriente eléctrica que servía para matar seres humanos.

 

William Kemmler fue el primer hombre condenado a morir en la silla eléctrica. Su ejecución fue en agosto de 1890. La primera tentativa de ejecución fueron 17 segundos de sobresaltos, pero fracasó. Kemmler, mal quemado y sufriendo, tuvo que esperar a que el generador se cargara de nuevo. La segunda vez duró un minuto. Los que presenciaron la escena la describieron como espantosa, había olor a carne quemada y salía humo de la cabeza del condenado. Esta se suponía que sería una alternativa menos cruel al ahorcamiento. Aún hay estados de Norteamérica donde todavía se utiliza este sistema.

 

Pese a todos estos intentos de desacreditar el invento de Tesla, en 1896 logró junto a Westinghouse construir la primera central hidroeléctrica del mundo en las Cataratas del Niágara con corriente alterna que envió electricidad hasta la ciudad de Buffalo a 32 kilómetros de distancia. Tesla fue considerado desde entonces el fundador de la industria eléctrica.

 

El litigio por la radio

 

En 1893 Tesla logró transmitir energía electromagnética sin cables, y construyó el primer radiotransmisor. Él presentó la patente en 1897, y dos años después Guillermo Marconi logró la primera transmisión de radio, utilizando 17 de las patentes que Tesla había desarrollado. Marconi registró su patente el 10 de noviembre de 1900. Se inició un litigio entre las compañías de Marconi y Tesla, pero finalmente en 1943, poco tiempo después de la muerte de Tesla, la Corte Suprema de los Estados Unidos de América falló a su favor, tras los testimonios de numerosos científicos destacados. Sin embargo, la mayoría de los libros mencionan a Marconi como el inventor de la radio.

 

La Torre de Wardenclyffe

 

Durante el tiempo que pasó en Colorado Springs, al oeste de los Estados Unidos, experimentó con las ondas estacionarias naturales a través del estudio de los relámpagos y su comportamiento. Estaba desarrollando un sistema inalámbrico de almacenamiento de energía de la ionosfera. Tesla buscaba la manera de atraer esa energía a la tierra y conducirla a determinadas regiones del planeta sin requerir de tanta infraestructura.

 

En los primeros años del siglo XX construyó en New York una torre de 30 metros de altura en el techo de su laboratorio, la llamó La Torre de Wardenclyffe. Su fin era intentar implementar sus anteriores experimentos a una escala masiva o industrial. De acuerdo a sus escritos, Tesla estimó que construyendo 12 de esas torres a través del mundo se podría electrificar todas las áreas de la tierra.

 

En el pico de la torre había una bobina enorme de cobre que sería el generador que enviaría la corriente a los distintos receptores. Tesla logró cargarla, el experimento funcionó, pero explotó y todo ese trabajo quedó en el olvido. Él aseguró que funcionaba y están las patentes que demuestran que estuvo trabajando con este invento, pero nunca pudo ponerlo en práctica en su momento y nunca nadie más lo intentó. La mentalidad de Tesla estaba dividida, por un lado era el inventor que imaginaba y desarrollaba creaciones increíbles, y por el otro estaba el idealista que sólo quería entregar sus conocimientos a la humanidad. Esto nunca comulgó con los intereses de las grandes empresas eléctricas, que cobraban por suministrar la electricidad. Tesla no era un hombre de negocios. No cuidaba los contactos que hacía con los grandes financistas de la época. Le costaba mucho construir sus inventos, y si podía, se desmoronaban. Vendió patentes por las que le pagaron muy poco y tras el desastre de la Torre de Wardenclyffe, quedó arruinado y con serios problemas económicos. Pero continuó inventando.

 

Nunca tuvo una esposa, ni una amante. Sus momentos libres los disfrutaba en el parque alimentando a las palomas. Después del crack financiero de 1929, no consiguió más inversores. Los últimos 10 años de su vida los pasó en una habitación del hotel New Yorker en Manhanttan, allí tenía una caja fuerte donde guardaba documentos con más de sus inventos. En esa misma habitación falleció a los 86 años, solo y en la pobreza. Luego de su muerte el FBI incautó esa caja fuerte. Dije ron que era para resguardar al mundo de ese material. Algunos de esos documentos fueron desclasificados años más tarde.

 

En la actualidad, miles de personas alrededor del globo continúan experimentando con su invento más extraordinario: la bobina Tesla que es un tipo de transformador compuesto por una serie de circuitos eléctricos resonantes acoplados. Hay diferentes tipos de bobinas, y Tesla experimentó con muchas, pero básicamente sirven para dar descargas eléctricas que alcanzan varios metros según su tamaño. El funcionamiento de la bobina consiste en aumentar el voltaje bajando un poco la intensidad, por eso se pueden ver estelas de colores cuando se encienden. La presión aumenta tanto que es capaz de elevar 10 voltios a 10.000. La idea principal de Tesla era crear energía eléctrica inalámbrica. En Nottingham, Reino Unido, todos los años se realiza el “Gaussfest – Teslathon”, donde seguidores del inventor, en su mayoría ingenieros, se reúnen para hacer demostraciones con bobinas Tesla.

 

Sin dudas los descubrimientos de este genio podrían haber potenciado al infinito el progreso de la humanidad. El acceso a la energía y a la telefonía de manera gratuita daría otra cara a la historia y la vida de hoy. Sin embargo este conocimiento y desarrollo haría peligrar las utilidades de unos pocos. Quizás el corazón y la mente de Tesla eran demasiado bondadosos y desinteresados para las sociedades de su época y para la actual.

 

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