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Brenda Arias: el fiscal pidió 25 años de cárcel para el acusado

Es la máxima pena para el delito por el que lo acusan. Juan José Murúa está detenido en un penal de Córdoba, por otro delito. La joven fue asesinada en julio de 2009, en Villa del Carmen.

Por redacción
| 03 de noviembre de 2017
Murúa. En abril de este año, cuando fue conducido a indagatoria. Foto: Nicolás Varvara.

Siete años, ocho meses y veinticuatro días. Ese tiempo les tomó a los investigadores cerrar el círculo de sospechas y sentar a Juan José Murúa en el banquillo de los acusados para responder por el asesinato de Brenda Jimena Arias, desaparecida la noche del 11 de julio de 2009, en la localidad de Villa del Carmen. Para su mamá, Elva Norma Garayalde, "Negrita", la espera fue demasiado larga, demasiado desgastante, tanto así que su salud se marchitó y murió el domingo pasado en un sanatorio de la capital, sin haber bajado los brazos en su búsqueda de justicia. Un día después, el fiscal Carlos Alberto Leloutre le remitió a Patricia Besso, jueza Penal de Concarán, la requisitoria fiscal con un pedido de pena de 25 años de cárcel, el máximo previsto para el delito por el que acusan a Murúa, el único sospechoso por el homicidio.

 

En las 81 páginas que tiene el documento, Leloutre, fiscal de la Tercera Circunscripción Judicial, hace un minucioso análisis del vasto cúmulo de testimonios, declaraciones, pericias e informes que recabaron a lo largo de la investigación. “Hoy en día está todo digitalizado, pero antes de que las actuaciones pasaran al nuevo formato el expediente superaba los trece cuerpos”, comentó ayer la jueza Besso, que cerró la etapa de instrucción el 12 de octubre pasado.

 

Para el fiscal, “no existe duda alguna” de que Murúa asesinó de al menos un disparo a Brenda, de 19 años, y que luego quemó su cuerpo para asegurarse la impunidad del crimen, cuyo móvil “fue personal y pasional sexual, siendo el autor consciente de cada uno de los actos que llevó a cabo”.

 

A pesar de que al principio la investigación apuntó contra César Albelo, con quien la víctima había roto un tormentoso noviazgo la tarde del día que desapareció, con el correr del tiempo las sospechas sobre Murúa fueron consolidándose hasta que apareció una prueba clave, aportada por el Área Criminalística y Análisis Criminal del Departamento de Delitos Complejos de tribunales, a cargo de la licenciada Carina Bernal.

 

Se trató, puntualmente, de un estudio detallado de las antenas de teléfono en torno al celular de la víctima, un Motorola C-115 que desapareció el día del crimen pero que, se comprobó, estuvo activo hasta cinco días después del hecho, coincidentemente, ubicado en los lugares frecuentados por el ahora imputado. “Los elementos ya estaban, pero nos faltaba tecnología y personal idóneo para analizarlos. Y hoy en día lo tenemos”, comentó Besso en abril de este año.

 

Leloutre advierte que ya cometido el crimen y “para desviar la investigación, Murúa… tomó el teléfono de Brenda y, conforme surge de la sábana de registro de llamadas entrantes, salientes y mensajes de textos salientes, se puede establecer que le envió un mensaje al celular de la madre de Brenda, a la hora 5:49, diciendo ‘Estoy en Tilisarao voy a la tarde’”.

 

En la denuncia por la desaparición de su hija y en las sucesivas declaraciones que hizo a lo largo de los años, Elva Garayalde siempre remarcó que esos mensajes –fueron varios–, con errores de ortografía y mal redactados, no parecían de Brenda, quien escribía muy bien, algo que quedó acreditado con el aporte de cartas escritas por la víctima.

 

“Lo que significa que Juan José Murúa se apoderó del teléfono de Brenda Arias luego de haberla matado, que fue él quien manipuló el mismo y que ello explica que el teléfono celular que pertenecía a la víctima impactara casi en paralelo con el movimiento que el imputado realizó esos días”, acusó el fiscal.

 

La hipótesis

 

Si bien Leloutre ahondó más en algunos aspectos y menos en otros, su hipótesis sobre lo que ocurrió la noche del 11 de julio de 2009 fue coincidente con la que Besso desarrolló a comienzos de año, en el llamado a indagatoria a Murúa, actualmente detenido en el Establecimiento Penitenciario 8 de Villa Dolores, Córdoba, por haber intentado abusar de una menor y amenazarla con un arma de fuego, a principios de febrero, en la localidad cordobesa de Los Hornillos, a veinticinco kilómetros de Dolores.

 

“Este Ministerio Público Fiscal no tiene dudas de que la ciudadana Brenda Arias conocía a Juan Murúa, que compartieron en más de una oportunidad reuniones, cenas, fiestas y salidas a establecimientos bailables” y que por eso la noche del crimen la joven no dudó en subirse a su moto, en la que se dirigieron a un lugar conocido como “Villa Cariño”, a unos 3 kilómetros de Villa del Carmen, al oeste de la Ruta Provincial 1.

 

También quedó acreditado que el acusado “pretendía a la víctima y que en oportunidades llegó hasta a besarla”, y que esa noche, tal vez por una negativa de Brenda, ella y Murúa discutieron hasta que él le dio muerte “disparando al menos una vez con una carabina calibre 22 que siempre portaba”.

 

Luego, para borrar sus rastros, prendió fuego al cadáver, que quedó reducido a ceniza y huesos, que Juan Alberto Albet vio dos días después, pero confundió con restos de algún animal. Dieciocho días después, advertidos por otro vecino, David Aguilar, los investigadores comprobaron que se trataba de huesos humanos y los enviaron a analizar. El examen de ADN confirmó que eran de Brenda.

 

Inconsistencias

 

En la pira de cenizas había cuatro anillos de la víctima, piezas metálicas en forma de arco que corresponderían a un corpiño, monedas, un bretel de siliconas deformado por el fuego y un fragmento pequeño de color aluminio cuyas características serían las de un plomo calibre 22.

 

Cerca de los restos, entre pastizales, la Policía halló un reloj de Arias con su sangre y otro bretel de silicona.

 

Murúa, que en su coartada y en declaraciones había incurrido en varias inconsistencias con otros testimonios, dio, en la indagatoria del 4 de abril de este año, “argumentos sin sentido que caen por su propio peso, que no tienen correspondencia con la realidad, todo lo cual hace que los indicios antes mencionados adquieran una mayor eficacia”, consideró Leloutre.

 

Además, el funcionario judicial tomó en cuenta para su acusación los resultados de la pericia psiquiátrica practicada al imputado, el 11 de agosto pasado, la última prueba agregada al expediente antes del cierre del sumario. Esa prueba describe a Murúa como alguien impulsivo, con conductas violentas y desadaptativas, que no tiene impedimentos para comprender o dirigir sus acciones.

 

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