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Pueyrredón, el que se quedó para siempre en San Luis

El patriota no llegó por propia voluntad, sino confinado por sus adversarios políticos. Residió sólo dos años en la aguada, pero su nombre quedó ligado para siempre a la historia y a la geografía sanluiseña.

Por redacción
| 10 de julio de 2017

Su apellido quedó grabado para siempre en la geografía de San Luis, como una señal de que, alguna vez, algo de esta tierra fue suyo. No vino a esta aldea de casas de adobe, rodeadas de enormes huertos de frutales y altas tapias coronadas de enredaderas, buscando el “pago tranquilo y de buenos amigos”, caracterizado por la tranquilidad que le daba la lejanía, más notoria entonces que ahora, de la convulsionada Buenos Aires, que tampoco era, en el segundo decenio del siglo XIX, la enorme urbe europeizada de la actualidad, pero había hecho germinar, tres años antes, una de las tantas revoluciones que dieron origen a la emancipación americana.

 

Juan Martín de Pueyrredón era parte de esa convulsión y no llegó a San Luis por su voluntad en los primeros días de enero de 1813, sino confinado por sus adversarios políticos del momento, que lo querían bien lejos del teatro de la lucha entre las facciones que pujaban por encauzar la revolución de la que surgió la Nación Argentina.

 

Entre quienes participaron de la asonada del 8 de octubre de 1812, contra el Primer Triunvirato integrado por Pueyrredón, estaba José de San Martín, llegado de España en marzo de ese año para luchar por la causa americana. No obstante, fue a instancias del Padre de la Patria que, tres años y medio después, Pueyrredón fue ungido como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el presidente del país en ese entonces. Ocupó el cargo entre 1816 y 1819.

 

Pueyrredón, hijo de un comerciante francés, nació en Buenos Aires en 1776. En 1806 creó el regimiento de Húsares, para defender la ciudad en las Invasiones Inglesas. Luego lo comisionaron a España para informarle al rey y pedir refuerzos. La decadencia y la indiferencia de la monarquía española influyeron en su decisión de trabajar por la independencia de las colonias. Eso lo convirtió en una amenaza para la corona. Al volver a Buenos Aires fue engrillado y reembarcado hacia España. Pero en las costas de Brasil logró escapar y en junio de 1810 volvió al Río de la Plata.

 

Se unió a la Revolución y el 16 de agosto fue nombrado gobernador intendente de Córdoba. En enero de 1811 asumió el mismo cargo en Chuquisaca (actual Bolivia) y luego fue puesto al frente del Ejército del Norte. Reemplazado por Manuel Belgrano, en marzo de 1812 volvió a Buenos Aires y se incorporó al Primer Triunvirato.

 

“Afrancesado y ambicioso”, según el historiador José María Rosa, “masón y liberal, ilustrado unitario (...) de carácter aristocratizante, centralista y porteño”, según Alejandro Jasinski, Pueyrredón fue acusado de “tibio” por los hombres que en octubre del ‘12 lo desplazaron del poder, entre otros motivos por haber frenado los fusilamientos tras el alzamiento contra el Triunvirato, por el que fue ejecutado, sin pruebas claras, Martín de Álzaga.

 

Pueyrredón tenía 36 años cuando llegó a San Luis con su hermano José Cipriano. Le compró a Maxinino Gatica una extensa propiedad en un sitio conocido entonces como La Aguada, al pie de las Sierras Centrales, entre El Chorrillo y la ciudad capital. La zona es conocida, desde entonces, como la Aguada de Pueyrredón. Luego compró “La Aguadita del Portezuelo”, que se extendía hacia el norte.

 

Ahora el nombre del prócer abarca todo el departamento cabecera de la provincia, ya que le fue impuesto, por Ley del 25 de noviembre de 2010, al antiguo “La Capital”.

 

Las tierras que adquirió Pueyrredón eran muy extensas y, por el oeste, llegaban hasta el este de la actual zona urbana puntana. “Incluía los terrenos que hoy son el Parque de las Naciones y el ex Hogar del Niño”, rememoró el ex Auditor General de la Nación y funcionario de Naciones Unidas, Leandro “Chungo” Despouy.

 

Vale decir que donde ahora están la Residencia Oficial del Gobernador, Laboratorios Puntanos, el Centro Cultural “Puente Blanco” y el canal de televisión eran par te de la propiedad.

 

Valentín Luco, abuelo materno de “Chungo”, adquirió hace poco más de un siglo parte de las tierras que fueron de Pueyrredón y, contigua a la Residencia Oficial, los Despouy tienen su residencia familiar, “Villa Hortensia”. También forma parte de la herencia de los descendientes de Luco, de lo que fue la extensa estancia del porteño, una parte que está al pie de las sierras, al este del country “Los Quebrachos”, en lo que era propiamente la Aguada, donde el entonces confinado construyó su residencia serrana. “Ya no queda nada de la casa de Pueyrredón, pero en mi familia conservamos alguna foto”, contó Despouy a Cooltura.

