Con enorme dificultad, porque tiene una pierna quebrada, Érica Cristina Tebez paró un taxi, se subió con su hija y pidió que la llevaran a Juan Tulio Zavala al 2300, a la casa de su madre. Iba descalza, con poco abrigo, desplazándose apenas con un hilo de aliento. Acababa de escapar de la casa donde su pareja y padre de su hija, Rodolfo Daniel Gómez, la mantuvo encerrada desde setiembre u octubre del año pasado. Desde esa fecha y hasta el martes, Érica, de 37 años, fue blanco de incontables torturas y vejámenes, ejecutados a la vista de su hijita de 8 años, la otra víctima de tanta violencia. Gómez golpeaba a Érica, la cortaba, la pateaba de la cabeza a los pies, la fracturó y la quemaba con cigarrillos y con agua caliente. La violaba. La tenía atada con alambre, le tapaba la boca con cinta. La mantenía hambreada y deshidratada. La coaccionaba psicológicamente, le infundía temor, le decía que si intentaba huir, la iba a matar a ella o a alguno de sus familiares. “No sé cómo referirme a él... –dijo ayer Cristina Iglesias, la mamá de Érica, en referencia a Gómez–. Un ser humano no le haría ni a un animal lo que él le hizo a mi hija”.
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