 

La madre de “Chungo” es Edith “Yeya” Domeniconi de Despouy, hermana de Alberto “El Pibe” Domeniconi, de quien fue secretaria privada durante su mandato como gobernador (1958-1962). A sus 97 años, “Yeya” conserva una memoria prodigiosa y recuerda que cuando ella conoció la propiedad de sus suegros, unos quinientos metros al norte del sitio estrictamente denominado La Aguada había vestigios de la construcción de piedra levantada por Pueyrredón.

 

Allí, en 1813, a poco de iniciar la edificación de su casa, el futuro Director Supremo plantó tres ombúes que mandó traer de su quinta de Buenos Aires, dentro de barriles, en una carreta que pasaba para Mendoza. Todavía están.

 

Pueyrredón no permaneció más de dos años en tierras puntanas. En febrero de 1815 viajó a Buenos Aires y el 14 de mayo de ese año se casó con María Calixta “Mariquita” de Tellechea y Caviedes.  De la familia de su esposa heredó la quinta de San Isidro donde hoy está emplazado el Museo Pueyrredón. Allí nació, el 23 de enero de 1823, su hijo Prilidiano, el más prestigioso pintor y arquitecto de la época, autor del diseño original de la quinta que hoy es la Residencia Oficial de Olivos.

 

Recién llegado a la aldea

 

Para cuando el patriota llegó a estas tierras, San Luis era una aldea de 1.105 habitantes, según el padrón ordenado en diciembre de 1811 y concluido el 4 de agosto de 1812, cita el historiador Urbano Joaquín Núñez. Contando la población de la campaña, eran 16.878 almas: 4.491 indios, 1.472 negros, 10.890 españoles americanos (los llamados criollos) y 25 españoles europeos.

 

“Parece ser que el gobernador –NdR: el primer teniente gobernador de San Luis, José Lucas Ortiz– tenía recelos de Pueyrredón y se demoró en darle la autorización para entrar a la ciudad. Cuando se la dio, le ofreció alojarse en una casa muy humilde, que no estaba acorde a la importancia del recién llegado, que además venía acompañado por unas cuantas personas” que estaban a su servicio, cuenta Leandro Despouy. Y el confinado decidió comprar en La Aguada para levantar su casa, ya que, al entrar por el camino real, en su llegada de Buenos Aires, había reparado en las bondades de esa zona al pie de las sierras.

 

A poco de llegar, Pueyrredón tuvo otro motivo de queja ante las autoridades locales: no lo invitaron, a principios de 1813, a la jura de adhesión a la Asamblea que, reunida en Buenos Aires, debía dictar una Constitución y declarar la independencia y que no hizo ninguna de las dos cosas. En agosto de 1814 San Martín se hizo cargo de la gobernación de Cuyo, pasó por San Luis camino a Mendoza y se entrevistó con Pueyrredón. El historiador Juan W. Gez conjetura que entonces hicieron las paces, tras la revolución de octubre de 1812. A partir de entonces, el dueño de la Aguada fue uno de los que más colaboraron con el Libertador en la creación del Ejército de los Andes.

 

En diciembre, Pueyrredón fue a Mendoza. De allá le escribió al nuevo teniente gobernador de San Luis, el porteño Vicente Dupuy: “Se había hablado generalmente de los motivos de enemistad que debía haber entre San Martín y yo; y ha servido de sorpresa el recibimiento que me hizo en público, abrazándome y besándome con ternura fraternal”, le contó.

 

El 15 de febrero del año siguiente, Pueyrredón llegó a Buenos Aires. Ya no volvió a San Luis, aunque aquí permaneció su hermano José Cipriano (tatarabuelo de César “Banana” Pueyrredón), a cargo de atender los asuntos de su propiedad y uno de los tres electores que designaron a Juan Martín para que representara a San Luis en el Congreso que declaró la Independencia.

 

Como Director Supremo, hizo todo lo que pudo por financiar el proyecto militar de San Martín del cruce de los Andes, contra la resistencia de algunos porteños localistas que se oponían a entregar sus bienes para sostener una campaña que se llevaría a cabo bien lejos del puerto.

 

“Van los 200 sables de repuesto que me pidió. Van las 200 tiendas de campaña, y no hay más. Va el mundo, va el demonio, va la carne. Y yo no sé cómo me iría con las trampas en que quedo para pagarlo todo, a bien que, en quebranto me voy yo también para que usted me dé algo del charqui que le mando, y ¡carajo! No me vuelva usted a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la Fortaleza”, le escribió el hombre de la Aguada, desde Buenos Aires, al Libertador.

 

Coqueteó, al igual que San Martín, con la idea de convertir a las Provincias Unidas en una monarquía en la cual reinara un descendiente de los incas.

 

Pese a que su compromiso político lo llamó pronto a dejar San Luis, Juan Martín de Pueyrredón había elegido, al parecer, esta tierra como destino. Al hablarle, en una carta, de la estancia de la Aguada, su hijo Prilidiano le contó a Justo José de Urquiza que Juan Martín “no sólo hizo grandes plantaciones, sino que estableció carpintería, herrería, fundición de plata, oro y varios otros preparativos para explotar su propiedad”.

 

En aquella carta al vencedor de Caseros, el artista testimonió: “Fijó allí mi padre su residencia, y en un punto de sus terrenos que llamó El Retiro, formó una casa y quinta, donde pensaba pasar muchos años”.

 

 

Por Gustavo Luna

 

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